La editorial de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), junto al Ministerio de Cultura de Santa Fe, publicará un libro que narra la vida del astrónomo aficionado Víctor Buso, cerrajero de oficio, quien logró la hazaña de fotografiar por primera vez una supernova: la muerte o explosión de una estrella cuya masa es, por lo menos, ocho veces mayor a la del Sol.
El ministro de Cultura de Santa Fe, Jorge Llonch, el rector de la UNR, Franco Bartolacci, y el subsecretario de Innovación Sociocultural de la provincia, Fabián Biciré, se reunieron con Víctor Buso para acordar la edición de un libro que relatará la vida del astrónomo rosarino.
“La iniciativa se debe al deseo del Ministerio y de la UNR de reconocer el hallazgo del observador rosarino, como así también promover el descubrimiento en la provincia de Santa Fe”, explicó Llonch. “La idea es ir por distintas ciudades de la provincia para que Víctor relate su experiencia a la gente, acompañado del libro, y con un soporte audiovisual”, completó el funcionario.
Podría haber pasado de largo
Víctor Buso es un astrónomo aficionado que trabaja como cerrajero en Rosario y fotografió por primera vez en la historia la instancia que durante más de un siglo esperaban registrar los observatorios más prestigiosos del mundo: el momento exacto del nacimiento de una supernova.
El 20 de septiembre de 2016, el astrónomo rosarino, mientras realizaba una de sus habituales observaciones, pudo fotografiar el nacimiento de una supernova, que luego quedó establecido que se encuentra ubicada en la galaxia espiral NGC 613. La estrella fue bautizada SN 2016gkg, y se encuentra a 86 millones de años luz de la Tierra.
Buso se convirtió así, desde su observatorio casero, en la primera persona que logró fotografiar el nacimiento de una supernova al registrar el momento exacto en el que explotó la estrella. Se trata de un suceso que dura apenas unas horas, y cuyo acontecimiento es imposible predecir. Los conocimientos astronómicos del rosarino le permitieron primero sospechar, y luego confirmar en consulta con observatorios de todo el mundo, que eso que vio –y registró– era efectivamente el fenómeno esquivo para la mirada humana del final violento de un cuerpo estelar. Sin ese saber, las imágenes podían haber pasado desapercibidas.
