Espectáculos

Estrenan ‘Memoria de un escrito perdido’

Cristina Raschia presenta un documental donde retrata las vivencias de un grupo de mujeres que compartieron la prisión política en Argentina entre 1975 y 1979. A las 19:30 en Arteón.

Historias de vida que deben ser contadas
Historias de vida que deben ser contadas

Por Javier Hernández/El Ciudadano 

Sobre escritos hechos en la cárcel, memorias de un tiempo que en un doble juego ayudaron ayer a resguardar la propia existencia física y espiritual de quienes lo vivieron en primera persona, y hoy sirven para tender puentes que se fundan y afianzan en la mirada de unos y otros, esta tarde, a las 19.30 en Arteón (Sarmiento 778), la directora Cristina Raschia presentará su film documental titulado Memoria de un escrito perdido.

La película, ganadora y representante argentina en el concurso DOCTV para Latinoamérica, muestra un viaje en el tiempo entre los 70 y la actualidad, de la mano de cinco mujeres (una de ellas la propia directora) que compartieron la prisión política en Argentina en diferentes períodos y sitios de detención, entre 1975 y 1979, y que luego de 25 años se vuelven a convocar a partir de un escrito surgido durante aquello años.

—Una de estas mujeres sos vos, ¿quiénes son las otras?

—De Rosario, María Daldosso, abogada del gremio metalúrgico de Villa Constitución cuando fueron las movilizaciones de ocupación de fábricas, y Graciela Bialet, que trabajaba en la Biblioteca Vigil. Cristina Pinal, que era de Buenos Aires pero se encontraba en Tucumán participando de movilizaciones previo Operativo Independencia; Silvia Gabarain, tucumana que estaba en la militancia universitaria; Alva Tello, también tucumana, y hay otra amiga, Graciela Loprete, que no esta físicamente en la película pero está a través de sus escritos, porque llevó unos textos que son los que dan título a la película, son memorias de la cárcel donde relataba nuestra experiencia compartida en algunos meses en Villa Devoto.

—¿De qué te valés visualmente para retratar el film?

—De nosotras. Toda la película se apoya en nuestros testimonios, tanto del escrito por Graciela como el vivo nuestro. Haciendo una comparación, el rostro del desaparecido es un rostro en estado de juventud eterna, congelado en el tiempo. Lo que quería retratar era el rostro de hoy de aquellos que sobrevivimos y que supimos tener ese rostro joven y que al cabo de treinta años se llenó de arrugas, el cuerpo de rollitos, y la cabeza de historia. Nosotras crecimos en sociedades marcadas por los golpes militares. Entonces, indudablemente, eso significa todo un proceso de adaptación a una realidad diferente a la que vivimos en aquellos años.

—¿Sería como una mirada sobre la experiencia de cada una de ustedes?

—Lo que quise retratar con la película tuvo más que ver con la subjetividad: dónde nosotras encontramos las reservas para sobrevivir uno, dos, tres, la que más cinco años de prisión, sin causa ni proceso, a disposición del poder Ejecutivo, sin saber cuándo íbamos a salir. Indudablemente, es una realidad mucho menos grave que la de los compañeros a los que les tocó la desaparición, el campo de concentración o la muerte, pero justamente me parece que era una parte de la historia que no estaba relatada y que el lugar desde el que había que contarla era desde las reservas personales y de solidaridad que permitieron sobrevivir. Porque la pregunta no es si sobreviviste, sino cómo. Yo suelo decir que sobrevivir lo hacés por accidente, en cambio vivir es por elección. Y la película trata de la vida y de cómo amor, amistad, solidaridad, comprensión, el no sectarismo y el compañerismo, te ayudan a que cuando salís, tengas reservas para poder volver, de otro modo no se vuelve.

—¿A qué se aferraban para sobrevivir?

—Esa es una de las respuestas de la película. Fundamentalmente, para el caso nuestro, fueron muy importantes los lazos que pudimos establecer entre nosotras y esa cosa de valorar cada instante de vida: no dejar que la cabeza o el sistema nervioso central te deje de funcionar, aunque sea tejiendo o haciendo macramé.

—¿Cuál es la mayor dificultad a la que te enfrentaste a la hora de contar y transmitir esos momentos?

—Encontrar el hilo conductor y no alejarme, porque son historias de vida, cada una tenía anécdotas en cantidades, también yo quería que el relato aborde la cotidianeidad. Lo que me interesaba no era el relato ético. Yo, desde el principio, tenía en claro que no quería contar la historia política, si bien estamos atravesadas por ella. Lo que quería contar es cómo desde la cotidianeidad y desde nuestra subjetividad, nosotras habíamos atravesado esos momentos que fueron clave en la historia argentina. Me interesaron mucho las anécdotas personales, porque en cada anécdota y en cada situación vos ponés de manifiesto algo. Nos sucedieron muchas cosas para sobrevivir, donde inventamos montones de cosas, algunas graciosas. Quería transmitir eso, quería una película no resentida sino muy vital.

—¿En qué consiste el “escrito de memorias”?

—Son memorias de la cárcel, escritas por Graciela Loprete. Cuando salió en libertad, se fue a París y se puso a escribir obsesivamente porque, justamente, la experiencia fue tan fuerte que recoge en esas páginas mucho de todo esto de la subjetividad y de la cotidianeidad de un grupo de mujeres sobreviviendo, es como una mirada. Para mí, la película es un homenaje al escrito de Graciela en el sentido de que participo de su misma mirada respecto de dónde nos interesa poner el acento. El libro funciona como una metáfora de estos lazos que nosotras establecimos en ese momento, que nos ayudaron a sobrevivir, y el hecho de que el libroaparezca de forma inesperada 18 años después (el escrito estaba perdido). El relato del escrito que es muy apasionante y conmueve mucho, cobra una doble dimensión cuando funciona como metáfora de la forma en la que el amor y la comprensión nos ayudó a sobrevivir.

—¿Cómo debería actuar la gente luego de ver el documental?, ¿Qué esperás que suceda?

—Cuando uno hace una película, la hace para la gente, esperando en primer lugar entretener en el sentido de hacerles fluido el relato para que puedan compartir con vos eso que le querés contar. Lo que espero de la película es que llegue afectivamente, sensiblemente. En términos de discurso, lo que pretendo es conmover al espectador en el sentido de que sienta con nosotras. A partir de allí, creo profundamente en la libertad y creo que cada uno hace su lectura y toma sus opciones, y que las películas transmiten no sólo desde lo que se dice sino desde cómo se lo dice.

 

 

 

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