Rodolfo Pablo Treber
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
Ante la urgente necesidad de volver a encauzar al país en un modelo de desarrollo que logre la generación de puestos de trabajo genuinos, es primordial tener un plan consistente con el método adecuado a la realidad nacional y el contexto geopolítico.
Según las últimas declaraciones públicas del ministro de Economía, Martín Guzmán, y el llamado a las provincias del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, el plan por el cual se orienta el gobierno tiene como ejes centrales el ordenamiento fiscal, la estabilidad financiera, el impulso del sector de servicios y, principalmente, el aumento de la capacidad exportadora del país para un creciente ingreso de divisas que amortigüe el pago de los servicios de deuda y la demanda de importaciones.
Al haberse declarado un gobierno no estatista ni con intenciones de intervenir salvo fuerza mayor, en la inconclusa resolución de la estafa Macri-Vicentin, el gobierno apelaría, como método para ejecutar su plan, a la promoción de la inversión privada, con marcos regulatorios que permitan su competitividad en el mercado global, sin intervención estatal directa en las cadenas de comercialización.
De emprender este camino, sólo hace falta analizar el contexto y la historia reciente para encontrar debilidades e inconsistencias que imposibiliten, o desvíen, al gobierno en el fin de cumplir con el objetivo que debe tener todo proyecto político nacional: la generación de puestos de trabajo.
La consolidación de la economía primarizada y la consecuente destrucción de la industria argentina en la última década del siglo XX (proceso naturalizado por los gobiernos posteriores), demuestran que sólo haciendo énfasis en el aumento de las exportaciones no se soluciona ningún problema, por el contrario, se profundizan. Porque siendo la Argentina exportadora de materias primas y alimentos e importadora de productos industriales de alta valor agregado, la balanza comercial puede llegar a estar equilibrada en dólares, o incluso ser superavitaria, pero nunca lo está en trabajo. Mientras que ingresan y egresan anualmente más de 60.000 millones de dólares, producto de exportaciones e importaciones respectivamente, las mercaderías vendidas no tienen una cantidad representativa de trabajo implicado, mientras que pagamos millones de salarios en el extranjero resultado de los productos comprados. Esto tiene como consecuencia falta de trabajo para nuestro pueblo, alta concentración de riquezas y una dolorosa desigualdad que genera innumerables conflictos y divisiones sociales.
Como si no fuera argumento suficiente, este modelo tampoco soluciona los problemas financieros fundamentales, ya que a una creciente entrada de divisas en manos privadas sobreviene un aumento de la demanda de importaciones, sumergiendo a la economía nacional en un espiral permanente de insuficiencia de divisas.
El contexto geopolítico suma otro factor a la debilidad del enfoque exportador. Tanto la guerra comercial entre Estados Unidos y China, como la crisis económica generada por la pandemia, orientaron a los gobiernos del mundo a volver a los inicios de proteccionismo y participación estatal para cuidar la producción local y garantizar el funcionamiento de sus economías. Esto, sin lugar a dudas, ocasionará años de caída del intercambio comercial mundial.
Por lo tanto se puede deducir que no alcanza, únicamente, con el crecimiento de las exportaciones y su valor agregado. Para que el plan económico sea sólido, es necesario impulsar en paralelo un acelerado proceso de industrialización por sustitución de importaciones.
En cuanto al método, en distintos contextos y circunstancias históricas, han fracasado los intentos vinculados al desarrollo industrial, únicamente, en manos del empresariado nacional. Sin ir más lejos, encontramos el último antecedente en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, donde una vez alcanzados niveles altos en la utilización de la capacidad instalada (2011), para avanzar en la creación de empleo, resultaba imprescindible invertir en producción, maquinarias y desarrollo de la industria nacional… Pero con una estructura económica totalmente privada (logística, aduana, comercio exterior, producción, acopio y distribución) y un poder adquisitivo de los trabajadores en aumento, los empresarios capitalistas que nunca arriesgaron nada ni nunca invirtieron, trasladaron cada aumento salarial a precios. Deprimieron la demanda interna para generar mayores saldos exportables y comenzaron un proceso inflacionario que permanece hasta estos días. Así las cosas, se estancó la generación de empleo, creciente hasta ese momento, y el gobierno comenzó a ser permeable a las agresiones del poder económico concentrado, que ya pedía recambio neoliberal para comenzar con el extraordinario proceso de acumulación de ganancias y fuga de capitales que tuvo lugar durante el gobierno colonial de Mauricio Macri.
Por eso, equivocar el método es fracasar en el cumplimiento del objetivo. Errores estratégicos que el pueblo paga con sufrimiento, desempleo y pobreza en una Patria grande, rica y en la que está todo por hacerse.
Un plan de reconversión de la matriz productiva nacional, que nos permita alcanzar la independencia económica y el pleno empleo de la población, requerirá del impulso estatal en los sectores estratégicos, estimulando y promoviendo el desarrollo privado. El modo argentino de producción, que en distintas épocas y circunstancias dio excelentes resultados, hoy lo puede volver a hacer, una vez más.
De lo contrario, imposibilitados en el crecimiento de empleo genuino, los gobiernos moderados, respetuosos del mercado y el capitalismo global, terminan adoptando la salida del asistencialismo para una cada vez más grande porción de la población. A tal punto, se llega a pensar en una renta básica universal como solución, cuando en realidad si no está acompañada de la necesaria industrialización que genere trabajo no es otra cosa que la aceptación y consolidación de la injusticia social existente. Es la naturalización de una pobreza estructural, inaceptable para los argentinos de San Martín, Belgrano, Rosas, Yrigoyen, El Che, Evita, Perón, Carrillo… y tantos otros que, aunque diferentes entre ellos, comparten el espíritu de grandeza y libertad que nos caracteriza como hijos de esta tierra.
Hacer hincapié sobre el plan y el método es lo que nos debemos para no continuar con discusiones estériles que sólo sirven a la fragmentación y debilitamiento de la organización popular. Negarlo es promover el empobrecimiento del debate y la conciencia política de la sociedad.
(*) treberrodolfopablo@gmail.com / fundacion@pueblosdelsur.org