Por: El Destape
Llegó el calor a Rosario y potenció una peligrosa rebeldía a las restricciones definidas por el Estado. En un difícil momento sanitario, luego de semanas con un promedio de 1.000 contagios de COVID por día, en todos los rubros y actividades hay cada vez más desobediencia ante las prohibiciones. La llegada de las primeras temperaturas altas, hace poco más de una semana, mostró una situación de desborde en los comportamientos sociales respecto de los cuidados y actividades restringidas, en especial entre los jóvenes.
En las playas públicas, como la Rambla Catalunya, aparecieron bañistas que se tiran a tomar sol y compartir una bebida. En el río Paraná se registra actividad náutica con embarcaciones, que está prohibida, con personas que cruzan a las islas entrerrianas a pasar el día. En casas particulares y espacios compartidos de edificios, se multiplican de forma descarada encuentros afectivos que no están permitidos. En parques y plazas, en lugar de circular la gente se sienta a conversar o tomar mate mientras los niños usan los juegos infantiles, ambas actividades no habilitadas. En tanto, las redes sociales multiplican imágenes de aglomeraciones de clientes sin barbijo ni distancia en corredores gastronómicos, sobre todo en cervecerías.
De a poco van apareciendo clubes abiertos en los que se hacen reuniones en secreto en bancos de cemento junto a las parrillas. Incluso hay canchas de fútbol 5, en las que amigos se juntan a jugar sin respetar la modalidad «metegol», que también alquilan quinchos de forma clandestina. Algunas instituciones decidieron de forma unilateral empezar con entrenamientos de deportes colectivos infantiles de contacto, que por el momento siguen prohibidos. En gimnasios, es común ver a muchas personas con el barbijo en el cuello.
Intermitente
La desobediencia preocupa a los equipos sanitarios. Si bien algunos números como tiempo de duplicación de casos y ocupación de camas mejoraron, el sistema de salud sigue con un alto nivel de estrés. La gran mayoría de los incumplidores son jóvenes que se sienten menos en peligro ante un posible contagio al estar fuera de la población de riesgo. Cansancio, rebeldía, negación, imitación y mala comunicación estatal son algunas de las causas. Lo cierto es que se ha normalizado que los rosarinos tengan un montón de conductas que no se pueden llevar a cabo. Hoy cualquiera conoce a alguien, amigo, familiar, vecino o compañero de trabajo, que violenta las reglas adrede.
En este escenario, las autoridades ya piensan en un nuevo formato de cuarentenas intermitentes. Leonardo Caruana, secretario de Salud municipal trazó consultado por El Destape «un escenario epidemiológico complejo, de mucho riesgo». Es que el número de casos sigue siendo importante y el sistema de salud está en tensión: «El índice de duplicación que pasó de 9 o 10 días a más de 20, pero el número de ocupación de camas, inclusive con el incremento de plazas que se hizo la semana pasada por acuerdo con el sector privado y en los hospitales provinciales, hoy casi ha pasado desapercibido, porque ya estamos en los mismos niveles previos (86%) con un margen de un número limitado de camas. No hay un colapso, pero hay un alto estrés», definió.
Por eso, consideró Caruana, «volver atrás no representa un fracaso», y es una posibilidad neta si las variables sanitarias se agravan. Los equipos de salud están evaluando junto al Ejecutivo una sucesión de restricciones y flexibilizaciones más cortas pero más profundas, con horizontes definidos, planificados, para no poner un rubro en lucha con otro rubro, y restringir por 15 días la circulación y los contagios. «Debe haber un equilibrio entre la posibilidad de regular los comportamientos sociales y el estado del sistema de salud. Sin posibilidad de ampliar más infraestructura, restablecer ese equilibrio requiere disminuir la circulación», explicó el médico.
Tentación y negación
Este tipo de actitudes sociales tienen raíces distinguibles para la psicoanalista Marité Colovini, directora de la la Maestría en Psicopatología y Salud Mental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y el Centro de Estudios e Investigación en Psicoanálisis y Discursos Contemporáneos. «Lo prohibido siempre atrae. Fue así desde el comienzo de la humanidad, incluso podemos pensar en el mito de Adán y Eva. Nunca hubo tanta gente en el parque como ahora. Salieron todos, hasta los que nunca salían», dijo a El Destape.
La segunda cuestión que opera en el fenómeno es, para Colovini, «la negación como mecanismo de defensa que implica un no reconocimiento de la realidad. Borro los datos que reconozco porque me hacen daño, porque implica que estamos en riesgo, de enfermarnos y morir y esto es muy difícil de metabolizar y procesar». En tercer lugar señaló el comportamiento de algunos medios de comunicación, sobre todo la televisión, que «han militado la anticuarentena y abonado el terreno para que la gente no acate. No podemos desconocer el efecto que producen sobre la subjetividad: inciden sobre el pensamiento, sobre las acciones y sobre las conductas de la gente», manifestó.
La profesional sumó a este combo «los mensajes absolutamente contradictorios desde donde tiene que emitirse la prohibición», en referencia a las autoridades estatales. Y citó como ejemplo la habilitación de una fiesta en la costa con 200 personas, música con DJ, luces y oscuridad, bajo el argumento de que estaba funcionando como bar, mientras se le prohíbe a la gente concurrir a la playa. «El doble mensaje contradictorio genera enloquecimiento. Se tienen que poner de acuerdo los que establecen las recomendaciones y las prohibiciones. Las dos órdenes contrapuestas disuelven el límite. Tenés que ser claro, porque la gente no acepta más las prohibiciones», consideró.
Rebeldes
Para la psicoanalista, la actitud irreverente de los jóvenes «es necesaria, inclusive para determinada edad, para desprenderse de las ataduras y los laxos familiares, porque forma parte de la exploración de los límites». Pero aclara que «los mayores estamos para marcarlo, y el Estado sería en este caso el que plantee que existe. Y eso no es autoritarismo, es explicarle para cuidarlo. Todo cuidado requiere una restricción», argumentó. Y señaló: «Que algo esté desmadrado o desbordado significa que no hay borde ni hay madre. Y la democracia plantea precisamente un campo en donde se plantean los límites para poder convivir socialmente».
Profundizando el razonamiento, definió que «el síntoma social actual es la locura, en tanto no hay límites simbólicos que te vayan poniendo balizas en la realidad para que uno pueda vivir en ella». Siguiendo esa línea, manifestó que la libertad que pregonan en las marchas anticuarentena «no es de la que hablaron los filósofos, sino una falta de preocupación por el otro». Según Colovini, en estas conductas «se cruza el resultado de lo que el neoliberalismo produjo en la subjetividad, el individualismo total. Se trata de un cambio antropológico. Nos transformó de homo sapiens sapiens en homos economicus», cerró.