Florencia Demirdjian*
La vulnerabilidad es un legado histórico y la manifestación de un problema estructural en el cual vivieron las poblaciones armenias sometidas bajo el régimen turco otomano; el poder abrumador tuvo consecuencias letales y masivas que derivaron en el genocidio armenio.
El armenio es un pueblo originario del Cáucaso conformado por tres millones de habitantes en 1872 en el Imperio; antecedía a los otomanos y, a la vez, a sus antecesores.
En principio la posición geográfica de las tierras ancestrales armenias como corredor entre Asia y Europa supuso una amenaza para sus pobladores, situados en el corazón del Asia Menor (Turquía actual), frontera natural entre turcos y rusos que los exponía a continuas invasiones extranjeras.
El desmembramiento del imperio profundizó el resquebrajamiento de los lazos sociales, las minorías vivían asfixiadas y su situación se agravaba por las amenazas externas dadas por la rivalidad entre los países europeos, Turquía y la emergente potencia rusa.
La antesala de la Primera Guerra propició una estructura de oportunidades que en condiciones estables, en tiempos de paz, son poco probables; generó la suspensión del parlamento turco y la activación de leyes de emergencia ejecutadas por las fuerzas de seguridad, el establishment militar identificado con las autoridades.
Entre 1878 y 1923 se firmaron diez tratados de paz en los cuales estaba incluida Armenia y los armenios para sus mejoras y reformas. Si bien existieron, estos instrumentos jurídicos no pudieron aplicarse.
La solución final panturquista
La población armenia autóctona de la región del Asia Central fue vulnerada sistemáticamente en diversos momentos de su historia; primero por el sultán Abdul Hamid II, con intenciones disciplinarias, luego por las medidas panturquistas de solución final.
La dependencia económica del Imperio turco-otomano fue acentuándose cada vez más durante el siglo XIX, lo que no dejaría de tener consecuencias en la organización social y política. Durante la Primera Guerra Mundial, el imperio turco puso en marcha el plan sistemático de exterminio, por el que asesinó a un millón y medio de armenios, sumado a los centenares de miles de armenios que murieron cuando los turcos intentaron extender el genocidio a la Armenia rusa, en Transcaucásica. Esto fue posible gracias a la estructura de la oportunidad, la creación de un sistema de leyes temporarias con las cuales el poder se concentraba en el triunvirato militar al mando del gobierno de los ministros Talaat, Enver, Djemal, quienes ordenaban arrestos masivos en todos los rincones del imperio aumentando la vulnerabilidad de las víctimas.
En la ecuación de un genocidio, además del componente de poder, se requiere de un elemento paralelo que funciona como control en el ejercicio del poder. Cualquier crimen premeditado no se podría ejecutar sin esta estructura. No son suficientes las circunstancias, sino que también se necesita de una eficiencia funcional. Además de planificar y manejar la logística, tiene que haber una estructura de mando y de control que asegure la destrucción a un costo mínimo.
El proyecto de homogeneización étnica del territorio sigue siendo otra amenaza latente que se inicia con la exaltación de un pueblo superior que viró del panislamismo al proyecto panturquista, un modelo racista que aspiraba a la unificación de todos los pueblos túrquicos para crear un territorio étnicamente homogéneo que el Estado turco perpetrador del genocidio mantiene en sus planes al día de hoy. El presidente turco Recep Tayyip Erdoğan y el presidente de Azerbaiyán İlham Aliev manifestaron públicamente que la hermandad de dos Estados en una nación tiene la intención de cumplir con el sueño de sus antepasados.
El peligro de un nuevo genocidio si las sanciones no llegan
Prácticas discriminatorias, discursos de odio, leyes sistematizando la persecución de las minorías étnicas. La violación del derecho internacional de los derechos humanos, del derecho penal internacional es permanente.
Si bien la declaración universal de derechos humanos de la ONU está disponible en más de 360 idiomas, –y brinda a las personas de todo el mundo un poderoso instrumento de lucha, contra la opresión, la impunidad y las afrentas a la dignidad–,no puso fin a los abusos ya que sin la voluntad de los Estados no hay solución de controversias por vías diplomáticas.
El 90 por ciento de las normas internacionales son creadas por los Estados y se cumplen porque benefician a sus propios intereses. Cabe reflexionar, a 108 años del genocidio contra el pueblo armenio, sobre el impacto que esto representa para las poblaciones armenias, corriendo el peligro que se repita un nuevo genocidio si las sanciones no llegan.
Según Pastor Ridruejo, el derecho internacional es susceptible de algunas críticas (acusadas carencias institucionales; insuficiencias graves en la prevención y la sanción de sus violaciones; y una politización extendida, aunque no absoluta, en la solución de controversias), no permiten negar la obligatoriedad de sus normas para todos los miembros de la comunidad internacional.
Y para finalizar quisiera recordar que como menciona el antropólogo Michel-Rolph Trouillot “lo que está en juego en el pasado es el futuro”.
*Cátedra Armenia Universidad Nacional de Rosario / Grupo de Estudio