Este sábado se presenta el libro “Los caminos trans. De una vivencia singular a la colectiva”, una publicación que recupera las memorias y relatos orales de cinco personas trans que durante meses se encontraron para almorzar en el Centro de Convivencia Barrial del Oeste de Rosario. Las charlas y experiencias compartidas alrededor de la mesa fueron compiladas por Romina Marucco, activista feminista e integrante de la Dirección de Diversidad Sexual. El libro reúne las historias de Andreina Daniela Dibrino, trabajadora sexual; Luciana Alejandra Salomón, cosmiatra y esteticista; Vanesa Danila Flor Ojeda, peluquera unisex, cosmetóloga y masajista; Perla Daniela Pérez, cocinera; y Thiago Rodrigo Kuperman, educador de segunda infancia. En sus páginas pueden encontrarse relatos en primera persona, fotos, dibujos y otros archivos que constituyen documentos históricos de la memoria del colectivo travesti- trans. La presentación será a las 18 a través de Facebook Live con la moderación de la activista Jackeline Romero.
“La idea era construir un espacio en el que tuvieran lugar muchos mundos, en el que todo lo que ahí se gestara fuese agenciado por quienes lo conformaban. Las personas que se sumaron podrán ser descubiertas a lo largo de estas páginas que, por supuesto, fueron pura idea de elles. Mi labor en esta urdimbre es la de unir, tejer y enlazar sus relatos. Una tarea que siempre me tiene al borde del ataque de nervios porque siento una responsabilidad que me traspasa, se desprende de mi piel y me deja pedaleando en el aire hasta que me junto con ellas y con él para revisar las transcripciones y escrituras”, dice Marucco en el prólogo sobre experiencia de compilación.
“El libro se cocinó a fuego lento a fuerza de dinámicas grupales y exploraciones que se enredaron en una pluralidad de lenguajes. La pintura y el dibujo dieron el puntapié inicial a un recorrido de trabajo de taller que se expandió en lo más profundo de las singularidades. Un hacer que volvió como un búmerang que nos apapuchaba e hilvanaba un manto en el cual resguardarnos colectivamente”, agrega.
La coordinadora del CCB Oeste, Alicia Santi, cuenta que a principio de año pensaron junto con la Dirección de Diversidad Sexual que una de las maneras de convocar y referenciar el grupo podía ser un almuerzo semanal. “Compartir la mesa transforma un mero acto mecánico y fisiológico, en una celebración que promueve un clima de intercambio e interacción. Se pensó la comensalidad como disparador habilitante, amigable, que aloje el diálogo y la reflexión. Un lugar donde las biografías puedan tomar protagonismo y entrelazarse con las vivencias cotidianas. Comer en grupo genera un sentido de pertenencia y ofrece sensaciones de seguridad que promueven lazos de solidaridad y cooperación entre quienes comparten la mesa”, explica.
En esos almuerzos se cocinaron los relatos que compila el libro junto con fotos, dibujos y otros archivos. A continuación, El Ciudadano adelanta los relatos en primera persona de cuatro mujeres y un varón trans que reúne la publicación.
Vanesa: Una tarde, salí con uno de bambula arrugada que me encantaba y me quedaba divino, habrá sido en el año 1979. Me bajé del taxi, hice media cuadra, me agarra la chata de los milicos, me arrancan el vestido, uno me tira al suelo, había gente alrededor que gritaba que me dejen de golpear, el cana responde que me lo merecía por puto.
Luciana: Estaba en un aeropuerto embarcando y escucho que comienzan a llamar por el micrófono, inmediatamente me imaginé que se referían a mí. Acto seguido vuelven a repetir mi antiguo nombre; uno que no se correspondía con mi expresión de género ni tampoco con mi sexo y me vi obligada a acercarme para darles todas las explicaciones mientras que el resto de los pasajeros me miraban minuciosamente.
Thiago: Mi expresión de género era tan masculina como la de ahora. Es más, hasta tenía chivita. Mientras me encontraba en la sala de espera de la clínica reparé en que a mi alrededor sólo había mujeres. Yo sentía que me miraban de reojo. Había una puerta al final del pasillo por la que se asomaba una mujer vociferando nombre y apellido de las personas que teníamos que ir pasando. A los pocos minutos de estar ahí sentado, rodeado de mujeres, escucho alto y claro mi nombre anterior. Un frío helado me recorrió el cuerpo seguido de un fuego intenso que incineraba mi cara.
Perla: “Señora jueza, yo soy travesti y me gusta vestirme con minifalda, extravagante, y justo cuando estábamos por sentarnos a comer con mi pareja nos dimos cuenta que no teníamos el refresco, así que fui al quiosco a comprarlo. En ese momento fue cuando me trajeron para acá”. Una de las últimas veces que caí, el cana me dice cuando me marchaba: “Dice la jueza que la próxima traigas el envase”.
Andreina: Ahora que miro atrás agradezco ese miedo aterrador a las agujas ya que a gran parte de mis amigas la silicona industrial les trajo numerosas enfermedades y a algunas de ellas, le costó hasta la vida.