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El debate sobre el aislamiento en Brasil deja a Bolsonaro cada vez más solo

Ramiro Dulcich académico formado en la UNR que vive en Brasil analiza el complejo contexto político del vecino país en el marco de las posturas que tomó el presidente que se contraponen a las de sus ministros y a la de los gobernadores

Especial para El Ciudadano

Ramiro Dulcich vive en Río das Ostras, unos kilómetros al norte de Río de Janeiro. Llegó hace casi dos décadas para continuar su formación académica en Trabajo Social, tras haber egresado de la Universidad Nacional de Rosario. Nacido en Firmat, con recorrido militante durante toda la década del 90 en la UNR, hizo su doctorado en Brasil y ya radicado allí, adonde tuvo también su hija, es docente de la Universidad Federal Fluminense y está vinculado también al Movimiento Sin Tierra. Apasionado analista de la realidad latinoamericana desde siempre, se hizo un rato para charlar con El Ciudadano sobre el impacto que está teniendo en aquel país la pandemia del coronavirus.

—Desde Argentina vemos una postura sobreactuada de Bolsonaro y su gesto de restarle importancia al virus, del que habló como una leve “gripezinha”, que está costando en Brasil un aumento de contagiados y muertes. Este martes, hubo 200 víctimas fatales y las cifras parecen ir creciendo. En Guayaquil, por ejemplo, vimos hace poco que el sistema de salud no alcanzaba para atender a los enfermos en los barrios más populares y terminaron apareciendo muertos en las calles, porque en los hospitales faltaba personal o insumos y nadie atendía a los infectados. ¿Puede pasar algo así en Brasil?

—La verdad es que ni aquí ni en otros países se puede predecir con exactitud lo que puede pasar. En principio, podría decirte que al estar presente el Ministerio de Salud, aún en contradicción con el presidente Bolsonaro, no pareciera que el escenario pueda ser ese de Guayaquil, de desborde absoluto. En rigor, más allá del desfinancimiento que padeció en estos últimos años, el Sistema Único de Salud de Brasil tiene estructura como para afrontar la emergencia sanitaria, de otra forma que lo que se vio en Ecuador. Algo de lo que sí podemos hablar, aunque obviamente es difícil tener precisiones, es que acá se está dando –como en otros países– una subnotificación de casos. Y en este sentido, las dimensiones del drama podrían cambiar si se masifican los contagios en las favelas, algo que hasta donde sabemos aún no sucedió. También debemos seguir de cerca, además de las noticias sanitarias, el marco en el que se están dando. La pandemia en Brasil se materializa en un contexto de crisis política muy fuerte, que se inicia al menos en 2014. Recordemos que aquí hubo sectores que organizaron manifestaciones entonces contra la presidenta Dilma Rousseff, que derivaron en un golpe parlamentario, la aparición de Michel Temer con un mandato interino, la prisión de Lula y luego las elecciones, sin el histórico referente del PT como candidato, y la llegada de Bolsonaro, con apoyo de las Fuerzas Armadas y la Iglesia Evangélica. Esto es hoy lo que se está discutiendo, por detrás del impacto que causa la aparición de muertes y enfermos.

—En la Argentina, comparando con tu análisis, hay alguna discusión por temas de administración de las ayudas, el rol de los bancos en la crisis, o la duración de la cuarentena, pero en general el gobierno, el sistema político, sectores empresarios y del trabajo, coincidieron en que el llamado al aislamiento era la decisión que el Estado debía tomar. ¿Qué pasa en Brasil?

