El “estrés financiero” anunciado por Vicentin a principios de diciembre de 2019, que desembocó en el default de la cerealera argentina, desató un tsunami cuyas consecuencias todavía no se terminan de avizorar: desde productores afectados hasta comprometer el patrimonio del Banco de la Nación Argentina, al no devolver los préstamos que a borbotones recibieron durante la gestión de Cambiemos. Pero tal vez una de las consecuencias más temibles es dar un paso más hacia la extranjerización de un sector estratégico como el agroexportador. Es que la empresa argentina de origen familiar podría pasar completamente a manos de su socia Glencore, una multinacional con un origen espurio, antecedentes nefastos y un pasado reciente en la región que dejó en la calle a 120 familias con el cierre de Arzinc, en Fray Luis Beltrán.
Hoy Glencore es socia de Vicentin en Renova, la planta más grande y avanzada del mundo de molienda de soja ubicada en Timbúes. Cada socio tenía originariamente un 50%, pero previo al default Vicentin le vendió un 16,7% más y recientemente Glencore realizó de oferta de 325 millones de dólares por las acciones restantes. Estamos hablando de un sector estratégico para la economía Argentina: es la fuente principal de divisas para el país.
La debacle de Vicentin encendió las alarmas del nuevo gobierno nacional, incluso hubo declaraciones de uno de los directores del Banco Nación, Claudio Lozano, quien se pronunció a favor de evitar la extranjerización de la empresa argentina, actualmente la sexta agroexportadora del país y que en 2019 facturó 118 mil millones de pesos. Una de las alternativas que se maneja era la nacionalización, que Vicentin pase a manos del Estado.
En este complejo panorama se anota Glencore, una empresa multinacional afincada en Suiza, con sus tentáculos en negocios vinculados al petróleo, la minería y el agro. Evasión, corrupción, triangulaciones mediante offshore, cierre de empresas, comercio con dictadores, Glencore lo tiene todo y a sus negocios en el país le podría sumar a Vicentin.
Por lo pronto la empresa suiza ya cuenta en el país con terminales portuarias en Rosario, Necochea y Bahía Blanca; cinco fábricas de aceites (entre ellas la de Timbúes), dos fábricas de biodiésel, un molino arrocero y una red de acopio en diferentes localidades de la pampa húmeda; pero también explotaciones mineras en El Pachón (San Juan), El Aguilar (Jujuy) y La Alumbrera (Catamarca).
Negocios sin escrúpulos
Nicolás Gutman es economista, forma parte del Centro de Estudios Scalabrini Ortíz (Ceso), y repasó, en diálogo con El Ciudadano, los antecedentes de Glencore. Explicó que su fundador, Marc Rich, creó una empresa para hacer negocios sorteando los embargos que sufrían los dictadores y regímenes del mundo, particularmente detalla el caso de la Sudáfrica del Apartheid y la República Democrática del Congo.
“Aprovechó que Sudáfrica no tiene petróleo y estaban embargados por el Apartheid. Supuestamente otros países no le vendían, entonces Marc Rich empezó a hacer su fortuna haciendo negocios con regímenes que estaban con problemas con las grandes corporaciones tradicionales”, explicó.
El caso africano es aún más brutal, con el trabajo de niños y la conformación de milicias de mercenarios propias para proteger las minas de coltán. “Buena parte de la riqueza del planeta sale de ahí, es imposible mantener estos niveles de consumo si no salen los recursos naturales de algún lado. Y salen de estos lugares. La República del Congo es ingobernable hasta el día de hoy porque está metida en guerras civiles, es un lugar incontrolable. Ahí generalmente no van Shell o Texaco”, explicó Gutman.
“Entonces le dejan esta operatoria a empresas como ésta, la que ahora es Glencore. Para sostener una mina de metales que son indispensables como el coltán, tienen mercenarios, milicias, hay chicos trabajando, son agujeros negros”, agregó.
El propio Rich, quien falleció en 2013, tuvo que huir de Estados Unidos cuando debió enfrentar causas vinculadas a evasión de impuestos, fraude, comercio con el enemigo, desfalco y negocios ilegales. Recaló en el Cantón de Zug, Suiza, un país que es “un paraíso fiscal, maneja buena parte de la riqueza del planeta, no tiene convenio de extradición ni convenio para doble tributación y tiene secreto bancario”. Allí permaneció prófugo por más de dos décadas mientras estaba en la lista de los 10 más buscados del FBI, hasta que el presidente estadounidense Bill Clinton lo indultó el último día de su gestión en 2001.
