Eran las 9 de la mañana y en el predio Bella Vista de Newell’s, corría una brisa, pero el día invitaba a jugar. Las copas de los árboles se movían y con el correr de los minutos el sol comenzó a calentar. Era 25 de mayo, pero la cita no incluía locro ni empanadas, comidas típicas de la fecha patria. Estaba más para mate y facturas, pero sí invitaba a una revolución. Dos horas antes del inicio, la gente empezó a llegar al predio, la expectativa era grande. Locales de un lado, visitantes del otro. Leprosas y canallas. A medida que se colgaban las banderas, se abrían las reposeras. Cerca de las 10 de la mañana y a falta de una hora, llegó la terna arbitral y los planteles comenzaron con la entrada en calor. Se acercaba el momento esperado.
“Estábamos todas muy ansiosas, con nervios por lo que significaba jugar el primer clásico”, recuerda Rosana Gómez, en aquel entonces a cargo del plantel de Central.
“Lo viví con mucha intensidad”, dice Virginia Salera, integrante de la dupla técnica de Newell’s junto a Mariano Faurlin.
El fútbol femenino en Rosario atravesaba su segundo año de institucionalización. Habían pasado 10 del último intento de poner los papeles en orden y disfrutar de torneos de mujeres en la ciudad.
Lo que había cambiado esta vez era que la Asociación Rosarina exigió que todos los clubes que quisieran participar en los campeonatos masculinos tener que presentar un equipo femenino. El mismo año la Conmebol decidió prohibir a los clubes competir a nivel internacional si no formaban un equipo de mujeres. Era un buen año para las chicas.
El paisaje, en la mañana otoñal de Bella Vista, comenzaba a llenarse de hinchas y de cámaras expectantes de captar la imagen que graficara una parte de la historia del fútbol rosarino. Los planteles entraron juntos a la cancha y los árbitros lucieron una camiseta especial de color rosa con la fecha grabada en el dorso. El objetivo que se buscaba, desde todas las partes involucradas, era poder evitar la violencia, esa que muchas veces se le aplica al clásico rosarino masculino. En Bella Vista esa mañana estaban las dos hinchadas. Y en la previa, fueron los propios padres de las jugadoras de la Lepra quienes repartieron los volantes que pedían por la “no violencia”. Hoy, dos años después, Virginia se emociona cuando se acuerda de ese momento tan especial y lo describe: “Fue muy lindo todo lo que se armó alrededor”.
Esa mañana en el predio rojinegro, 112 años después, la pelota volvía a debutar en un clásico rosarino. El 18 de junio de 1905, cuando el deporte comenzaba a ganar popularidad en la ciudad del rio Paraná, los muchachos canallas y leprosos dieron el puntapié inicial a lo que año más tardes se convertiría en el clásico “más pasional del país”. Ellas lo hicieron muchos años después.
Rosana, o la Zurda, como se la conoce en el ambiente futbolero, tiene una larga trayectoria deportiva. Campeona en Boca, jugadora de la Selección Argentina, debutaba como DT en un clásico del club que la vio nacer. Hacía unos meses había conseguido levantar la Copa Adriana Lofiego con Central. Pero esa mañana en Bella Vista, la emoción era distinta. Con su familia del otro lado del alambrado, Rosana dice que fueron momentos muy lindos y que quedarán guardados para siempre. “Recuerdo una anécdota, saliendo del vestuario para entrar a la cancha después de una charla que fue con mucha emoción, porque estábamos entrando en la historia del fútbol femenino, una de las chicas me decía que le temblaban las piernas, que estaba muy nerviosa. Teníamos que tratar de calmarlas lo más que se pudiera, porque todas lo vivimos con mucha emoción”, recuerda Rosana.
Con las jugadoras en la cancha, la pelota comenzó a rodar y con ella la historia. El primer tiempo terminó 1-0 para Central, que se puso en ventaja a los ocho minutos con el gol de Érica “Jesi” Lonigro.
