Mauro Federico/ Puenteaereodigital
Los traficantes de drogas siempre son útiles para el poder. Forman parte del argumento que necesita el capitalismo para garantizar el sostenimiento de un negocio fabuloso: la “lucha” contra el narcotráfico. Sirven como el “enemigo perfecto” para cuyo combate es menester gastar miles de millones de dólares garantizando multimillonarios negocios a los que venden “la solución”; y también son útiles para mostrar la supuesta “eficiencia” de los gobiernos que no tienen argumentos que sostengan sus políticas socio-económicas. Pero hay un plus: el circo que generan los operativos antinarcóticos distraen la atención de los temas centrales que el sistema político nunca termina de resolver. Algo así como lo ocurrido esta semana con el “Teta Gate” que se transformó en el epicentro del debate, desplazando cuestiones trascendentales para el devenir de la Argentina. Pasen y lean.
Es curioso, pero a Pablo Escobar Gaviria nunca le atrajo la cocaína. Eso no le resta gravedad a las atrocidades que perpetró para sostener su imperio erigido en torno al narcotráfico, ni lo exime de los crímenes cometidos durante las dos décadas más sangrientas de la historia colombiana. Simplemente le otorga al personaje un costado diferencial, como también se lo brinda la vocación asistencialista para con las familias humildes de su Medellín natal, donde también fue asesinado a fines de 1993, cuando huía de las fuerzas parapoliciales que lo buscaban por toda la ciudad.
Más allá de su poderío económico y territorial, Escobar fue utilizado por el gobierno de su país para distraer muchos otros problemas que aquejaban a la sociedad colombiana y para justificar la intervención directa de los Estados Unidos en territorio cafetero a través de sus agencias de inteligencia y sus fuerzas especiales antidrogas. “Los norteamericanos utilizaron el dinero de la droga de mi padre para financiar su guerra sucia contra el comunismo en Centroamérica”, relató Sebastián Marroquin, primogénito de Escobar Gaviria en uno de sus libros donde brinda escalofriantes detalles sobre la vida de su padre.
“Barry Seal, uno de los pilotos que trabajaban para él, fue asesinado en 1986, cuando Escobar se enteró de que le había tomado las únicas fotos conocidas que demuestran que ejerció como narcotraficante. Pero se omitió deliberadamente que junto a Pablo Escobar había un agente de la CIA y un oficial sandinista. Soldados nicaragüenses cargando droga en un avión que le vendió la CIA a mi padre… Todo eso es un poco raro, ¿no?”, se preguntaba Marroquin en una entrevista concedida a periodistas del diario El País.
La figura de El Patrón del Mal —tal como lo bautizaron los creadores de una de las tantas series producidas sobre su vida— siempre vende, otorga dividendos, rating y sirve para generar atención y distraer. Como Rene Lavand, el célebre prestidigitador manco que manipulaba el mazo de cartas como ningún otro mortal, hay quienes conocen el arte de manejar a la opinión pública mostrando una realidad que engaña la vista del público, mientras perpetran la maniobra sin ser advertidos.
En 2017, la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el titular de la Unidad de Información Financiera (UIF) Mariano Federici encabezaron una conferencia de prensa donde presentaron los alcances de un “mega operativo” en el que se había “desbaratado” a una supuesta banda narco integrada por “lavadores de dinero ligados al Cartel de Medellín”.
En la supuesta “investigación” aparecían involucrados un abogado argentino llamado Mateo Corvo Dolcet, y los ciudadanos colombianos José Bayron Piedrahita Ceballos, Mauricio “Chicho” Serna (ex jugador de Boca Juniors) y la familia del mismísimo Escobar Gaviria. La funcionaria hizo referencia a la serie televisiva y llegó a ironizar con la posibilidad de hacer una nueva temporada con el resultado de esta pesquisa, a la que presentó como “la más grande operación anti narcóticos de la historia”.
Todo ese gran armado jurídico, mediático y político está a punto de colapsar a partir de la presentación efectuada esta semana en el juzgado federal de Dolores por José Manuel Ubeira, representante legal de Corvo Dolcet, en el marco de la causa donde se investiga una presunta asociación ilícita que llevó adelante distintas extorsiones y planes delictivos.
