Alma del Universo
Especial para El Ciudadano
Las lunas llenas son las que señalan finales, también son las que arrojan luz sobre la noche del saber. Este 7 de mayo es la última superluna de 2020 (es decir es la última Luna llena con el satélite en el punto más cercano a la Tierra) y se da, además, en el signo de Escorpio, ese que con su presencia nos recuerda que la finitud de la vida siempre es una idea que deberíamos mantener cerca: Memento mori.
Esta lunación la vivimos en cuarentena y en pandemia y no es ajeno: es que la razón por la que estamos así tiene un único punto de partida, que es la relación –rota– entre sistema económico y recursos naturales, entre capitalismo y ecología. Esto se refleja en dos grandes situaciones: por un lado el Covid-19 surgió en un mercado de animales vivos: sin especismo hoy no tendríamos que lamentar vidas humanas ni pérdidas económicas. ¿Qué tan irónico es que la base misma del sistema económico –la creencia de que los animales son objetos y pueden estar sujetos a nuestro consumo indiscriminado– haya roto la cadena de producción y consumo sobre la que el sistema se sostiene? Por el otro, las primeras noticias tras la oficialización de la pandemia no fueron sólo los números de muertos sino también, quizás como un dato de color que no debería haber sido tal, el descenso de los niveles de toxicidad en el aire, el agua limpia, la presencia de animales que parecían extintos y de otros que no. Estamos tan lejos de la Tierra que nos da alimento que nos sorprende que los animales vuelvan a sus territorios, esos que colonizamos.
Escorpio es el arquetipo de la muerte, de la pérdida, de lo que tenemos que dejar ir para poder avanzar. Que la luna llena se dé en este signo y en este contexto nos cuestiona e interpela sobre cómo usamos nuestros recursos personales y colectivos (Tauro es el signo donde está el Sol en esta lunación y hace referencia precisamente a esto) y nos lleva a lo que pasó hace exactamente 6 meses con la Luna nueva en Escorpio y la siembra de la semilla de lo que ahora se ve con claridad. En ese momento en la Iglesia Católica se dio por finalizado el Sínodo especial para la Amazonía, un encuentro que tuvo como punto especial nombrar al ecocidio como un pecado: lxs feligreses tienen ahora que cuidar su entorno si es que quieren ganarse la gracia de Dios. El ecocidio es una forma de suicidio colectivo, no como una imagen poética sino bien literal porque “las exigencias de la explotación reducen y dilapidan progresivamente los recursos: cuanto más aumenta la productividad capitalista más se vuelve destructora”. (Herbert Marcuse, en Nouvel Observateur, junio de 1972). Los recursos naturales no son infinitos, aunque te hayan dicho lo contrario, y nuestros actos siempre tienen consecuencias.
Por eso es significativo que Saturno sea el “significador final” de esta Luna llena, es decir que es quien sostiene la última palabra sobre el significado. Saturno, arquetipo de lo difícil pero también de lo que se construye, está en Acuario, signo de lo colectivo y comunitario. Mucho se dice de Saturno en Acuario significando la dificultad del encierro dentro de los límites y poco se dice de Saturno representando una ventana de dos años donde la humanidad está invitada (sino empujada) a tomar responsabilidad por sus acciones. Saturno es el planeta que nos hace aprender de la ley pero por sobre todo del compromiso. No somos responsables por la por la explotación que las empresas hacen en la Tierra que es de todxs, pero individualmente sí somos responsables por nuestra inacción y por nuestra forma de consumir. Y Saturno lo ve: hacer la vista gorda sobre la explotación nos ha llevado adonde estamos ahora.
Que la Luna llena en Escorpio sea para dar por terminadas las formas de obtener recursos que implican la destrucción de lo que nos sostiene, que sea para que ya no nos resulten una sorpresa el silencio, el cielo limpio y los animales. Que sea para nombrar una posibilidad que no queríamos tener en cuenta.