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La Carpita: un club que sigue con su historia por el amor de socios y vecinos de barrio Industrial

La popular institución fue fundada en 1926 como biblioteca, y cuatro años después agregó los deportes. "Es un lugar donde prima el sentido de pertenencia y la igualdad de género", dijo Esteban Siciliano, presidente de la entidad

La Biblioteca Amor a la Verdad fue fundada en 1926, en la intersección de Junín e Iguazú, y cuatro años después se anexó la parte deportiva. Entonces, el club pasó a llamarse Biblioteca Amor a la Verdad y Deportivo Unión Central, pero es conocido como La Carpita. La popular institución de barrio industrial resurgió en el 2000 por la fuerza de sus vecinos y vecinas. Hoy, reluce y es patrimonio de la fiel masa societaria. También es un lugar donde prima el sentido de pertenencia y la igualdad de género. Así lo resumió Esteban Siciliano, presidente de la entidad.

En el club hace 20 años que hay participación de mujeres en la comisión directiva. «Ahora son más y es positivo porque además antes no venían al club. Las mujeres tienen otra mirada, laburan de otra manera y es muy importante contar con ellas», contó el presidente de la institución.

Siciliano cuenta cómo llegó a involucrarse con La Carpita: «Quería recuperar el club porque la crisis de los ´90 lo dejó tecleando. Trabajamos muchísimo y hoy podemos decir que mantenemos vivo el espíritu y amor por esta institución”.

Además de la crisis económica, el hombre explica que, hacia el inicio del nuevo milenio, el club «quedó acéfalo como muchas instituciones barriales y surgió la urgencia por colaborar de los vecinos y vecinas del barrio».

«Queríamos involucrarnos de alguna manera. Lo hicimos mediante el futsal. Y así es como fuimos manteniendo toda la estructura hasta que logramos poner la documentación en regla gracias al apoyo de la Municipalidad, mediante la Dirección de Clubes de la Secretaría de Deporte y Turismo», señaló.

«Al tener todo formalizado logramos contar con ciertos beneficios como el Plan Abre que nos vino bárbaro», describió Siciliano, quien luce dos tatuajes del club como marca registrada en su cuerpo; uno en el brazo derecho y otro en el gemelo de la pierna derecha.

El presidente de La Carpita tiene 41 años y hace 20 que trabaja en la reactivación del lugar y busca potenciar la parte social, junto a amigos y gracias al apoyo de muchas personas. «En 2001 arrancamos con el futsal, y hoy aquellos jugadores pasaron a ser los profes de diversas categorías. Ellos les inculcan el amor por el club a los chicos. Cuando veo cómo les hablan o actúan siento orgullo. Sobre todo porque cada uno hace mucho sacrificio para poder dar una mano desde el lugar que ocupe”, expresó el referente de DUC.

Desde afuera se puede ver el frente recién pintado y una moderna iluminación, pero el club permanece inactivo por la pandemia. «Desde hace varios meses estamos cerrados. La situación es crítica y no escapa al resto de la sociedad. Pero a la vez hay que destacar la solidaridad espontánea de los vecinos porque ni bien decidimos encarar una campaña de donación para la gente más necesitada, la respuesta fue casi inmediata», relató.

«Desde abril a la actualidad repartimos casi 500 bolsones con productos de higiene y alimentos no perecederos a familias de la zona», afirmó Siciliano antes de acotar con cierto orgullo: «No tenemos empleados en el club, pero los chicos y chicas que colaboran se pusieron la campaña al hombro como las demás tareas institucionales. Somos una gran familia de amigos y amigas devenidos a la dirección».

De los 400 socios y socias activas antes de la pandemia, la mayoría asiste a las actividades de futsal. «Tenemos una escuelita de futsal femenino y un equipo en primera. Vienen muchas chicas, incluso hay ramas de categorías de varones que están a cargo de mujeres”, narró el presidente.

Y agregó: «Hay un equipo de trabajo mixto. La comisión directiva cuenta con cupo femenino. La presencia de las mujeres es esencial en este club».

Otro deporte que ofrece La Carpita es vóley femenino con dos categorías. Mientras que en el salón del primer piso, cuando no hay restricciones por la pandemia, hay zumba, gimnasia deportiva, taekwondo​, folclore, tela, y algunos talleres gratuitos de guitarra y escritura que organizaba la Municipalidad; también se está poniendo en marcha un innovador gimnasio para darle un servicio extra a la barriada.

Como dato extra Siciliano resalta que: «Los y las profes de las diversas especialidades están haciendo Zoom de manera solidaria. Porque hasta antes de la pandemia les dábamos un pequeño viático, aunque con este parate no pudimos dárselo más. Por eso, la labor que realizan por amor al club permite que sigamos respirando. Sin dudas, tenemos un gran equipo de trabajo y por eso los clubes barriales como este siguen funcionando».

Además, el presidente contó que la institución también cuenta con un jardín maternal: «Se llama Conejito Blanco y está desde hace casi 40 años. Lamentablemente ahora la están pasando mal, pero ahí también hay un grupo de profesionales impresionante».

En el comedor de la institución, estilo bodegón, se respira la historia misma del club. Conserva ese resplandor natural que nació en 1926. «Acá nos juntamos y hablamos de todo. Por eso solo puedo decir que, en primer lugar, es un honor y un orgullo estar trabajando en este club. Me crié acá prácticamente. En segundo lugar, es una enorme responsabilidad estar al frente de este espacio porque uno está representando a los socios y cuidando a la vez este recinto que es de ellos y ellas. Es más, lo tomamos como nuestra segunda casa», sostuvo Siciliano.

«El sueño es terminar el techo y hacer un nuevo piso. Con el Colegio de Arquitectura habíamos hecho un proyecto que abarcaba nuevos vestuarios, tribuna y terraza, entre otras cosas. Pero por ahora sigue siendo un sueño a cumplir”, cerró Siciliano.

Seguramente, pronto, se materializará. Porque si algo logró mantener encendido el club es el sentido de pertenencia que el barrio mantuvo con él desde su fundación.

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