El ex arquero de Central Roberto Bonano, una de las figuras de aquel recordado equipo que dio vuelta un 0-4 contra Atlético Mineiro de Brasil, venció en los penales y salió campeón de la Copa Conmebol la noche mágica del martes 19 de diciembre de 1995 en el Gigante de Arroyito, comparó aquella gesta con una pieza literaria de Roberto Fontanarrosa, entrañable intelectual argentino e ícono de la pasión «canalla».
«La final fue como empezar a escribir un cuento de Fontanarrosa porque nos tocó la revancha contra un gran rival después de haber jugado un gran partido en Brasil. Parece mentira pero nos encontramos con un Taffarel que tapó todo y en cada contra lograron convertirnos, bajo una lluvia torrencial, nos costó mucho adaptarnos y fue un revés grandísimo (0-4). Cuando terminó el partido con ese resultado en contra se nos había venido el mundo abajo a muchos. Recuerdo un vestuario con lágrimas, con mucha tristeza y con la idea de que era muy difícil revertir el resultado en la vuelta», recordó.
A 25 años de ese título, único de corte internacional en la historia de Central, el exquero abundó: «Para mí la Copa Conmebol de 1995 fue un campeonato extremadamente especial y una de las satisfacciones más grandes que tuve. Me había fracturado el tobillo a principios de ese año, entonces (el director técnico) don Angel (Zof) puso al «Pato» (Roberto) Abbondanzieri en el torneo y a mí en la Conmebol. Fue una de las satisfacciones más grandes porque pude volver a entrar a una cancha y a jugar en forma profesional, cuando estaba en duda mi continuidad con una vida de atleta por una fractura previa».
El exarquero de Central, River y Barcelona recordó que «el club estaba pasando un momento de apremio económico y era nuestra primera chance de jugar un torneo internacional, así que para nosotros era un estímulo extra».
Central atravesaba una de sus recurrentes crisis económicas y el primer viaje en pequeños aviones chárter a Uruguay -«unas palomitas», graficó el «Chacho» Coudet- fue una odisea: «El club no estaba bien económicamente, pero encaramos el torneo con mucha ilusión y recuerdo nuestro primer viaje a Uruguay, donde nos tocó jugar con Defensor Sporting. Como era lógico, no había mucho dinero en el club y nos tocó viajar en unos vuelos charter, en unos aviones muy chiquititos».
«Durante el viaje hubo tormentas -relató-, se movió mucho el avión, sufrimos bastante. Por suerte pudimos ganar, fuimos pasando fases y una Copa que al principio le interesaba a muy poca gente entre los dirigentes y los hinchas, para nosotros siempre fue un torneo muy especial porque éramos jóvenes y era nuestro primer torneo internacional».
Bonano rememoró los sacrificios del plantel, el cuerpo técnico y hasta los hinchas para viajar: «A medida que pasaron las fases nos fuimos ilusionando, la gente mucho más. A veces tuvimos que juntar dinero para costear algunos gastos. Recuerdo siempre a algunos hinchas que nos siguieron a todos lados, hay un famoso hincha conocido como (Juan Carlos Farcuf) Baglietto, que viajaba 48 horas en colectivo para vernos, haciendo un esfuerzo grandísimo para seguir a Central. Uno dimensiona con el tiempo todos esos pequeños esfuerzos que a uno lo llenan de orgullo».
Después de perder 4-0 la primera final, el hoy entrenador de arqueros de la selección paraguaya se sorprendió cuando, al volver al hotel en Belo Horizonte, «estaba esperando un grupo de unos 20 hinchas, que habían viajado especialmente para la final y recibieron al equipo con aplausos, dando ánimo para la revancha»
«Eso ya nos revitalizó -admitió-. Y dentro del plantel hubo una especie de juramento de que íbamos a revertirlo y a hacer lo mejor para cerrar el torneo con una buena imagen. Y de regreso a la ciudad el plantel vio la fe ciega del hincha. Creo que el 50 por ciento de haber revertido la final se lo debemos a los hinchas».
«Dar un paso por la ciudad era encontrar a un hincha que nos decía `lo vamos a ganar, nosotros vamos a gritar y ustedes corran, que al partido lo vamos a dar vuelta y el título va a ser nuestro'», recordó.
«Tito» reconoció que Zof tuvo una jugada maestra en la última práctica: «En vez de convocar a la Reserva llevó un equipo de juveniles a la última práctica de fútbol, a los que les ganamos 10 u 11 a 0. Era una forma de ver o de decir que podíamos hacer muchos goles y mucho más ganar confianza por parte de los delanteros. El efecto fue espectacular, fue una gran viveza de don Ángel, un hombre con mucha sabiduría».
«Después de muchos años, vimos todos los jugadores juntos el partido, había escenas que no recordábamos, y era increíble el grado de intensidad que teníamos. Tuvimos un primer tiempo espectacular (3-0) y yo les pedía a mis compañeros que por favor cuidáramos nuestra defensa porque habíamos logrado lo más difícil, que sacar una gran ventaja. Cualquier gol que nos marcaran los brasileños iba a ser definitivo, por lo cual nos quedaban 45 minutos para lograr la proeza».
«Esos segundos 45 minutos fueron muy sufridos, fuimos perdiendo capacidad física y ellos se cerraron mucho más atrás. El gol no llegaba, lo cual hizo prolongar aún más el sufrimiento y le dio un carácter épico porque en centro brillante del ‘Negro’ Palma lo encuentra a ‘Petaco’ (Horacio Carbonari) solo en el punto penal y con un cabezazo increíble la pone al lado del palo y eso desató definitivamente la locura».
Era el final soñado: «La verdad que llegamos a los penales pensando que el partido no lo podíamos perder. No habíamos estudiado a los pateadores, confiamos en nuestra intuición y se nos dio. Fue una locura total».