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Dos rosarinos que hicieron historia con el podio en el primer Mundial Juvenil de básquet

Luis Villa y Sergio Córdoba repasaron con El Hincha aquella epopeya de 1979 en la que se lograron enormes triunfos ante los gigantes europeos y enfrentaron a glorias de la NBA

Aquella mañana era cálida en Presidente Prudente, pero el entusiasmo del grupo de muchachos argentinos se enfrió de golpe. Mientras comenzaban a acomodar los bolsos y a organizar las habitaciones en el hotel, el desfile de gigantes los sorprendió e intimidó por un rato. Allá por 1979 era casi imposible tener material fílmico de los rivales y mucho menos si se trataba de un Mundial Juvenil. Del primero de la historia.

Por suerte, el temperamento era una de las muchas cualidades que sobraba en el plantel que dirigía Alberto Trama, un seleccionado argentino que días después se subiría al podio en tierra brasileña para colgarse la medalla de bronce y rubricar una actuación que con el correr de los años no pudo ser superada.

En el camino, cayeron los grandes de Europa y se midieron con un imbatible Estados Unidos que contaba con apellidos que luego fueron leyenda. Y cada partido fue una gran batalla, con cierres repletos de angustia, para que el disfrute sea mayor, intenso, a tal punto que hicieron historia sin saberlo. Porque el tiempo suele ser el que mide la real magnitud de los hechos.

Sergio Córdoba y Luis Villa jugaban por aquel entonces en Rosario Central y se ganaron en agobiantes preparaciones sus presencias en Sudamericano y Mundial. Nadie les regaló nada en un básquet argentino sin Liga Nacional, en el que mostrarse para aquellos que no jugaban en Capital era todo un desafío. Varios lo lograron, entre ellos estos dos rosarinos, que terminaron en cancha el partido que les dio el bronce ante Italia.

Mejor que lo cuenten ellos.

“En ese entonces no había información sobre los rivales y fue toda una sorpresa cuando nos cruzamos con las delegaciones en el hotel. Había jugadores que superaban los 2,10 metros y el más alto nuestro tendría 2 metros”, cuenta Sergio Córdoba y Luis Villa coincide: “Fue el primer gran impacto ver la altura de Estados Unidos, la Unión Soviética o Canadá”.

“Estados Unidos era imbatible, tenía a James Worthy, Eric Floyd, Lafayete Lever, Sam Perkins, Fred Roberts, por nombrar a los más conocidos”, relata Córdoba y Villa lo ejemplifica: “Fue demoledor, en un nivel totalmente diferente al resto. En un partido contra Italia a un jugador lo golpearon y como se enojaron les sacaron 60 puntos de ventaja (n. de la r: fue 134 a 77)”.

“Recuerdo haber ido a algún rebote con Worthy o un salto con Perkins y era imposible superarlos. En ese momento tenían una competencia y método de entrenamiento muy diferente a los nuestros. Ahora todo se acercó”, explica Luis.

Villa añade como dato relevante que se venció a todos los elencos europeos que enfrentaron, algo muy poco común en la historia de los seleccionados nacionales y Córdoba apunta a un argumento táctico: “A los europeos los sorprendimos con una defensa zonal 1-3-1 con la que compensábamos la falta de altura. Tomábamos los rebotes y sacábamos el contragolpe”.

La fase de grupos fue muy positiva, ya que reinó la lógica frente a Egipto y Panamá, se le ganó bien a Canadá, se sorprendió a la URSS y obviamente se perdió con Estados Unidos. Argentina entró a la fase campeonato de los seis mejores, en un formato de liguilla en la que se arrastraban los puntos de la etapa inicial y se jugaba contra los equipos que venían de la otra zona. Cada victoria era meterse en el podio. Cada derrota era alejarse. Y para un equipo que convivía con la angustia e incertidumbre del final cerrado, cada duelo era de máximo sacrificio.

“A Yugoslavia le ganamos por un doble, fue tanto a tanto y si recuerdo bien ellos erraron una pelota clave en el final”, rememora Córdoba sobre aquel duelo ante el equipo de Zoran Cutura, el hoy entrenador Zeljko Obradovic y Zoran Radovic. El paso fue clave, fundamental. Pero quedaban dos más y uno era Brasil.

Villa relata el contexto: “Si le ganábamos a Brasil éramos segundos incluso antes de la fecha final, pero si perdíamos los dos últimos partidos podíamos terminar en el sexto lugar, lo que iba a arruinar de alguna manera todo lo que habíamos hecho hasta ahí. Ya los habíamos enfrentado en el Sudamericano de Montevideo y ellos nos habían sacado una buena ventaja. Recuerdo que entramos con Sergio y ayudamos a llevar el partido a tiempo extra. Pero en el Mundial fue diferente, fue parejo todo el tiempo y se definió con pitos algo raros”.

