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La Nuestra y un partido importante contra el coronavirus en el barrio Padre Carlos Mugica

La organización social con anclaje en la Villa 31, se enfrenta desde el inicio de la pandemia de coronavirus a uno de sus rivales más complicados por la falta de condiciones para atravesarla y por la ausencia de su corazón: el fútbol como herramienta de inclusión

La Nuestra, una organización social con anclaje en el barrio Padre Carlos Mugica (ex Villa 31), se enfrenta desde el inicio de la pandemia de coronavirus a uno de sus rivales más complicados por la falta de condiciones para atravesarla y por la ausencia de su corazón: el fútbol como herramienta de inclusión de las mujeres.

Es así que una de sus referentes, con amplia trayectoria en este deporte, Mónica Santino, le contó a Télam que es tiempo «de cuidarse y entender que es el partido más importante de la historia para todes les integrantes de La Nuestra».

Santino llegó al equipo del barrio después de un partido siendo entrenadora de un conjunto de Vicente López. Aquella tarde, la directora técnica del banco de enfrente era una socióloga norteamerica, que tras su tesis final la invitó a hacerse cargo del mismo.

Sin embargo, una vez que rompió la barrera y consiguió la confianza del grupo, algo que es complicado en los barrios populares por las visitas «turísticas» de algunas personas que van «un día y luego desaparecen», comenzó su labor vital con 15 chicas y que en la actualidad tiene casi un centenar para cada partido y los entrenamientos de los martes y jueves a las 18 cuando cae el sol y la pelota asoma en la cancha de la villa en el barrio porteño de Retiro.

«Es importante para las pibas que sepan que estamos, que las escuchamos, que charlamos. Eso es clave en los barrios», afirmó.

La tarea no fue para nada sencilla, el modelo patriarcal que prevalece en la sociedad no escapa a la villa, y el espacio en la cancha se ganó después de un año de estar plantadas cada día y a cada horario establecido mientras los varones del barrio les tiraban la pelota o se les cruzaban en el medio de la práctica con la bicicleta.

El equipo se llamó «Las Aliadas de la Villa 31» y tras un arreglo con un colectivo feminista Comunidad de Conchudas Insurgentes, a cargo de la parte educativa y social, pasó a ser «La Nuestra».

«Me cuesta un montón el aislamiento -se le quiebra la voz- es la primera vez que no voy un tiempo tan largo. Me cuesta mucho pero somos un colectivo. Un grupo grande, somos muchas mujeres por suerte y cuando hacés soporte todo sigue caminando. Está bueno cuidarse y dejarse ayudar, muchas veces está bueno no creerse imprescindible», reconoció mientras cumple con la cuarentena estricta en su casa de Boedo con sus dos hijas, por ser parte del grupo de riesgo debido a su hipertensión.

A pesar de la razón, Santino se muerde «los codos» cada sábado cuando sus compañeras se acercan a la villa con las donaciones de limpieza, comestible y algo de dinero que recaudan a través de una cuenta corriente que abrieron hace un tiempo en el banco Credicoop (CBU: 1910225055022500606496).

«En la semana previa al decreto de aislamiento y suspensión de clases nosotras frenamos la actividad. Sabíamos que esto era complicado y llegó el momento de ir al banco de suplentes para protegernos todes», argumentó con la voz esperanzada.

«El fútbol lo extrañamos muchísimo. La pelota es como el corazón en los barrios, muchas chicas nos mandan fotos de la cancha vacía y eso es duro pero convivimos con las sensaciones. El fútbol es encuentro, es abrazo. Extrañamos el ritual. Tenemos que tener en claro que no lo podemos hacer. En algún momento volveremos. Soñamos con la cancha llena, con el torneo, con la parrilla llena, el entrenamiento», describió.

Santino, con pasado en All Boys como jugadora de AFA y recibida de entrenadora a medidos de los 2000, es hincha de Vélez y en su infancia creció jugando a la pelota en los picados del barrio de San Isidro. Y es por eso que valora al fútbol como «vehículo de transformación» en combinación con la militancia social que desarrolla desde 1983 con la vuelta de la democracia a la Argentina.

De hecho, en varias ocasiones, contó que su primer contacto con la militancia se dio cuando notó que enamorarse de las mujeres era un «problema para la sociedad» y algo parecido, al menos la incomodidad, se daba cuando era la única que jugaba al fútbol porque estaba «mal visto».

Esa falta de libertad la llevó a trabajar en ámbitos sociales, con el feminismo y la igualdad como bandera, y a finales de la década del ’80 se unió a Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que presidió entre 1994 y 1996.

En el presente, la entrenadora y periodista reconoció que la vida es complicada para las mujeres del barrio porque muchas veces «conviven» con los agresores y ahora en la pandemia «todo se complicó aún más».

«Una chica trans o mujer cis denuncia a su agresor y después sabe que es complicado porque tienen contactos en el barrio o directamente se quedan por ahí. Hoy eso se ve potenciado en el aislamiento», graficó Santino.

Argentina registró 327 femicidios en el 2019 y con un récord en diciembre de un asesinato por parte de un hombre a una mujer cada 22 horas, según las estadísticas del Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven.

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