A la preocupación por los efectos ambientales que provoca la inédita bajante del río Paraná, se suman también las dificultades que el fenómeno ocasiona en la logística de los puertos. Desde el sector exportador señalan que el bajo nivel de agua ocasionó importantes demoras en los procesos de carga y descarga de buques y una nueva modalidad para ajustar el volumen de esas cargas.
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Esta imagen que sobrevuela la zona de Puerto San Martín es elocuente: registros de lluvias muy por debajo de lo normal en la cuenca de la Hidrovía Paraná Paraguay han dejado como resultado una bajante extraordinaria de esta vía navegable.
Según los datos de Prefectura Naval Argentina, para el martes 7 de abril a la altura del Puerto Rosario el río apenas alcanzaba el metro de altura, muy por debajo del mínimo de 2,47 metros que tiene que registrarse a la altura de Rosario para que Hidrovía SA tenga la obligación de garantizar el 90% del tiempo los 34 pies de calado.
La altura del río Paraná en el puerto de Rosario ha descendido hasta el metro de altura, nivel que no quiebra hace más de 30 años (10 de enero de 1989). Con ello se resiente la carga máxima de los buques, exigiendo extremo cuidado en el practicaje para evitar varaduras.
Desde la Bolsa de Comercio Rosario difundieron un informe en el que destacan las principales problemáticas que esta situación trae aparejada en relación a la logística de exportación y que reportan las mismas empresas del sector y analistas consultados. Entre los principales puntos destacaron:
Necesidad de ajustar el volumen de carga: En un Handysize o Handymax que normalmente carga entre 35.000 y 40.000 toneladas, cada pie de calado que baja el río representa una pérdida de dicha capacidad de carga de entre 1.500 y 1.800 toneladas. En un Panamax, con una capacidad de carga en tono a los 60.000 a 65.000 toneladas, perder 3 pies de profundidad implica dejar de cargar entre 6.000 y 7.500 t/buque. En el caso que carguen harinas, la pérdida puede ser menor ya que ésta cubica más (pesa menos por volumen de carga).
Demoras en el proceso de exportación: la bajante obliga a mayor prudencia de los pilotos y prácticos en las maniobras con los buques, en particular en los canales de acceso y pasos críticos ya que existe una posibilidad creciente que se registren varaduras en el río, lo cual puede afectar la óptima navegación en el sistema.
Demoras en la llegada de las barcazas proveniente de Paraguay con soja: las demoras se ubican entre 10 y 15 días. Esta mercadería es muy importante para la industria local porque, mezclada con poroto de soja de origen argentino, ayuda a elevar el nivel de proteína de la harina de soja para cumplir con las exigencias de la demanda internacional.
Posibles demoras en la carga de buques con aceite de soja: esto puede generar inconvenientes en las fábricas que tienen suficiente stock de mercadería para moler, pero posiblemente tengan que demorar el ritmo de molienda para no saturar la capacidad de almacenaje de aceite, demorando –por tanto– el ritmo de exportación de harina.
Posible ralentización del programa de embarques de maíz en abril y mayo: esto podría generar problemas de saturación en la capacidad de almacenaje del grano dentro de los puertos. A su vez podrían darse menos cupos para camiones para que ingresen con maíz al Gran Rosario.
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Si bien al sector le preocupa esta serie de ítems que refieren estrictamente a lo comercial, también hicieron hincapié en su preocupación por las consecuencias más sensibles. «Los efectos de esta situación extraordinaria van mucho más allá de las exportaciones agroindustriales y abarcan efectos sobre el ecosistema del río, la actividad pesquera, la labor de las plantas potabilizadoras, la navegación deportiva y de placer, entre otros aspectos», señalaron.
«La bajante del río en Rosario es extraordinaria: hace 20 años que no pasaba esto»