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La chica Bond que fue activista por los derechos de las mujeres

La actriz inglesa Honor Blackman, coprotagonista de “Dedos de oro”, uno de los títulos más recordados sobre el agente secreto, defendió desde muy temprano la paridad laboral y un salario como el de los hombres para sus colegas. Ya veterana hizo stand up y hasta sus últimos días participó del #MeToo

Cuando era niña, a la más tarde actriz Honor Blackman le intrigaba que en los relatos y novelas policiales que leía y de las que era fanática, las mujeres sólo fuesen víctimas u ocupasen roles poco relevantes en la trama.

O, a lo sumo, eran amantes despechadas que con suerte podían ejercer algún tipo de venganza aunque luego les cayese todo el peso de la ley. Muy tempranamente y cuando apenas se hablaba de feminismos o era propio de determinados grupos de mujeres que debían lidiar con un fuerte rechazo social, Honor señalaba que esas cosas debían cambiar en algún momento.

Tal vez por esas razones, escribió sus propios libretos para las obras de teatro. En esos escritos ya se reservaba algún rol de mujer fuerte, decidida, y no pocos contaban historias policiales, de misterio e intriga, y donde la que resolvía, generalmente, era una dama.

Tuvo un origen de clase media pero igual sus padres le costearon estudios en la Guildhall School of Music and Drama, una de las instituciones más prestigiosas en dirección y actuación.

 

Pezón puntudo

Cuando todavía podía andar, a sus 82 años, la actriz montó un espectáculo de stand up y en uno de los pasajes hacía de jefa de una banda de traficantes de cuadros.

Su nombre era Nipple Pointed, o sea, “Pezón Puntudo” en su traducción, y su personaje se valía de argucias femeninas para poner a los hombres en su lugar, todo a partir de cierto humor y objeciones a los mandatos machistas.

Ese nombre, claro, haría recordar al de Pussy Galore, el personaje que la catapultó a partir de una de las sagas más exitosas de todos los tiempos: la del agente secreto James Bond. Como saben quienes conocen el idioma inglés, Pussy Galore significa “Conchas en abundancia”, lo que daba a su personaje, en el film Dedos de oro, un aura más desenfadada y controversial.

Luego de terminar sus estudios de arte dramático, Blackman lideró un grupo de actrices jóvenes que pedían, en una Inglaterra que acababa de salir de la Segunda Guerra, que se las tuviera en cuenta a la hora de montar obras teatrales, en los incipientes programas televisivos y, por supuesto, en el cine, que intentaba recuperar su industria.

Sobre fines de los 50 fue convocada para Edgar Wallace: Los cuatro hombres justos, un verdadero éxito que proponía una serie de historias policiales donde la actriz se destacó en varios personajes, sobre todo en uno en el que encarnaba a una agente que trabajaba para el servicio secreto inglés pero que resultaba ser una doble espía.

Su atractiva figura, su inteligencia y perspicacia para llevar adelante roles nada fáciles, hicieron que realizadores y productores pusieran sus ojos en ella.

El bichito de los derechos

Honor Blackman sería reconocida por otras mujeres que intentaban abrirse paso en la industria televisiva o cinematográfica. Ella se nutrió con lecturas y consultas acerca de lo que podían reclamar no sólo para que se las tuviera en cuenta, sino por lo que recibían como pago, que era sustancialmente menor al de los hombres.

Esa actitud hizo que otras actrices admitieran que Blackman les había inoculado el bichito de los derechos que tenían como mujeres en una industria que tardaría varias décadas en reconocérselos.

Diana Rigg, quien la sucedió en su papel como pareja profesional de Mr. Steed en la atrapante serie Los Vengadores dijo que Honor fue una entusiasta defensora de los derechos de las mujeres pero que al mismo tiempo “le gustaba mucho el dinero, había algo de ambición personal en cada una de las batallas que emprendía para que las mujeres fueran pagadas igual que los hombres”.

En relación con su personaje en la serie con Patrick McNee, que era una médica sagaz que contribuía en mucho a resolver los asuntos criminales, Blackman, que ya mostraba también esos seductores trajes negros al estilo Gatúbela, señaló, en sintonía con lo dicho por Rigg: “Cuando me enteré lo que ganaba McNee me agarró un ataque; no era justo, no podía haber tanta diferencia, ahí me fui”.

Más ambigüedad

Previo a su labor en Dedos de oro, fue la protagonista de un suceso de taquilla de los primeros años sesenta. Jason y los argonautas (1963), fue un film que recrea el mito del héroe griego y sus vicisitudes, de carácter casi fantástico y a tono con las ofertas fílmicas de esa década que buscaban en la antigüedad clásica buena parte de las historias.

Un año después sería la irresistible Pussy Galore en uno de los títulos más vendidos de Ian Fleming y llevado al cine por Guy Hamilton.

En Dedos de oro el agente de la corona Bond debe enfrentar a un villano llamado Auric Goldfinger, un joyero que planea contaminar las reservas de oro de los Estados Unidos.

Goldfinger tiene como piloto personal a la agraciada Pussy Galore que a la vez está al frente de un grupo de aviadoras que trabajan como acróbatas aéreas y se llaman “El circo volador de Pussy Galore”.

En sus aventuras enfrentando al mal, Bond solía tener escarceos amorosos con sus partenaires femeninas, fueran o no enemigas, y por fuera de que luego tal cosa se convirtiera en amor al paso. Se trataba de puro sex-appeal, algo que en los 60 funcionaba como un plus y se incorporaba a cualquier argumento.

En Dedos de oro, Bond se enfrenta a Galore –irresistible con su escotada camisa violeta y su mirada socarrona–, es decir, cada uno descubre quién es el otro, y luego, de una serie de tomas de judo, el agente apresa a Pussy entre sus piernas y le estampa un beso, del que ella reniega pero al que termina cediendo.

Mucho se hablaría de esa escena que quedaba un poco extemporánea al propio guión, puesto que ese personaje femenino se sentía atraído por otras chicas y no precisamente por los hombres. Blackman lo explicó unos años después: “Era difícil todavía que las mujeres amaran a otras mujeres; si bien ya había lesbianas en el cine, para estas producciones la cosa tenía que ser más ambigua».

«Sí, a Pussy le gustaban las mujeres, por caso una de las aviadoras de su equipo, pero había que insinuar un romance con un hombre, eso pasaba mejor cualquier censura”, remató Blackman.

 

 

Activista política

Ya veterana, Blackman profundizó su activismo político que había comenzado en los lejanos cincuenta cuando apenas contaba treinta y pico. Militó en el ala más progresista del Partido Liberal inglés desde el que denunció una serie de escándalos financieros durante la crisis de 2008.

Uno de sus blancos favoritos fueron los bancos de su país a los que tildó de que eran comandados por “asociaciones ilícitas” a los que “no les importaba la gente”. Cualquier parecido a lo que pasa en estos días de coronavirus en la Argentina no parece ser sólo casualidad.

Honor Blackman murió este 6 de abril por la madrugada en su casa de Sussex. Tenía 94 años y aún con lucidez había contribuido contando algunas de sus experiencias como actriz para un archivo que llevan adelante sus colegas norteamericanas del movimiento feminista #MeToo.

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