«Esta fecha del 12 de octubre se reprogramará para más adelante. A nuestro querido bajista y mejor amigo, Federico Pachi Castaño, le robaron la bicicleta cuando venía de trabajar». Un posteo anterior a la pandemia del nuevo coronavirus, pero en medio de la epidemia de vieja data de la violencia urbana que pone contra las cuerdas a los rosarinos. La banda de rock y blues Caburoblus exponía así, en septiembre último, el violento hecho que tuvo por víctima a uno de sus músicos. Fue en la exacta esquina del asalto a Tomás Felipe «Trinche» Carlovich, en Córdoba y Paraná, aunque con final diferente.
El Trinche es una leyenda y la banda del también mítico Caburo, conocida en el circuito musical. En la zona, otros pasaron por lo mismo en el anonimato. Lo dijeron los vecinos de Ludueña cuando se acercaron los medios a buscar testimonios sobre lo ocurrido en la tarde de este miércoles.
Lo dijo Juan Carlos «Tate» Lescano, también ex futbolista de River y Arsenal de Sarandí, ahora de nuevo en Central Córdoba. Fue uno de los primeros en acercarse a Carlovich después de que un muchacho lo tumbara de su bicicleta y diera con su cabeza contra el piso: «Es todo el tiempo. No le pasó sólo a él, es todos los días”, recordó el delantero.
«Meses atrás me tocó vivir exactamente la misma secuencia y en el mismo lugar. El final obviamente fue distinto», posteó Pachi Castaño poco después de conocerse la muerte violenta de la leyenda charrúa. «¿Cambió algo? Obviamente, no. Porque quienes tienen el deber no hacen absolutamente nada. Pasan los gobiernos del color que quieran y toditos todos con las manos como si estuviéramos en medio de una pandemia: bien limpias», escribió el bajista.
Caburo, en septiembre, narraba lo que había atravesado su amigo y compañero de banda. «Le pegaron un palazo en la cabeza y la cara. Lo digo crudamente para que se entienda la magnitud del hecho. Al caerse también se fracturó el hombro. Estamos indignados, atónitos y tristes».
Dos bicicletas, entre muchas otras que son después del robo revendidas por pocos pesos. Se publican por internet, los perfiles de los vendedores los exponen. En el barrio conocen a los arrebatadores y en todos los barrios «todo el mundo sabe lo que pasa», como dice la canción de un vasco que supo visitar Rosario: Mezo Bigarrena.
«Ahí es donde el Estado no te protege. Te deja solo como en el gol de Kempes con 40 años a Ñuls. Siempre te acompaña el amor de los que andan a pie. Ni Dios, ni nada». El bajo de Caburoblus habla alto sobre lo que le tocó a él y lo que pasó, sin poder contarlo, el Trinche. Uno estuvo meses sin poder subir al escenario, el otro ya no podrá subir a su bicicleta ni acariciar una pelota.
«Y para que no corran ni por derecha ni por izquierda, serán hijos de puta, como leí por ahí, los que le hicieron eso al Trinche. Entraremos en el debate si son víctimas o no del sistema, de cómo solucionarlo, etc etc. Mientras tanto no nos olvidemos de los Hijos de puta que deben protegernos. Son tanto o más responsables de lo sucedido. Y como vemos, muy poco han hecho, sean del color que sean, la bandera que carguen o la coalición que representen. Siempre la ligan los mismos». Dando cuenta de las contradicciones que desata la violencia, pero sin quedarse en ellas, Castaño puso en foco culpas a la par del recuerdo propio y el homenaje al ídolo de Tablada.
«Ojalá existiera el cielo para que puedas seguir tirando caños por ahí y como me han contado, también alguna murra», termina el posteo de Castaño. Otro deseo, el de las muchas voces de Ludueña reflejadas las últimas horas, es que exista el oído del Estado –de los que ocupan responsabilidades en él–, que se tome nota y que se actúe.