Los dos rosarinos fueron de la partida ante la Italia de Antonello Riva, a pesar de que Villa no llegaba entero desde lo físico: “Ganamos sufriendo como casi todos los partidos, recuerdo defender a Magnífico, tomar en el final un par de rebotes en defensa y dársela en la mano a Musso y a Aréjula. Terminamos en cancha y pudimos subir al podio”.

“A la distancia uno empezó a valorar lo que hicimos –agrega Córdoba-, bronce en el primer Mudial Sub 19. Y eso que nos robaron el partido con Brasil, sino éramos subcampeones”.

“Son recuerdos muy gratos. Lo que se logró fue importante y la experiencia extraordinaria. Llegamos a las 5 de la mañana a Ezeiza y estaban León (Najnudel) y Heriberto (Schonwies) esperándonos junto a mucha gente. Para alguien como yo que empecé a jugar a los 15 años, lograr ser tercero en un Mundial a los 19 fue algo increíble”, resume Villa, que por aquel entonces estudiaba Agronomía y junto con Córdoba (cursaba el profesorado en Educación Física) debían viajar, entrenar doble turno y jugar casi sin descanso en cada una de las concentraciones en Buenos Aires.

Ambos recorrieron un extenso camino en el básquet y en la vida, pero no olvidan ese esfuerzo, esa emoción de cada partido ganado, la sensación de estar caminando en terreno desconocido ante potencias que a esa altura ni siquiera se miraban en televisión. Por eso el recuerdo está vigente a pesar de las más de cuatro décadas transcurridas. El tiempo le dio magnitud, porque el básquet argentino demostró que tiene futuro tras la Generación Dorada, pero también tiene un pasado que vale la pena contar.

La campaña

En la etapa clasificatoria, Argentina compartió el grupo B con Estados Unidos, Unión Soviética, Canadá y Egipto, mientras que en la zona A jugaron Brasil, Italia, Yugoslavia, Uruguay, Australia y Filipinas.

El elenco albiceleste comenzó su recorrido en el certamen en Presidente Prudente un 15 de agosto, día en el que le ganó a Egipto 150 a 44 con 23 de Politi, mientras que un día después perdió frente a Estados Unidos por 98 a 61. En el ganador hizo 13 tantos Sam Perkins y por Argentina anotó 12 Duffy.

En la tercera presentación Argentina dio su primera gran golpe al imponerse por 74 a 72 a la Unión Soviética con 20 de Aréjula, en tanto que con el 97 a 72 (Aréjula 22) frente a Canadá y el 90 a 72 (Maretto 21) contra Panamá aseguró su pasaje a la ronda definitoria del certamen, que en aquel momento fue de todos contra todos.

Allí se arrastraban los puntos de la primera fase y se chocaba con los tres adversarios que venían del otro grupo, por lo que cada triunfo de Argentina significaría acercarse más al podio. El 77 a 75 ante Yugoslavia con 18 de Aréjula fue el segundo cimbronazo a favor de Argentina en el torneo, y aunque la derrota con clara influencia arbitral ante Brasil 74 a 73 (Aréjula 21) fue dolorosa, el triunfo 71 a 70 con Italia con 18 de Maretto aseguró el bronce aquel 25 de agosto. El goleador del certamen fue Horacio Tato López, de Uruguay.

El equipo

Mauricio Musso, Daniel Aréjula, Marcelo Duffy, Julio Politi, Javier Maretto, Sergio Córdoba, Gabriel Milovich, Jorge Faggiano, Javier Troccoli, Luis Villa, Esteban Camisassa, Carlos Gandolfo.

Los que también fueron bronce

En Edmonton 1991 Argentina conseguiría otra vez la medalla de bronce, con un inolvidable triunfo en el partido por el tercer puesto, con triunfo 74-71 ante la Yugoslavia de Dejan Bodiroga, Zeljko Rebraca y Dragan Tarlac. Allí estuvo Facundo Sucatzky en el elenco que dirigía Edgardo Vecchio y que también tuvo a Alejandro Montecchia, Gabriel Cocha, Jorge Racca, Patricio Simoni, Rubén Wolkowyski, Gabriel Díaz, Claudio Farabello, Horacio Acastello, Cristian Aragona, Martín Peinado y Armando García.

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