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Armonía cuerpo/mente en tiempos de furia: grietas de un frágil equilibrio que tambalea en pandemia

Con la pandemia el frágil equilibrio de la vida se desvaneció. Nuestro transcurrir hoy está alterado por un sinnúmero de dificultades que, sin darnos cuenta, se van adhiriendo al universo psíquico y hacen tambalear la estructura de nuestra personalidad. Mantener la calma es la consigna

Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

Carreras diarias, pesares, proyectos inconclusos, gritos, decepciones, desencuentros, deslealtades… Variaciones que la vida cotidiana propone a los seres humanos en cualquier punto del planeta. Infortunios que resultan compensados (en un sustrato dialéctico con resultados dispares y más o menos justos) por encuentros, alegrías familiares, besos, abrazos, promesas, metas alcanzadas, logros, sonrisas.

Con la pandemia este frágil equilibrio se desvaneció: mientras la primera parte de la ecuación se vio aumentada por la creciente incertidumbre laboral, económica, y la amenaza que pende sobre la salud de los cuerpos, el segundo término se ha disminuido debido al consecuente aislamiento. Nuestro transcurrir vital hoy está alterado por un sinnúmero de dificultades que, sin darnos cuenta, se van adhiriendo al universo psíquico y hacen tambalear la estructura de nuestra personalidad.

El “mantener distancia” lleva a cancelar el contacto corporal con amigos, hermanos, hijos y nietos, que tanta falta nos hace. El uso del tapabocas ahoga de múltiples maneras (real y metafóricamente), y obliga a alzar la voz para hacernos oír. Los medios de comunicación no hacen más que incrementar la angustia al poner el foco sobre una realidad que no elegimos, y de la que nos gustaría escapar. La economía mundial, en caída libre, alerta sobre un futuro desigual y se muestra vulnerable, a merced de elementos naturales y/o artificiales, desconocidos y potencialmente mortales.

Las consecuencias de un escenario tan incierto y agobiante no tardan en hacerse sentir. Desgano, cansancio, adicción por la comida, depresión, son síntomas de un malestar general que casi todos percibimos. Según una encuesta realizada por la Sociedad Argentina de Nutrición, seis de cada diez argentinos (56,9%) subieron de peso durante la cuarentena. ¿La causa? Comer por ansiedad o aburrimiento, tener la cocina “disponible” y buscar satisfacciones para contrarrestar el constante bombardeo de noticias negativas que nos llegan de “afuera”.

Para neutralizar esto (y evitar la posterior culpa frente a la inexorable balanza) los expertos sugieren comer sentados, en un ambiente relajado y atendiendo a los sentidos. Por ejemplo, concentrarse en el sabor, la temperatura o el olor de lo que se está comiendo.

Otra situación inesperada fue la necesidad de trabajar a distancia. El ya famoso “home office” debió implementarse sin garantías ni experiencia previa, acelerado por una situación imprevista que puso en acción mecanismos disponibles desde hace tiempo, pero largamente resistidos por las empresas. El desconocimiento en el área vino acompañado por la falta de una legislación que resguarde los derechos tanto de los empresarios como de los trabajadores, y en ocasiones sin contar con un espacio adecuado, compartiendo la mesa del desayuno con las tareas escolares de los hijos.

Recientemente, el portal de empleos Bumeran realizó una encuesta regional entre sus usuarios para comprender de qué manera los afecta el aislamiento social implementado por la pandemia de covid-19. El primer dato alarmante que reveló la investigación, es que la mayoría de los consultados aseguró experimentar o haber experimentado el síndrome de “burnout” o “cabeza quemada” durante la cuarentena. Los números indican que el 87,9% de los argentinos, así como el 89,1% de los peruanos, el 82,4% de los chilenos, el 74,2% de los panameños, el 70% de los ecuatorianos y el 69,6% de los mexicanos encuestados, experimentaron sensación de falta de energía o agotamiento, un aumento de la distancia mental con respecto al trabajo, y sentimientos negativos o cínicos respecto a su actividad laboral, viendo su eficacia profesional reducida.

De la misma encuesta surge que el 68,5% de los argentinos trabaja más horas ahora que antes de la pandemia. Y el 44,5% aseguró no poder separar la rutina laboral de la vida personal, en un contexto en el que ambas se llevan a cabo dentro del hogar.

En este sentido, la Organización Panamericana de la Salud, desde su portal, desliza algunas sugerencias a fines de poder lidiar del mejor modo posible con un entorno que resulta cada vez más agotador. Entre otras cosas recomienda seguir conectado y mantener activas las relaciones, utilizando todos los medios a disposición: correo electrónico, redes sociales, videoconferencias y teléfono. También indican mantener las rutinas personales o crear nuevas, prestar atención a las propias necesidades y sentimientos, ocuparse de actividades que se disfruten y sean relajantes, hacer ejercicio regularmente, mantener los hábitos de sueño y consumir alimentos saludables.

Por otra parte, aconsejan minimizar el tiempo dedicado a mirar, leer o escuchar noticias que causen ansiedad o angustia; buscar información únicamente de fuentes confiables y chequear actualizaciones sólo una o dos veces al día, a horas específicas, sin hacer caso a rumores ni estimular la circulación de fake news.

Nuestra mente, ese caballo salvaje que necesita ser sujetado con mano firme, pareciera querer desbocarse a cada momento, aumentando su fiereza con cada estadística que suma fallecidos e infectados, con cada noticia que informa disparidades e inconsistencias sobre el transcurrir de la enfermedad, con cada rumor sobre el avance de contagios entre allegados o amigos de amigos.

Mantener la calma es la consigna. Un desafío que nos interpela desde el interior para verse reflejado en el exterior. Una relación equilibrada entre el cuerpo y la mente es el secreto para mantener la armonía que conduce al bienestar… Incluso en tiempos de furia.

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