Dante Leguizamón atiende el teléfono desde la cabina de un barco anclado en el puerto de Fort Lauderdale, en la costa de Miami. Hace más de 30 días que no toca tierra firme y comparte una cabina de tres metros cuadrados con un amigo que trabaja como pianista en el barco. Quedó varado junto con 11 argentinos cuando Chile cerró sus fronteras por el coronavirus y no les permitió regresar. Pero el periodista cordobés pide no repetir lo que vivió. Prefiere no contar que llegó al crucero el 8 de marzo invitado por su amigo y que su idea era conocer Islas Malvinas para volver a Córdoba desde San Antonio. Que durmió debajo de la enfermería por donde pasaron cuatro muertos y 20 infectados. Que estuvo más de 20 días encerrado sin ver el sol ni sentir el aire del mar. Que no tuvo contacto con su familia. Que no sabía a dónde iban y que no sabe cuándo va a volver. En cambio, quiere aprovechar los minutos para hablar de lo importante, antes de que la charla se interrumpa con otros llamados. Hace tres días envió una “botella al mar”, que en siglo XXI se tradujo en un mensaje por internet a colegas y amigos pidiendo auxilio. Lo hizo porque le prohíben regresar. Su nombre, y el de cinco trabajadores, fueron tachados de una lista para abordar un vuelo con destino a Uruguay. Le dijeron que fue una decisión de las autoridades norteamericanas pero Leguizamón lo entiende como una arbitrariedad. Él no trabaja para Holland America y siente que le están privando ilegítimamente de su libertad. Teme que el barco regrese a alta mar y por eso pidió la intervención del Estado argentino. Este jueves envió un twit dirigido al presidente Alberto Fernández para que atienda una situación a la que considera una causa de derechos humanos.
“Estoy desesperado. Quiero que Alberto sepa esta situación. Me siento secuestrado por una empresa privada que no me deja volver a mi país y me hizo viajar 10 mil kilómetros a la fuerza. Soy una persona sana que por culpa del coronavirus ha sido psíquicamente torturada”, dijo Leguizamón a El Ciudadano.
Desde el viernes, Leguizamón y 11 argentinos tienen armadas las valijas para regresar. Les habían dicho que el miércoles tomarían un vuelo chárter con destino a Uruguay. El día anterior los cambiaron de embarcación. Salieron del crucero Zandaam hacia el Rotterdam donde esperaron durante un día y medio tomar ese vuelo. Pero las valijas que habían salido hacia el aeropuerto, volvieron. Este jueves a la mañana, les informaron a través de una carta que las autoridades norteamericanas habían tachado de la lista de abordo a los seis trabajadores embarcados, incluyendo al periodista. Los 6 pasajeros argentinos pudieron abordar el avión.
“Organizamos una especie de reclamo. Tenemos en cuenta que es un barco con estructura militar donde el capitán tiene una figura similar a la del presidente y cualquier protesta puede ser castigada con el calabozo”, contó Leguizamón, y agregó: “Soy invitado de un trabajador. No pertenezco a la empresa. Se me ha privado de mi libertad. Tenía que bajarme en San Antonio, Chile, y la empresa me obligó a venir a Miami. Ahora me obliga a permanecer en un barco y no resuelve mi situación. Estoy sufriendo al igual que los trabajadores y quiero volverme con ellos, pero mi situación particular me hace considerar iniciar acciones legales”.
Leguizamón dijo que están en contacto permanente con el consulado y cancillería quienes entienden que el argumento para no dejarlos regresar es “insostenible”. “La empresa maneja la información como quiere. Considero que están haciendo privación ilegítima de la libertad. Le pido a Argentina y al presidente que evalué esta situación en ese contexto”, señaló.
Leguizamón cree que hay más trabajadores y pasajeros de otros países en el barco. “Tengo mucho miedo de que salga a alta mar donde las condiciones de movimiento y libertad están en manos del capitán”, concluyó.
Al mar
El 8 de marzo Leguizamón subió al crucero Zandaam, un lujoso barco de la empresa Holland América, con rumbo a Islas Malvinas. El plan era llegar el 13 a Punta Arenas, en Chile, y terminar el viaje el 21 en el puerto de San Antonio, desde donde regresaría a Córdoba.
El 14 de marzo el barco pasó por Punta Arenas y se encaminó hacia el canal de Beagle. Chile había declarado la emergencia sanitaria y debieron regresar sin rumbo ni destino. Navegaron durante días en alta mar. No podían salir de sus cabinas, no tenían internet ni señal. La información del mundo llegaba todas las mañana en la voz del capitán. Cuando llegaron a Panamá, la empresa acordó con el Estado de Florida parar en el puerto de Miami bajo la condición de que nadie bajara. Para entonces ya había cuatro personas en la morgue y otras 20 contagiadas.
Leguizamón dio notas a distintos medios del país que se hicieron eco de la problemática. Este lunes envió una carta virtual a colegas y familiares pidiendo una solución. “Tomen esto como una botella al mar, un pedido de auxilio y un ruego de argentinos que hace 28 días nos encontramos desesperados y a la deriva. Se han difundido varias versiones falsas. Lo cierto es que seguimos a bordo de este barco y mientras los australianos, los franceses, los ingleses, los canadienses, los alemanes, holandeses, chilenos y asiáticos están en sus casas, en el barco sólo quedan 400 tripulantes (el 20 por ciento enfermos) pasajeros convalecientes, sus familiares y los doce argentinos”, explicó.
“El grado de estrés y el desgaste que esto genera después de un mes es notable en nuestros estados de ánimo. Se percibe claramente en el deterioro mental, físico e inmunológico que creemos vital para hacerle frente a un virus como el Covid 19”, continuó.
“Argentina no puede abandonarnos. Las gestiones existen y las valoramos (el consulado argentino en Miami se ha movido por intentar mejorar nuestra situación), pero sólo nos llega información plagada de incertidumbre. Nuestro país tiene una historia vinculada a los derechos humanos. Ustedes compatriotas deben entender lo que estamos reclamando. No somos turistas varados en Miami tomando sol. Los pasajeros y trabajadores que estamos en el barco no quisimos llegar hasta acá, nos trajeron 10 mil kilómetros a la fuerza. Si esto no se resuelve volveremos al medio del mar. Sin destino, sin garantías y en un barco infectado de coronavirus. Necesitamos su ayuda”, cerró.