Glencore se mueve en el entramado de las empresas offshore para ocultar y evadir, parte de esta operatoria quedó expuesta en las revelaciones periodísticas de los Panamá Papers y Paradise Papers. “La triangulación de negocios es gigantesca, es un trader que facturó 280 mil millones de dólares en 2018, es la mitad del PBI de la Argentina en una sola empresa”, dijo Gutman y agregó: “Lo que demostraron los Panamá y Paradise Papers es que todas estas situaciones están hechas conjuntamente con la elite política mundial”.
“Son paradigmas que después se convierten en actores políticos porque son los que financian las campañas de los saqueadores y los ladrones de verdad”, dijo el economista al recordar el aporte proselitista a Cambiemos que realizó Vicentin (y su socia Glencore) y el posterior “desfalco al Banco Nación” durante la gestión de Mauricio Macri.
¿Es posible evitar que una multinacional con tan oscuros antecedentes se quede con Vicentin? Gutman considera que sí. Es más, sostiene que todo el tiempo los países bloquean compras de empresas en sectores que consideran estratégicos: “Si el gobierno tiene la decisión política de que Glencore no se quede con Renova, lo puede hacer. Lo que pasa es que se tienen que parar enfrente de los mismos con los que están negociando la deuda. Para eso endeudaron al país, para que lleguen de rodillas o no puedan negociar”.
“Tener en la provincia de Santa Fe a Glencore es que nunca se saquen los agrotóxicos, van a destrozar el suelo, son empresas que vienen a destruirle la vida a la gente”, dijo Gutman y apeló a la responsabilidad social para frenar esta movida: “Si la gente protesta efectivamente por esta situación, se concientiza la sociedad civil y sale en los medios lo que estas empresas van a hacer en el tejido social, en las comunidades, es una forma de apoyo a los gobiernos”.
Nacionalizar Vicentin
La Legislatura provincial tomó la decisión política de investigar el default de Vicentin, creó una comisión de seguimiento e investigación y ya comenzó a pautar entrevistas con los diferentes actores involucrados en pos de recabar la mayor información posible al respecto. El diputado provincial del Frente Social y Popular, Carlos Del Frade, expresó: “Es muy importante visibilizar que existe la comisión, teniendo como objetivos el mantenimiento de las fuentes de trabajo y fundamentalmente que el comercio exterior vuelva a manos argentinas”.
“Glencore ya se quedó prácticamente con Renova, con la planta en Timbúes que es la más avanzada del mundo. Así que me parece que empezamos a ver cómo lamentablemente la empresa de origen familiar y nacional hoy ha dejado su lugar a una empresa multinacional que además tiene un pasado reciente difícil en la zona porque fue la que cerró ArZinc en 2016 en Fray Luis Beltrán dejando a 120 trabajadores en la calle y un gran pasivo ambiental allí. Así que no son los mejores antecedentes. Tampoco hay ningún tipo de conocimiento de cómo va a ser la relación con los trabajadores, si se van a mantener los convenios colectivos, eso es también para nosotros un elemento de preocupación”, remarcó Del Frade en declaraciones a El Ciudadano.
Por eso el diputado provincial destaca la importancia de la comisión pero apunta más allá, que este caso sea el puntapié para reformular el comercio exterior: “Tanto desde la Legislatura provincial pero también desde el Congreso nacional queremos que Vicentin sea nacional, respete las fuentes laborales y especialmente empecemos a discutir que el principal sector exportador en la Argentina, que es el mercado cerealero, forme parte de una de las prioridades esenciales del Estado nacional”.
“La nacionalización de Vicentin sigue siendo nuestra bandera desde que la enunciamos”, expresó Del Frade. “El problema es que hoy en medio de la pandemia ha pasado a un segundo plano. Lo cual es un problema serio porque en realidad estamos una vez más profundizando la dependencia en el negocio principal que tiene la Argentina que es la exportación de granos”, agregó.
Finalmente, el diputado provincial también habló de la necesidad de “enlazar” este tema con le creación de un impuesto a las riquezas: “Forma parte incluso de esta idea de gravar la riqueza, en medio de eso también tenemos que empezar a pensar que lo que principalmente genera riqueza en la Argentina, quede para los argentinos”.