“Era nuestro primer torneo y cuando sale el fixture nos damos cuenta de que teníamos que jugar el Clásico en la segunda fecha. Fue increíble. Primero porque era un equipo que teníamos que arrancar de cero y después porque era una responsabilidad muy grande y también una motivación”, comenta Virginia Salera.
Virginia empezó a planificar el inicio de ese torneo, pero se dio cuenta de que no iba a poder estar en el gran partido. “Cuando se estaba por jugar nos avisan que lo iban a postergar porque la Zurda estaba en viaje por Conmebol. Después se volvió a postergar porque la fecha reprogramada fue un diluvio monumental y ahí me di cuenta de que el 25 de mayo no iba a estar”, rememora.
La DT de la Lepra tenía un viaje planificado y pago, no podía quedarse en Rosario. Sin embargo, la distancia no le impidió seguir el partido por transmisión en vivo de Facebook y por los mensajes que le mandaba la familia que estaba en la cancha. “No podía creer la cantidad de gente que había viendo el partido”, dice. Y continúa: “Te lo cuento y se me pone la piel de gallina, fue increíble. En un momento pierdo la señal, estábamos empatando y cuando volvió, a mi compañero de viaje le llegó un mensaje de que habíamos metido un gol, que había sido el segundo, me puse a gritar y a saltar en la calle”.
Después del gol del Canalla, a los 8 del primer tiempo, llegó el empate de la Lepra. A los 7 minutos del complemento, Martina Dezotti (NdR: hoy jugadora de Boca) ejecutó un tiro libre que Brunella Piccini alcanzó a tocar para marcar el empate. Y a los 22 volvió a aparecer Dezotti para poner en ventaja a las locales. Justamente Martina estuvo a punto de no jugar. En Rosarina le rebotaban la ficha de inscripción y hasta último momento estuvo en duda.
Con el 2-1 a favor, la Lepra se había ilusionado con quedarse con el primer clásico oficial, pero apareció Virginia Gómez, jugadora de la Selección, para anotar el empate de tiro libre sobre el final.
“Después de analizarlo, ahora que pasaron los días y los meses, también sentí que en ese partido, en lo deportivo, jugó la adrenalina por todo lo que se estaba viviendo. Nosotras veníamos de hacer unos partidos increíbles y ese día se notaba que las chicas estaban tensas, les faltaba aflojarse”, recuerda la Zurda Gómez, entrenadora que llevó a Central a consagrarse tres veces en el torneo local.
Las dos entrenadoras recuerdan con El Hincha ese partido y coinciden con que el marco era perfecto y las emociones muy fuertes. Fue un partido histórico, el primer clásico de muchos. Ellas entraron a la historia del fútbol rosarino y abrieron puertas a muchas más. Hoy algunas continúan jugando en Rosario y otras forman parte del primer torneo semi profesional de fútbol femenino del país. El clásico terminó empatado, pero fue un triunfo para todas.
Las protagonistas
Leprosas: Selene Alegre, María Eugenia Ramírez, Luciana Ferreyra, Carla Arduino, Brunela Piccini, Ayelén Gigena, Agustina Almitrano, María Laura Ramírez, Belén Montenegro, Martina Dezotti, Bianca Recanatti. Suplentes: Daiana Cozzoni, Eliza Quiroz, Clarisa Paolorossi, Mariela Sánchez, María Cielo Leguizamón, Josefina Luppi y Candela Giuda.
Canallas: Selene Menotti, Nadia Capo, Rocío Sebastianelli, Cecilia Centurión, Romina Escalada, Camina Bellavia, Maira Sánchez, Valentina Mana, Paula Salguero, Virginia Gómez, Érica Lonigro. Suplentes: Melina Álvarez, Pamela Juarez, Graciela Paris, Luana Rodríguez, Rebeca Foray, Viviana Ortiz y Nanci Trescher.