Mariano Pedrosa/Tiempo Argentino
El campo, ese campo que produce más del 75% del alimento de los argentinos, este miércoles realiza un banderazo en todas las provincias del país en apoyo de la expropiación de Vicentin. Los convoca –según explican– la convicción de que la soberanía alimentaria es el camino de la justicia social. Reunidos en torno de la rama agraria de la UTEP y el Foro Agrario aseguran que la agroecología es la manera de encarar la crisis alimentaria y “una herramienta indispensable para alcanzar la soberanía alimentaria y eliminar el modelo de producción contaminante y de exclusión”.
Tiempo dialogó con Adolfo Farías, dirigente campesino del Mocase, que se encuentra en la localidad de Ojo de agua, en Santiago del Estero, muy cerca de Córdoba, donde está la Universidad Campesina (Unicam) de cuya coordinación pedagógica es parte. Antes de salir a la vera de la ruta, al banderazo con olla popular, se toma un rato para hablar de la actividad que ya está en marcha en Chaco, en Misiones, en Río Negro, en cada provincia argentina.
“Nosotros a nivel nacional, como la rama agraria de la UTEP, donde estamos nucleados todas las organizaciones campesinas e indígenas, estaremos haciendo el banderazo. Apoyamos la expropiación de Vicentin, que pase a manos de los trabajadores. Nuestra apuesta central –explica Farías– es la soberanía alimentaria, que es producir alimentos sanos para los humildes, para los compañeros y compañeras que tan mal la han pasado especialmente en estos últimos cuatro años, más allá de la pandemia”.
El Mocase es parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y la Vía Campesina internacional, que nuclea a campesinos, trabajadores rurales e indígenas de todo el mundo. Farías es un conocedor del tema, además de campesino es un activista que puede hacer la historia de la soberanía alimentaria, fórmula que opone al concepto de seguridad alimentaria: “Incluso antes del Alca, ya se empezó a hablar de seguridad alimentaria, desde Estados Unidos, Europa y las grandes empresas. Entonces, nosotros como movimiento campesino indígena junto con organizaciones de América Latina creamos este proceso que denominamos soberanía alimentaria. A esa otra mirada que dice priorizar la seguridad, nosotros le oponemos y proponemos la agroecología, que siempre decimos que es un proyecto feminista, que empuja y contiene la vida de la soberanía alimentaria”.
Más adelante en la charla definirá que “la soberanía alimentaria no es un concepto, sino un proyecto sin patrón, donde los trabajadores deciden qué producir, pero siempre para los pueblos, para los humildes, apuntando a los mercados locales”. También apunta que “es el camino para alimentar a nuestro pueblo y decidir qué producir, y en este camino apoyamos la expropiación de Vicentin. Nosotros no queremos timba financiera ni producir para exportar lo mejor: no. Tenemos que producir lo mejor para alimentar a los pueblos, y ese alimento tiene que ser sano y ser el mejor, sino no es justicia social ni democracia”.
–¿Por qué te parece que Vicentin es importante en este aspecto?
–La expropiación es un paso importante, que el Estado tenga una herramienta que ayude a producir y distribuir alimento para la mesa de todos los argentinos, y especialmente de los humildes, es importante. Y Vicentin se tornará más significativa cuando la lleven adelante el Estado y los trabajadores. En ese sentido, vemos que es posible darle un tinte diferente a cómo vino trabajando estos años, para que trabaje en serio para la producción de alimentos, que se pueda redireccionar lo más posible hacia la agroecología y la soberanía alimentaria.
–Para ustedes también se trata de un cambio en la mirada sobre la producción.
–Cuando el Estado se hace cargo de una empresa, es importante para la economía nacional, como pasó con Aerolíneas Argentina y con YPF, o sea que experiencia tenemos, y lo más importante es que sea al servicio del pueblo. No es que se salva una empresa, eso es caer en la misma lógica, sino que tiene que estar en mano de los trabajadores. Los empresarios de Vicentin fueron cómplices de la dictadura, de las políticas extranjerizadora en Argentina, eso ya no se puede sostener. Entonces, la expropiación tiene que ver con la deuda enorme que tiene con el pueblo argentino.
–En el documento dicen que es necesario “impulsar la creación de un millón de chacras mixtas combinadas con la industrialización del campo, planificada y federal.
–Hace años que con el movimiento venimos luchando por la defensa de la madre tierra, y parte de esa lucha es que la tierra esté en manos de las poblaciones campesinas, indígenas, los que realmente trabajamos la tierra y producimos alimento, no commodities. Esta es una bandera fundamental, esto genera soberanía, genera democracia. Es lo que llamamos la vuelta al campo. El 75% de los alimentos que llegan a la mesa de los argentinos lo producimos los campesinos y los trabajadores. Incluso cuando uno habla de las grandes empresas, ahí están los trabajadores, por eso acompañamos a los 7.000 compañeros que trabajan en Vicentin. Ellos saben cómo manejar la magnitud de trabajo en esa empresa.
–¿A qué llaman la vuelta al campo?
–No estamos diciendo que tengan que venir colectivos llenos de gente, claro, sino de la vuelta a la vida de las familias que quieran vivir y producir en el campo. Imaginate lo que es para una familia tener su producción y no depender de nadie. La soberanía alimentaria no es un concepto, sino un proyecto sin patrón, donde los trabajadores deciden que producir, pero siempre para los pueblos, para los humildes, apuntando a los mercados locales, fortaleciendo la producción local de alimentos que sean agroecológicos. Estamos hablando de un paradigma de producción sin venenos, que es otra forma de combatir la pandemia. Los enlatados y los grandes productores usan agroquímicos, que además de la tierra envenena a la gente. Nuestra manera de producir va mucho más allá del dinero, es una manera de vivir, de compartir.
–Cuando el presidente habló de “soberanía alimentaria”, es el Estado el que los interpela con un concepto acuñado por la propia vía campesina.
–Eso es importantísimo, porque ahí se pone sobre la mesa qué producimos, cómo lo hacemos y para quién. Es una linda oportunidad para dialogar sobre los proyectos de producción sana en todo el país, como movimiento lo venimos haciendo hace treinta años porque estamos convencidos de que es la salida para la crisis alimentaria. Nosotros estamos contentos de poder expresarnos y de hacernos cargo de que el Estado también somos nosotros y por eso apoyamos estos objetivos que tienen que ver con el bien común.
–¿Toman recaudos especiales por la cuarentena?
–Acá por suerte no tenemos la situación del Conurbano bonaerense o la capital, ayer (por este martes) estuve viendo al gobernador Axel Kiciloff y es tremendo, les mandamos nuestro abrazo solidario. De todos modos, tenemos que respetar los protocolos del gobierno nacional y de las provincias. Cumplir con eso para no contribuir a la emergencia sanitaria. Salimos con respeto y con los barbijos (risas). A diferencia de lo que hizo la derecha el otro día, nosotros lo hacemos con respeto, primero por nosotros mismos y por los que acuerdan con nuestra posición, pero también con respeto por los que no acuerdan.