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Como decía Gilda: “No me arrepiento de este amor aunque me cueste el corazón”

Los licenciados y licenciadas en trabajo social, no son personas buenas ni tienen que serlo, pero La historia se empeña a ponernos del lado de los que ni siquiera empatan. Sabemos que en estos barrios del sur del mundo para contar las injusticias no alcanzan los dedos de la mano, ni de muchas manos

Juan Jose Zalba (*)

Los licenciados y licenciadas en trabajo social, no son personas buenas. Por lo menos no es un requisito serlo, aunque conozco a extraordinarias personas que son trabajadores y trabajadoras sociales.

Sí son personas a que les hierven las vísceras cuando se topan ante injusticias. Eso sí está en el ADN.

Y a pesar que la sangre empieza a borbotear, cuando otro día, otra historia de mierda les mira a los ojos, analizan el contexto, evalúan la coyuntura, examinan estrategias con otros y otras, saben con quiénes cuentan y con quiénes no, y con todo eso actúan. Intervienen. Una pequeña intervención que proyectan como un nuevo camino para transformar esa injusticia.
Esos son mis colegas de trabajo social.

La práctica nos da experiencia. Esa experiencia que permite pensar y actuar estratégicamente, más allá esa intervención. Porque sabemos, por lo menos en estos barrios del sur del mundo, que para las injusticias no alcanzan los dedos de la mano, ni de muchas manos.

Es por eso que nuestra práctica no se acaba en esa intervención. Y esa práctica, y esa experiencia la transformamos en recursos para otras y otra injusticias. Esos son recursos indispensables en nuestro trabajo.

Son programas, proyectos y políticas que dan el respaldo a una primera asistencia al momento de intervenir. Que descomprimen la situación tensionante de un padecimiento en forma operativa, para luego sí atender particularidades de personalidad, posicionamiento, historia de vida, posibilidades o lo que fuese pertinente considerar.

Porque la violencia le duele y nos duele, porque el hambre los atraviesa y nos atormenta, porque la adicción los destroza y nos interpela. Es por eso que pienso que las prácticas deben construir estructuras que sean las que sanen en una primera instancia, urgente, inclusiva y efectiva. Luego habrá tiempo para particularidades, singularidades, estrategias, construcciones, promoción humana y empoderamientos.

Hay momentos que dudamos, pero en ese momento hay otra u otro que nos banca, que está, que nos vuelve a reconstruir. Aunque sea una voz en el teléfono que no tiene cara conocida. Tiene ese ADN.

La historia se empeña a ponernos del lado de los que ni siquiera empatan, pero como diría Gilda: “No me arrepiento de este amor”.

(*) Licenciado en trabajo social. Integrante del Servicio Social del Hospital Carrasco de Rosario. Colegio de Profesionales de Trabajo Social 2ª Circunscripción.

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