¿De qué manera se definen aspectos importantes de la pandemia, como el de permitir a los ancianos recibir en el geriátrico a sus familiares o definir a quién se le asigna un respirador y a quién no? ¿Cuál es el criterio a aplicar para tomar determinaciones clave en la vida de las personas?
Allí entran en acción disciplinas como el derecho de la salud y la bioética, que tuvieron en estas últimas semanas su congreso nacional. Por supuesto fue en la modalidad virtual, ya que el encuentro presencial (que debía llevarse a cabo este año en la ciudad) quedó imposibilitado por obvias razones.
El congreso fue organizado por el Centro de investigaciones de derecho de la salud de la Facultad de Derecho de la UNR, el Instituto de la Salud y Bioética del Colegio de Abogados de Rosario y el observatorio de salud de la Facultad de Derecho de la UBA. Y una de sus presidentas, la doctora Julia Canet, contó cuáles fueron las principales conclusiones.
“Nuestra disciplina, a partir de la pandemia, se vio interpelada en relación a un montón de aspectos. Y nos pareció interesante analizar qué fue lo que nos pasó, en qué nos tocó contribuir y qué se espera de nosotros como abogados que trabajamos en salud o bioeticistas para el futuro. Qué estamos llamados a hacer, porque todo el mundo está aún un poco desconcertado con respecto su propia actividad. Todos hemos tenido que adaptarnos a estos nuevos tiempos. Y estuvo interesante analizarlo desde ese lugar”, señaló la presidenta del Instituto de esta rama del derecho del Colegio de Abogados.
Para Canet, entre las conclusiones más destacables está “el papel de la bioética, que tiene protagonismo en la toma de decisiones importantes dentro de la pandemia, por ejemplo las vinculadas al final de la vida, por ejemplo. Los famosos triage de asignación de recursos sanitarios en el supuesto de que el sistema de salud se viera colapsado y no le pudiera dar asistencia a todos los pacientes que lo requieran. Esas son cuestiones que no se pueden resolver sobre la marcha, de acuerdo al criterio del momento, sino que tienen que tener preestablecido un mecanismo que haga que esas decisiones sean las más equitativas posibles”.
“En ese punto hemos podido colaborar y mucho armando los protocolos, que además tienen la ventaja de sacarles de sus espaldas esas decisiones a los médicos y trabajadores de la salud, que ya bastante están haciendo en esta situación para además tener que decidir a quién ponen en un respirador o a quién no, a quién pasan a terapia y a quién no”, añadió.
Otro punto saliente de lo analizado en el congreso es “el llamado de atención acerca de no ser reducidos como seres humanos al hecho meramente biológico. Por ejemplo, lo que ocurrió con las personas que morían sin poder estar acompañados por sus seres queridos. La OMS se ha cansado de repetir que la salud es un estado de bienestar bio-psico-social, o sea que no podemos ser reducidos a lo biológico. Ese es un error grave, más allá de que claramente hay que tomar todos los recaudos”.
“Pasó también con los adultos mayores que viven en un geriátrico, a quienes se les prohibió ver a sus familiares. Sin embargo, se pudieron elaborar protocolos para que tuvieran ese contacto sin ponerlos en riesgo. Son cuestiones en las que tuvimos que trabajar, pensar, buscar soluciones y que finalmente contribuyen para que las cosas se vayan encaminando socialmente y en término de salud emocional”, cerró.