—Lo que podríamos llamar la centroderecha política brasilera no apoyó la decisión de Bolsonaro de ultraderecha de preservar sólo a potenciales grupos de riesgo, pero sin afectar para nada la actividad. Esto, como única medida sanitaria, no sólo no es lo que recomienda la OMS, sino que no funcionó en ninguna parte del mundo. Entones, la aparición del coronavirus y el debate por las estrategias de aislamiento social como las que han aplicado otros países, significó acá una importante fractura en el bloque de poder gobernante. Y se empezaron a ver también verdaderas milicias virtuales, con desinformación sobre remedios o desmintiendo datos de circulación del virus. El propio ministro de Salud de Bolsonaro, Luiz Henrique Mandetta, salió a confrontar con estos “comandos de comunicación”, cuyos jefes son los propios hijos del presidente. Aquí en Brasil, el papel de las “fake news” ya viene siendo decisivo hace tiempo. Lo fue durante el proceso de desestabilización de Dilma y prisión de Lula, lo es ahora. Procesos de manipulación vía WhatsApp y redes sociales, que se consolidaron.

—Respecto a la cuarentena ¿cómo se viene debatiendo Brasil?

—Brasil es muy grande y tiene varias realidades. No es lo mismo el Amazonas, que Río, Salvador o Sao Paulo. El aislamiento aquí, incluso el que recomienda Salud, no es estricto como el de Argentina, sino una sugerencia a salir lo menos posible y distanciados. Y lo que se debate es si en Estados o regiones adonde hubo pocos contagios, la economía y la política debaten si pueden levantar del todo la cuarentena. Creo que aquí hay un pensamiento también de Bolsonaro, que no está referido a la cuestión económica y sanitaria, sino que tampoco le conviene que la gente tenga más tiempo para reflexionar sobre la situación del país. Desde esa óptica, prefiere también que todo siga igual.

—¿Hay un doble discurso sobre el virus dentro del propio gobierno?

—Sí. Tenemos, por un lado, a Bolsonaro, cada vez más solo. Y de otro, al ministro de salud, Mandetta, también el ministerio de Economía, de Justicia e incluso los gobernadores, defendiendo el aislamiento. Todos ellos están alineados con el Ministerio de Salud, que defiende las recomendaciones de la OMS y el presidente que sostiene la postura dura que tuvo Trump en el comienzo, de minimizar el impacto del coronavirus y alentar a que la vida siga de manera normal. En este marco, Mandetta amagó con renunciar y sectores alineados hasta hace poco y ahora enfrentados con Bolsonaro, salieron a sostenerlo.

—¿En qué situación estaba el sistema de salud brasilero ante la llegada de la pandemia?

—Aquí se verifica algo interesante, dentro de las internas del bloque de poder y del gobierno, del espacio neoliberal, tuvieron que salir a defender la educación pública, el papel del Estado, el rol de la inversión en ciencia y tecnología para buscar una vacuna o atender a la población contagiada. Es decir, el propio centroderecha, que renegaba de Lula y que sacó a Dilma con el discurso del déficit fiscal, ahora terminan diciendo que es necesario un Estado fuerte. Imagino que también lo hacen, este posicionamiento progresista, pensando en llegar a la base del PT. Eso es curioso. Como de alguna forma, la pandemia vuelve a traer este debate. Y esperemos que pueda superarse definitivamente, que al menos el coronavirus deje ese resultado, que no volvamos a discutir si hace falta universidad y salud pública. Aunque Bolsonaro intente instalar que el desempleo crece, no por la política económica previa, sino por el aislamiento de estos días.

—¿Y qué puede decirse de Moro, ministro de Justicia de Bolsonaro, que antes había encarcelado a Lula?

—Merecería un capítulo aparte. Recordemos que lo llevó a Lula a la prisión, sin pruebas. Fue el principal protector de la impunidad del presidente y sus hijos. En estos días, defiende el aislamiento. Y si bien Bolsonaro no lo critica públicamente, porque estaría muy comprometido si se enfrenta con Moro, que podría habilitarle causas. Entonces esto configura un escenario particular, como decíamos, con las Fuerzas Armadas también diferenciándose. Esto hace que quienes se ven como candidateables dentro de la centroderecha, se van despegando. Ahí tenés al gobernador de Sao Paulo, a algunos del nordeste, al de Río de Janeiro, que casi de modo irónico, ayer informó que también dio positivo en coronavirus. Los actores con poder de gestión se van posicionando ante la pandemia, también en relación a cómo quieren quedar parados después.

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