A Jacinta y Pachino los separa la raza y más de 50 kilos, pero los dos encontraron alivio a sus enfermedades en el aceite de cannabis. Al año y 5 meses Jacinta empezó a convulsionar. Su familia llevó a la bulldog francesa a varios profesionales en veterinaria y le hicieron una resonancia magnética. La cabeza estaba bien, pero tenía epilepsia idiopática, es decir, sin una causa orgánica a la vista. Los ataques muchas veces obligaban a internarla por varios días. No había mucho que hacer porque los medicamentos tradicionales no funcionaban.
“Convivíamos con el miedo a un nuevo episodio y tener que ordenar nuestra vida en torno a cuidarla. Sabíamos del uso de cannabis en personas. Volvimos a consultar con infinidad de veterinarios, pero o nos decían un no rotundo, o que no estaba comprobada su eficacia en animales”, cuenta a El Ciudadano Marcela, la madre de la familia.
En esa búsqueda encontraron al veterinario Piero Teruggi y organizaron una consulta que duró horas. “Nos contó el uso de las gotas de aceite de cannabis, la dosis e indicó que no debía dejar la medicación tradicional. Nos dijo que no sería milagroso, pero que confiaba que iba a ayudarla”, recuerda Marcela, la “humana de Jacinta”, como le gusta decir a Teruggi. El veterinario no habla de dueños o dueñas. Sus pacientes son animales que viven con sus humanos.
La enfermedad de Jacinta no tiene cura, pero con el aceite –unas seis gotas por día– llegó a no convulsionar durante dos meses seguidos. “Todo lo que ayude para beneficiar la calidad de vida de cualquier ser vivo, bienvenido sea”, dice Marcela.
En octubre Jacinta va a cumplir tres años. Nunca dejó de tomar la medicación tradicional –Fenobarbital, un anticonculsivante y bromuro de potasio– y cambió la dieta, lo que le ayudó a problema en la piel propio de la raza. A un año de tomar aceite duerme mejor e incluso es la que cada mañana bien temprano toca el brazo de la hija de Marcela para avisarle que es hora de despertarse, comer y tomar las gotas.
Marcela y su familia investigaron mucho sobre cannabis, pero como otras personas no tienen ni el tiempo ni la capacidad para cultivar y hacer el aceite. “Es un trabajo de artesano. Hay que estar muy bien preparado, conocer mucho y, sobre todo, hacerlo bien y a conciencia”, dice.
Arriba
En 2018 Pachino dejó de ir hasta el portón de Gastón y su familia para recibirlos cada vez que llegaban a su casa. El gran danés de 75 kilos pasó de ayudar a otros perros con la sangre que donaba a no poder levantarse de su cucha. Su familia salió a buscar ayuda.
Primero fueron a su veterinario de cabecera, José Battagliero, quien diagnosticó una espondilosis ventral en forma de pico de loro hacia adentro que le presiona la columna y lo obliga a quedarse quieto para no sufrir. No puede ser operada.
Gastón y su familia buscaron las pastillas tradicionales (Tramadol y Previcox), con las que lograban que Pachino volviera a pararse por algunas horas, pero sabían que no podían dárselas para siempre porque son muy agresivas al hígado, riñones y páncreas. Pachino comía cada vez menos y perdió 20 kilos en dos meses.
Con mucho esfuerzo, la familia de Gastón empezó a llevar al gran danés a una clínica de fisioterapia para animales, donde le hacían magnetoterapia y ejercicios varias veces a la semana. Pachino respondía poco.
La familia también contactó al veterinario Teruggi, quien les indicó el aceite y en pocos días el gran danés volvió a pararse. Empezó a tener más hambre y mejoró su humor. “Nos volvió a recibir cuando llegamos a casa y a ser más parecido al perro que era antes del diagnóstico. Su calidad de vida mejoró y la nuestra también”, cuenta a El Ciudadano Gastón, quien confiesa no usar cannabis en forma recreativa ni cultivar.
Pachino, apodado como el actor Al Pacino y porque de joven era «pachorriento», viajó el año pasado con su familia a la costa argentina después de recuperar peso.
Sensibles
Para Piero Teruggi, el cannabis no es agua bendita. Es una herramienta más para encontrar una mejor calidad de vida para sus pacientes. “Ayuda al equilibrio y a restaurarlo en la medida de lo posible a cómo estaba el paciente”, dice a El Ciudadano.
Muchos pacientes de Teruggi tienen trastornos de conducta o epilepsias. Otros son viejos con dolores que les obligan a estar postrados, depender de corticoides, protectores de cartílagos, o hacer acupuntura, ozonoterapia, entre otros tratamientos siempre con sus humanos. “Esos venían con un cóctel muy caro y con mucho compromiso y después de un tiempo dejan todo excepto el cannabis y la fisioterapia. La calidad de vida que logran es evidente”, suma el veterinario.
Teruggi y otro grupo de profesionales de Argentina están preocupados porque sienten que el borrador de la nueva reglamentación de cannabis medicinal les deja sin protección para trabajar. Según contaron en un comunicado este martes, la ley 27.350 no incluye la profesión veterinaria y eso les impide hacer tratamientos seguros y efectivos.
“Necesitamos poder trabajar con los aceites. Necesitamos productos estandarizados y también habilitan a quienes necesitan, pueden y quieren cultivar. Necesitamos que haya un Estado presente que nos de la posibilidad de investigar, crecer y trabajar sin miedo”, opina el veterinario.
Al igual que en seres humanos el acceso al aceite es complicado por la actual ley de drogas y una ley de uso medicinal que limitó las causas para tomarlo. A eso hay que sumarle el poco avance en producir aceites con normas farmacéuticas, algo que Santa Fe intentó varias veces en los últimos años.
Envión
La semana pasada autoridades del Ministerio de Salud de la Nación se reunieron de forma virtual con 15 representantes de la ciencia, de las universidades y las organizaciones cannábicas para mostrarles un borrador de la nueva reglamentación y conseguir su visto bueno antes de enviarla a la firma de Alberto Fernández.
El “modelo 2020” define que será autorizado el cultivo personal y en red de cannabis a quienes usan, investigan o a quienes están dentro del programa nacional de cannabis medicinal. Aún no definieron –si es que lo hacen–, cuántas plantas puede tener cada persona o red. Siempre con la prescripción médica, la persona que no puede o quiere cultivar podrá comprar en farmacias habilitadas o importarlo. Si no tiene obra social, el Estado deberá proveerlo de forma gratuita.
También, según habían explicado desde las organizaciones buscar garantizar el acceso y para eso necesita de dejar de depender de la producción importada. La prioridad serán los cultivos estatales y la producción en laboratorios como el LIF de Santa Fe desde donde hace años intentan que Nación les habilite a hacer aceite. Semanas atrás en la capital provincial ingresó un proyecto para hacer un cultivo comunitario de gestión estatal con organizaciones.
Cannabis: Nación está a muy poco de habilitar el cultivo personal con fines terapéuticos