Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
Sin prisa, casi sin darnos cuenta, la ciudad va retomando el ritmo de murga callejera que le conocemos. Poco a poco los rosarinos vamos recuperando la cadencia de las ocupaciones cotidianas, acostumbrándonos a las puertas abiertas de los comercios y al recorrido de las vereditas tapizadas de hojas. El domingo además, si el tiempo acompaña, podremos acompañar al río con mate y respirar ese pedacito de cielo que tanto se agradece.
Sí, la cuarentena languidece en sus aspectos más formales, pero empieza a mostrar su cara más oscura: miles de puestos de trabajo perdidos, sueldos reducidos, comercios que ya no abrirán sus puertas, empresas que no se reactivarán. La magnitud de la recesión económica mundial es de tal amplitud y profundidad que el Nobel de Economía Robert Shiller no duda en afirmar: “No existe una pandemia, sino dos”.
En este contexto, están apareciendo voces que proponen un cambio conceptual en la economía del planeta con el objetivo de mejorar sus efectos en la vida de las personas. La pandemia parece haber encendido las luces de alerta de los gobernantes, que ya no pueden dejar de advertir la tremenda desigualdad e inmanente injusticia de un sistema sustentado en prebendas de clase y consumo sin fin.
Recientemente, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, organismo dependiente de las Naciones Unidas), declaró: “La pandemia ha hecho visibles problemas estructurales del modelo económico y las carencias de los sistemas de protección social (…) Por ello, debemos avanzar hacia la creación de un Estado de bienestar con base en un nuevo pacto social que considere lo fiscal, lo social y lo productivo”.
Las estimaciones de la Cepal para nuestra región indican que alrededor del 10% de las personas que se encontraban en situación de pobreza no extrema en 2019 (11,8 millones de personas) verán deteriorada su situación económica y caerán en una situación de pobreza extrema. También habría un fuerte deterioro de la posición de las personas que pertenecían a los estratos medios.
Debido a ello, en una conferencia de prensa virtual transmitida en vivo desde Santiago de Chile, Bárcena entregó los detalles de la propuesta de la Cepal para hacer frente a esta emergencia, planteando un Ingreso Básico de Emergencia (IBE) que debería ser implementado inmediatamente, con perspectivas a permanecer en el tiempo de acuerdo con la situación de cada país.
“Ante las grandes brechas históricas que la pandemia ha agravado, la Cepal reitera que es el momento de implementar políticas universales, redistributivas y solidarias con enfoque de derechos”, remarcó Bárcena.
También la prensa alemana a través de la cadena de televisión Deutsche Welle informó que más de una veintena de organizaciones y 160 personalidades de la cultura, la política, las iglesias y la sociedad civil han pedido un debate serio sobre la introducción de un ingreso básico incondicional.
“En la crisis del coronavirus se ha hecho evidente que todas las medidas sociales y económicas tomadas hasta ahora no han conducido a un ingreso seguro para todos», afirma Ronald Blaschke, portavoz de la “Red de ingreso básico”. “Ahora es el momento de considerar seriamente la introducción de un ingreso básico incondicional en toda la sociedad”, concluye.
En este sentido, hace ya un tiempo que se viene realizando una serie de pruebas en distintas partes del mundo para testear cómo reaccionaría la población ante la posibilidad de contar con un ingreso determinado sin necesidad de trabajar.
Recientemente se publicó el primer trabajo científico sobre la experiencia de aportar un pago único de 1.000 dólares a 10.500 hogares elegidos de forma aleatoria en 653 aldeas de Kenia (África), y los resultados muestran que el dinero no solo benefició a quien lo recibió, sino a toda la comunidad. Las transferencias produjeron un importante aumento del consumo en los hogares”, asegura el artículo, publicado por cinco especialistas de universidades como Berkeley o Princeton.
En Finlandia también se llevó a cabo un experimento entregando 560 euros mensuales a una comunidad de 2.000 desempleados durante dos años. Los resultados preliminares, presentados en febrero, indicaron que el tener un sueldo garantizado no les hizo dejar de buscar trabajo (como temían los detractores de la renta básica). Lo que sí detectaron en el país nórdico fue que disponer de 560 euros mensuales asegurados mejoró la salud, la autoestima y el optimismo de los beneficiarios.
En Estados Unidos, el paquete de rescate acordado en el Congreso para compensar el gigantesco golpe infligido por la pandemia de coronavirus en la economía incluye cheques de 1.000 dólares por adulto y 500 por niño para los hogares más desfavorecidos. Algunas voces indican que representaría un paso en la dirección del Ingreso Básico Universal que proponía el ex aspirante presidencial demócrata Andrew Yang.
El Ingreso Básico Universal, que desafía la sentencia bíblica “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, apunta, por ahora, a cubrir los insondables baches del sistema capitalista, pero no se descarta que en un futuro no muy lejano se aplique a un rango más amplio de situaciones. “Hay una narrativa que es preocupante –afirma el Premio Nobel de Economía en 2013, Robert J. Shiller– que es la de los robots reemplazando los empleos de humanos”.
Entonces, quizás la humanidad logre instaurar un modo más equitativo y solidario de compartir los finitos bienes que provee el planeta. Y desaparezca la vergüenza de la mano extendida, la doble moral del “efecto derrame” sea considerada un delito… y la vida sea definitivamente más buena.