El investigador del Conicet Alberto Tasso aseguró que “la diversidad cultural de Argentina es una de las más ricas del continente americano”, en el marco del Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
“Santiago del Estero es un muy buen ejemplo de esos orígenes y de su estudio contemporáneo en las aulas de historia, folklore y estudios culturales, desde el nivel primario a la universidad”, sostuvo Tasso.
El sociólogo, escritor y doctor en historia detalló que tres son las “principales raíces o vertientes” de la Argentina: “los pueblos originarios, la conquista hispano-lusitana del período colonial que trajo africanos esclavizados, y la inmigración europea y oriental del período independiente”.
Sobre el decreto 1.584 firmado por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que modificó lo que antes se llamaba Día de la Raza, Tasso opinó que “fue un cambio acertado, de gran importancia ideológica y política”, ya que “opuso al de los dominadores el discurso de los dominados y rebeldes y permitió avanzar en el conocimiento de una historia negada”.
Reconocimiento de religiones, géneros y minorías
En ese sentido remarcó que “en el último siglo y medio se han hecho notables avances, que provienen tanto del pensamiento y la investigación como de los movimientos sociales y políticos”.
“El pasado arqueológico, la lengua quichua, la canción y la música popular, las creencias y costumbres indo-campesinas, son algunos de los temas que figuran en la agenda educativa de hoy”, añadió.
Y agregó que “también se ha avanzado en el reconocimiento de religiones, géneros y minorías, pero es mucho lo que aún falta hacer, pues se trata de desmontar mecanismos patriarcales y coloniales de larga data”.
También sostuvo que “las sociedades crecen por agregación de pueblos que buscan sus recursos naturales y humanos, de los que se aprovechan mediante el dominio militar o político, que también supone el de su cultura, tales como lengua e instituciones”.
“Para nuestros pueblos, que la vivieron, la diversidad cultural permite recuperar un pasado que les fue ocultado, y que hoy nos permite apreciar la mirada de nuestro tiempo”, manifestó.
Es así que sentenció que “la rígida estructura de clases de otros tiempos está siendo gradualmente reemplazada por la de una sociedad plural, más comunicada y fluyente”.
A la vez, dijo que como pueblo se puede colaborar para que la diversidad cultural no se pierda y “lo primero es recuperarla en nuestra memoria familiar, pues la biografía alimenta a la historia y ayuda a entenderla.
Ya fueran nativos, africanos, criollos o extranjeros, nuestros antecesores se inscriben en el marco más amplio de la región, la provincia y la nación; nos ayudan a entender su economía, sus costumbres y forma de vivir, con un detalle que no está en los libros de historia”.
“Luego es bueno informarnos sobre los derechos ciudadanos y la larga lucha de los pueblos americanos para conquistarlos y defenderlos”, expresó.
Contra el racismo histórico del Estado-Nación
Luego de la llamada tercera ola de democratización de los años ochenta y la celebración de los quinientos años de la conquista de América en los noventa, se fortalecieron a lo largo de la región sudamericana movimientos tanto de indígenas como de afrodescendientes contra el racismo histórico del Estado-Nación de los países latinoamericanos.
Las consecuencias han sido muy significativas, entre ellas el diseño de nuevas constituciones en casi todos los estados, en las cuales explícitamente se hace referencia a la multiplicidad de naciones, pueblos, o culturas que conforman los países.
Hay una larga tradición de movimientos emancipatorios en el continente. Pero cada uno tuvo matices que lo caracterizaban como hijo de su época. José Martí, en Nuestra América, por ejemplo, reflexionó acerca de la situación, haciendo referencia a la tesis de Sarmiento de 1874, de que, como Facundo, los pueblos latinos de América estarían presos de la barbarie, y al mismo tiempo ya le preocupaba el imperialismo estadounidense con sus numerosas intervenciones político-militares.
No sorprende, pues, que Martí reclame tanto una valorización de la especificidad autóctona de estos pueblos, como su unidad frente al enemigo que se agranda al norte. O si se mira hacia la instigadora reflexión de José Carlos Mariátegui, en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928)), se ven varias de las más urgentes cuestiones comunes a muchos países de América Latina en su época siendo puestas en discusión, desde la imposición religiosa y el centralismo político y económico hasta la concentración de la tierra y la dominación de la población indígena.
Nuevo carácter multinacional del Estado
El horizonte de referencia de estos autores, y de los movimientos a que hacían eco con sus escritos, era todavía el de la formación de Estados-Naciones. La búsqueda de esta unidad, vista como desafío urgente, no permitió que se desarrollara en aquel tiempo la sensibilidad hacia la diversidad étnico-cultural de las poblaciones que compartían el mismo espacio territorial.
No se percibió que esta búsqueda de la unidad implicaría un alto grado de asimilación de aquellos que no pertenecían a los grupos dominantes.
El nuevo carácter multinacional del Estado debe entenderse fundamentalmente por el fortalecimiento de tres grupos de personas que hoy se resisten a ser asimilados: los indígenas y sus descendientes, los afrodescendientes, y los inmigrantes y sus descendientes.
Estos tres colectivos (por supuesto que muy heterogéneos entre sí y a su interior) presentan a veces lenguajes diferentes, religiones distintas y costumbres difíciles de entender para la cultura dominante en cada país pero ya está dejando su huella de diversidad y reclama su total reconocimiento.