“La cárcel nos hace pagar con el cuerpo a las mujeres. Pagamos con la culpa de ser malas madres, de ser malas mujeres, porque así nos tilda la sociedad y así nos expone la falta de políticas públicas antes, durante y después de la cárcel”. El texto es parte del relato que brindó la militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos Nora Calandra, ex detenida, en un conversatorio realizado a mediados de este mes sobre violencia en contextos de encierro junto a media docena de destacados referentes sociales.
El conversatorio Salud y violencias en cárceles de mujeres se desarrolló por la plataforma de streaming y se transmitió por Youtube de forma abierta y gratuita, lo que permitió que los expositores interactuaran con el público en general para reabrir un debate siempre vigente: el de los derechos vulnerados de detenidos y detenidas, en particular el acceso a la salud de mujeres y personas LGTBIQ privadas de la libertad. Fue organizado por la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Maternidad negada
“Quería contarles lo que yo viví, cómo vulneran todos los derechos de las mujeres, porque cada vez que pasa el tiempo estoy más convencida de que castigan por ser mujer, por ser mujer pobre”, expresó Nora Calandra, militante de Rama de Liberades del Movimiento de Trabajadores Excluido.
Nora reconstruyó cómo transitó su embarazo y cesárea estando detenida. “Parí a mi hijo en un hospital público pero cursé el embarazo en un contexto de encierro. Fueron nueve meses de dolor y de culpa”, dijo para referenciar cómo la cárcel hace “pagar a las mujeres pobres con el cuerpo” y señalar “la falta de políticas públicas” antes, durante y después de la cárcel.
Así explicó «el mes a mes del embarazo en soledad» y los pedidos para que les respetaran los controles mensuales, las ecografías y “esa primera fotito del bebé que no existe para las mujeres detenidas, porque ni siquiera podemos preguntar el sexo de nuestro bebé”.
Según recordó, los controles durante los primeros meses de gestación se hacen dentro de la Unidad Penitenciaria y recién a partir del sexto mes, si no hay complicaciones, empiezan en el hospital extramuros.
“Llegás al hospital esposada, con un personal penitenciario varón y una mujer de cada lado. Entrás a un hospital así y tenés que soportar las miradas prejuiciosas y la atención con desprecio de parte del personal médico; no te dan ganas de ir, ni de seguir soportando eso. Eso nos pasa antes a las mujeres pobres en los hospitales públicos, imagínense cuando una está presa”, dijo.
Entre los abusos relatados mencionó varios sufridos durante los primeros minutos del nacimiento, en ese momento tan irrepetible e íntimo: “Yo parí por cesárea. Y a muchas como a mí, cuando estaba anestesiada, abierta la panza, recién sacado mi hijo, me dijeron si quería ligarme las trompas para ya no tener más hijos”.
La violencia que siguió después no fue mejor. “Tener que parir con una esposa en tus pies, no poder acunar a nuestros hijos por tener a un personal penitenciario armado a dos metros de la cuna del bebé”, dijo a modo genérico para luego revivir su experiencia: “Cuando yo parí a mi hijo estaba con una cadena en los pies, estaba manchada de sangre por el postparto, y tenía un tipo con un arma mirándome. No pude gestionar ese primer vínculo con mi bebé”.
Así recordó una experiencia dolorosa que sigue tan vigente como cuando la vivió, hace ocho años. “Escucho a los movimientos feministas hablar de parto respetado; en las cárceles no se sabe qué es eso. Todas las violencias se suman, se incorporan, se naturalizan como si fueran parte de la condena”, dijo Nora para hacer referencia a la más común. “Si hacemos una denuncia no nos creen. Si decimos que nos duelen los ovarios, no nos creen; si decimos que nos duele una muela, no nos creen. La odontología en las cárceles es así: te sacan los dientes. No te los arreglan”, expresó.
“Uno no sabe lo que le pasa hasta que empieza a ponerle nombre. Hoy yo tengo herramientas, mi militancia, la formación que me dio el territorio. Hoy sé que yo sufrí violencia de género, sé que sufrí violencia obstétrica, pero en ese momento pensé que era parte de mi condena”, concluyó.
Violencia y género
El testimonio de Nora no hizo más que confirmar lo que los panelistas expusieron en la charla, la mayoría de ellos referentes sociales que conocen la problemática carcelaria de primera mano. También, el contenido de un informe institucional realizado entre 2016-2018 por el programa de Extensión de Género, Sociedad y Universidad sobre la perspectiva de género en contextos de encierro que fue presentado durante el conversatorio.
En su intervención, la cofundadora de Mujeres Tras las Rejas Graciela Rojas explicó que “el encarcelamiento femenino sin perspectiva de género, es una violencia de género”, postura que argumentó con más de una década de trabajo dentro de unidades penitenciarias.
Piden que el encarcelamiento femenino sea considerado violencia de género
En esa línea, la abogada y trabajadora en Contextos de Encierro María Florencia Pourreuix aseveró que “en definitiva hablamos de la responsabilidad estatal y en ese sentido, creo que hay que decir con todas las letras y sin tapujos: la cárcel mata y la cárcel enferma”.
Por su parte, César Bissutti, quien junto a Evelyn Defagot integra la Consultoría de Género en Contextos de Encierro de la UNL pronunció que “el Estado es responsable no sólo por lo que hace, en el sentido de las violencias que produce, sino también por aquellas que no evita; por eso, la violencia de género al interior de las cárceles es una cuestión en la que hay que trabajar, hay que empezar a pensar cómo garantizamos que las personas detenidas puedan vivir una vida libre de violencias”.