“Bullrich, el falso abogado Marcelo D’Alessio y la Justicia de Morón, alineada con Cambiemos, armaron un gigantesco show en base a información falsa y manipulada, con protagonistas que le daban volumen a la historia, pero que no tenían relación alguna con ningún delito”, dijo Corvo Dolcet en diálogo con #PuenteAereo.
El supuesto súper-narcotraficante colombiano Piedrahita Ceballos, no era narco sino coimero que quiso arreglar a un oficial de Migraciones estadounidense, por lo que fue condenado y vive cómodamente sin ninguna imputación en Colombia. Lo único que hizo el “Chicho” —además de pegarle a cuanto rival se acercara por el mediocampo bostero, por lo que podría haberle cabido alguna figura del Código Penal— fue venderle la casa en Argentina y dos autos a su compatriota, muchos años antes de que la DEA lo pusiera en la mira.
Y la viuda de Escobar, María Isabel Santos Caballero, y su hijo Sebastián fueron imputados por lavado de dinero solo por haber sido el nexo entre Piedrahita y Corvo Dolcet para efectuar una inversión en Argentina, gestión por la cual cobraron (y firmaron un recibió oficial a cambio) una comisión legal de 100 mil dólares.
Va quedando claro que el proveedor de la “carne podrida” tras la cual fueron los investigadores judiciales, fue el mismo operador mediático-judicial que se presentaba en los programas de televisión como “experto en narcotráfico” y repartía tarjetas donde se autodenominaba “asesor de Bullrich”.
“Fue todo una jugada de marketing del aparato de Cambiemos, en complicidad conel fiscal federal de Morón Diego Basso y la Procuraduría de Narcocriminalidad, a cargo de Diego Iglesias, que se resquebrajó cuando empezaron a cotejar los datos falsos que había aportado el impresentable de D´Alessio”, agregó Corvo Dolcet.
Pero hay algo más grave aún. “La Procunar armó una precausa y le dio intervención a la AFI, excediéndose por completo en lo que la ley establece como parámetros para desplegar actividad de inteligencia sobre los ciudadanos. De este modo confirma lo que el juez Ramos Padilla llama el método de la bandeja de plata, que es la forma en la que los funcionarios judiciales se valían para ingresar a una causa información falsa generada por la AFI”, remató Corvo Dolcet, quien espera el juicio oral, mientras soporta una causa artificialmente armada con el objetivo de favorecer una negociación que la DEA tenía en Colombia con Piedrahita Ceballos.
El que no llora, no mama
El bochornoso escándalo protagonizado por el renunciado diputado salteño Juan Ameri el jueves pasado, cuando succionó uno de los pechos recientemente operados de su pareja “para probarlos” (tal como declaró en sus descargos mediáticos) durante una tele sesión de la cámara Baja en la que participaba a través del zoom, se transformó en el tema de debate central de la política argentina esta semana.
Justo cuando el mismo cuerpo legislativo se aprestaba a debatir temas tan importantes como el “impuesto a la riqueza” o la reforma judicial y la Corte Suprema debe definir si interviene en los casos de los traslados suspendidos de los jueces Bruglia, Bertuzzi y Castelli, quienes pretenden politizar una decisión adoptada por la actual administración con la única finalidad de ordenar el desastre efectuado por el gobierno anterior, las miradas mediáticas desviaron su atención al Teta Gate como si estuviéramos en presencia de un verdadero asunto de Estado.
Es evidente y entendible que lo vergonzoso del episodio provocara la justificada reacción del presidente de la Cámara de diputados quien presionó —junto al titular del bloque oficialista— para que el desfachatado legislador del Frente de Todos renunciara a su banca. Lo que es inexplicable –y parece parte de una campaña para distraer a la opinión pública— es que se haya dejado de hablar de los asuntos que verdaderamente definen el futuro del actual proceso político y ponen en vilo la institucionalidad del sistema democrático.
La sociedad argentina se merece un poco más de respeto, algo que Ameri pareció no haber entendido y pagó con su renuncia. Punto. Que no se magnifique el episodio a punto de cuestionar la legitimidad de uno de los poderes constitucionales que tiene por delante desafíos mucho más importantes que rasgarse las vestiduras por el “chupatetas”.