El dolor de quienes conocían a Sebastián “Oso” Cejas apenas comienza. Este miércoles, los restos del cocinero de 38 años asesinado cuando le robaron el auto en Gaboto y Sarmiento fueron cremados en la localidad de San Lorenzo, tras ser velados en una cochería del macrocentro rosarino. El luto y la bronca continuaron pasado el mediodía frente al Centro de Justicia Penal (CJP), donde decenas de allegados, familiares y amigos exigieron justicia y exhibieron una caja con las cenizas del Oso. También, mostraron una vaina servida que hallaron frente al hospital Español. Aseguraron que fue el proyectil que lo mató y que los peritos no la recogieron. Con el correr de las horas y ya este miércoles por la tarde, amigos de Oso encontraron un proyectil intacto en la misma zona que sumó más indignación.
Con la entereza que mostraron durante estas últimas 36 horas, Ana María, la mamá de Oso, su otro hijo Alejandro, acompañados por otra persona, fueron recibidos por la fiscal Gisela Paolicelli, a cargo de la investigación del crimen, ocurrido pasada la medianoche del martes, cuando Oso esperaba dentro de un Chevrolet Onix fuera del hospital Español que su padre, Felix, saliera de una sesión de diálisis. La reunión duró unos 45 minutos y los familiares de Sebastián dijeron al salir que hay algunas pistas pero que todavía no había indicios concluyentes que llevaran a una detención de los responsables.
Ana María recordó esos momentos de desesperación, y mencionó a “cuatro mocosos flacos que no le dieron tiempo a nada”.
“Sebastián paró el auto, levanté la vista y los tenía a los cuatro ahí. No me dieron tiempo a nada, a él tampoco. Yo creo que si él hubiera tenido tiempo hubiera arrancado el auto, aunque a lo mejor era peor porque podían tirar. Lo estaban golpeando, a mí me sacaron del auto y me corrieron. Un mocoso que nos saca nos apunta, a los taxistas y a mí”.
“Uno tiró –continuó la mujer–, tiró al aire y dijo no se muevan. Él, por Sebastián, forcejeó con los otros, yo gritaba «Seba, dáselo. Dejalo que se lleven el auto». Fue en esa refriega que Sebastián recibió un balazo en el pecho.
“Lo vi tirado y lo vi muerto, tenía los ojos brillosos”, lamentó Ana María. Y dijo: “Me lo mataron como un perro y salieron arando. Arrancaron el auto y salieron hasta Corrientes y de ahí en contramano (hacia el sur)”.
Oso fue velado por apenas dos horas en la cochería Caramuto, de Córdoba 2936. Las restricciones por la pandemia de coronavirus no impidieron que más de cien personas se hicieran presentes: amigos de la gastronomía, de la vida, motoqueros lamentaron la pérdida. “Todo lo que se dijo queda chico por lo que era”, resumió un amigo.
Oso tenía un proyecto gastronómico que quedó trunco a dos semanas de su lanzamiento. “No lo puedo creer, no encuentro una razón para entender lo que pasó”, dijo en el Centro de Justicia Penal uno de sus amigos, que era su socio en este nuevo emprendimiento.
Antes de la concentración en el CJP, a unas tres cuadras, en inmediaciones de cortada Babbini y Gaboto, un grupo de allegados halló una vaina servida entre los viejos adoquines cerca de donde mataron a Oso. “Caminando vimos el casquillo brillando en el piso”, dijo un asistente.
El casquillo luego coronó una imagen tan fuerte como simbólica: fue colocada sobre la caja de cenizas de Oso Cejas en medio del reclamo de justicia. Por la tarde, los mismos allegados encontraron en esa misma zona una bala intacta. Esto sumó una nueva indignación, ya que sostuvieron que la escena no fue resguardada y peritada como corresponde.