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Recolectores de residuos cuentan la experiencia de un oficio olvidado, hoy reconocido con aplausos

En plena cuarentena, cientos de trabajadores públicos brindan sus servicios en un nuevo contexto. Empleados de Sumar cuentan la experiencia de un oficio olvidado, hoy reconocido con aplausos.

En medio de la cuarentena nacional, las respuestas adoptadas por el municipio a los distintos escenarios presentados se multiplicaron, y se redoblaron las actividades de los empleados del Estado local cuya labor fuera considerada como servicio esencial: salud, control, higiene y mantenimiento urbano, asistencia alimentaria, servicios funerarios, de comunicación social, y sus respectivos soportes operativos, técnicos y administrativos. En este marco, los trabajadores de la recolección de residuos continúan recorriendo la ciudad para cumplir con su tarea habitual, aunque en un contexto muy diferente.

Por momentos son los únicos habitantes de calles desérticas, sobre todo en el horario nocturno, donde el característico ruido de los camiones y su sistema de elevación de contenedores de carga lateral rompe la tranquilidad de noches excesivamente silenciosas.

Así lo vive Nicolás Ibarra, quien desde hace 9 años cumple con la función de ser uno de los cargadores del Servicio Urbano de Mantenimiento Ambiental Rosario (Sumar), el ente autárquico que gestiona la recolección de residuos en las zonas de mayor densidad poblacional de la ciudad. Su función es la de limpiar todo el entorno de los contenedores y recolectar aquellos residuos que no fueron depositados dentro de los mismos.

A pesar del aislamiento preventivo, social y obligatorio, su tarea es una de las que se sostiene diariamente, aunque con algunas modificaciones. Desde muy temprano por la mañana y hasta el mediodía, el joven de 27 años cumple con su rutina, a la que fue sumando nuevos cuidados para la prevención: barbijos, guantes y alcohol en gel en cada jornada de trabajo a partir de ahora.

Él mismo decidió extremar los recaudos y extenderlos a su vestimenta. “La ropa la dejo en la empresa, cuando la traigo a mi casa lo hago en una bolsa y va directamente a lavar, sin juntarse con otra”, contó el hombre que vive junto a su novia en barrio Molino Blanco, en el sur rosarino.

Compañero de Nicolás en la empresa, Oscar Calvo se desempeña desde hace 11 años como conductor de camiones de recolección. Para él la rutina también se vio alterada y, aunque reconoce que se encuentra menos expuesto que el grupo de los cargadores, aumentó las medidas de precaución e higiene en su jornada laboral. “Nada es igual que siempre”, afirmó.

Ambos notan las diferencias en la calle. “Ahora no veo los chicos que van a la escuela, ni la gente que sale a trabajar. Los colectivos están vacíos”, señaló Nicolás, y destacó el agradecimiento de vecinas y vecinos por su labor: “Yo me encontré varios carteles de agradecimiento en los contenedores, y los compañeros de la noche me contaron de los aplausos”.

Es que el ya clásico aplauso de las 21 en balcones, patios y veredas para reconocer al personal que se desempeña en el sistema de salud se extendió también a trabajadoras y trabajadores que cumplen funciones esenciales durante esta cuarentena en otros rubros, como el ámbito de la recolección de residuos, oficio muchas veces olvidado y hasta menospreciado.

A Oscar, por su parte, el reconocimiento le “toca el corazón”. “Siempre somos los olvidados, nunca hay un reconocimiento para nosotros, pero la verdad es que cumplimos un trabajo fundamental. Es lindo que una vez se acuerden”, expresó.

A la gran exposición que implica la actividad, la actual situación suma un mayor esfuerzo para llevarla adelante. “En las últimas semanas vimos un poco más de basura, debe ser porque la gente está en la casa”, indicaron los trabajadores. Desde la Secretaría de Ambiente del municipio estiman que se incrementó en un 15% la generación de residuos domiciliarios, a pesar de lo cual el servicio se desarrolla de manera habitual y con absoluta normalidad, sin comprometer el sistema.

Oscar y Nicolás coincidieron en señalar que, además de los aplausos y el reconocimiento, hay otros gestos que la sociedad puede tener para facilitar su tarea y disminuir los riesgos que enfrentan. “Si desinfectan las bolsas de residuos con lavandina diluida nos ayuda mucho, no sólo a los trabajadores de la recolección sino a la gente en general, porque muchos tienen contacto con los contenedores”, dijo Nicolás, y recordó que hay personas en situación de pobreza que viven juntando cartones y materiales reciclables, quienes también están expuestos y no tienen cómo cuidarse.

Fraccionar los residuos, arrojarlos gradualmente para evitar el desborde de contenedores, más aún en un contexto de aumento de estos materiales; sacar la basura en los horarios que correspondan, caminar hasta el siguiente contenedor si el de la cuadra está colapsado, son las clásicas recomendaciones que adquieren otra dimensión en este contexto de emergencia. “Recuerden que tenemos familia y somos servidores públicos, también que hacemos un trabajo muy importante para toda la sociedad”, señaló Oscar y recordó que “hay que cuidarnos entre todos y ser solidarios con el prójimo”.

“De la casa al trabajo y del trabajo a la casa”, resumió Nicolás su rutina diaria en tiempos de aislamiento y aseguró que cumple con todas las medidas de prevención, entre ellas “mirar poca televisión” para no asustarse demasiado. Y admitió que extraña muchas de sus actividades habituales: los partidos de fútbol, las salidas al cine y a comer con su novia, o las juntadas con amigos. Sin embargo, está convencido de que se está haciendo lo mejor: “Está bueno que se tomen las medidas a tiempo, veo lo que pasó en otros países y creo que hacemos bien”.

Por su parte, Oscar contó que pudo anticiparse a lo que ocurre hoy en el país a través de lo que le contaban sus amigos desde España. Es que antes de ser chofer en Sumar, estuvo radicado varios años en la región española de Catalunya, donde conserva buenas amistades que desde hacía algunas semanas ya le venían comentando sobre el coronavirus y sus complicaciones.

Hoy, en esta cuarentena en la que prácticamente sólo sale de su casa  en la vecina localidad de Roldán para trabajar, hay dos cosas que extraña: el bar, el café con amigos, y a su hijo que está en Rosario con su mamá y que por tener una operación en el corazón es un paciente de riesgo y debe quedarse allá. Pero él también, a pesar de la nostalgia, cree a rajatabla en esas tres palabras que se han convertido en un mantra de los tiempos actuales y por eso las repite a quien quiera escucharlo: “¡Quedate en casa!”.

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