Un grupo de astrónomos descubrió en las nubes ácidas de Venus un gas llamado fosfina que indica que los microbios pueden habitar en ese planeta, según la Royal Astronomical Society.
La revista Nature lo planteó hace 53 años basado en teorías de Carl Sagan y Harold Morowitz.
Investigadores las universidades de Cardiff, Manchester, y Cambridge, en el Reino Unido, conjuntamente con los del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), estudiaron el tema. Usaron los telescopios James Clerk Maxwell, de Hawai, y Ama, de Atacama. Y detectaron «fosfina» o «fosfano» entre 48 y 60 kilómetros de altura sobre la superficie hirviente del segundo planeta de la familia solar, un hermano rocoso y similar a la Tierra en cuanto a tamaño, masa y composición.
La «fosfina» es un gas incoloro, inflamable, que explota a temperatura ambiente y huele a ajo. Pero se cree que se forma naturalmente por la degradación de materia orgánica, detalla en la edición digital de La Nación la periodista especializada Nora Bär.
Es la primera vez que se halla fosfina (o fosfano) en uno de los cuatro planetas telúricos del Sistema Solar, «al margen de la Tierra», indicó a la AFP Jane S. Greaves, profesora de astronomía de la Universidad de Cardiff, quien dirigió el estudio.
Rodrigo Díaz, del Centro Internacional de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de San Martín (Icas), comentó que el anuncio es «emocionante».
Desde que las primeras sondas lanzadas por la Unión Soviética descendieron sobre la superficie de Venus se sabe que allí las temperaturas son capaces de derretir el plomo, la presión atmosférica es 90 veces superior a la de la Tierra y sus nubes son de ácido sulfúrico.
Los científicos deben determinar si la producción de fosfinas son de origen biológico o no.
Venus ha sido, de algún modo, dejado de lado por las agencias espaciales, que han privilegiado a Marte como objeto de estudio. La atmósfera tóxica de Venus y sus altas temperaturas (hasta 400 grados Celsius) parecían descartarla como un ambiente susceptible de generar las condiciones para el surgimiento de formas de vida microbiana. Este estudio parece dar un giro en 180 grados a esa afirmación.