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A 150 años de la muerte de Calfucurá, un cacique «diplomático» clave en la historia argentina

El investigador y escritor Omar Lobos publicó un libro donde recopila más de un centenar de cartas históricas del cacique. "Su rol como líder político fue fundamental durante la emergente construcción nacional y la desmemoria aún persiste sobre estas figuras de la historia", remarcó el autor

María Clara Olmos/Télam

A 150 años de la muerte de Calfucurá, el cacique mapuche de mayor influencia en la región pampeana durante el siglo XIX, el investigador y escritor Omar Lobos, que publicó un libro que recopila más de un centenar de cartas históricas de su autoría, dialogó con Télam sobre su rol como líder político «fundamental» durante la emergente construcción nacional y la “desmemoria” que aún persiste sobre estas figuras de la historia argentina.

Así lo repasa Lobos en “Juan Calfucurá. Correspondencia”, epistolario que propone un recorrido histórico por la vida del cacique a través de casi 130 cartas suyas y otros 600 documentos que las contextualizan.

Calfucurá, que significa piedra azul en mapudungun, nació en el Llaima, en la Araucanía chilena, y cruzó los Andes en 1830, para asentarse definitivamente en Salinas Grandes, en el actual territorio de La Pampa, un inmenso reservorio de sal y punto estratégico de las rutas comerciales mapuches en las pampas.

La bravura de los malones que encabezaba y la perspicacia de los tratados de paz que lograba caracterizaban al «gran Toki» (jefe de jefes), que durante cuatro décadas fue uno de los líderes mapuches con mayor centralidad de este lado de la Cordillera.

“Calfucurá fue el primero en ver la necesidad de crear una gran confederación indígena con distintas tribus (ranqueles, tehuelches, huilliches, pampas) y logró centenares de acuerdos con los jefes de esas tribus para defender los derechos y las tierras de los indígenas”, sostuvo Lobos en diálogo con Télam.

Asimismo, de la correspondencia -que el libro recopiló de manera inédita- se destaca el “inmenso esfuerzo diplomático” de Calfucurá durante aquellos años en los que lo que se discutía era “nada menos que la configuración geográfica, política y social de nuestro territorio”.

Hábil negociador con los distintos gobiernos, según describió Lobos, Calfucurá fue un “protagonista de la historia y la política argentina”, aunque hasta estos días «poco se reconoce» su figura y la presencia ineludible de referentes como él en aquellas álgidas décadas.

Las cartas -que eran dictadas por el cacique en mapudungun, traducidas por el lenguaraz y transcriptas por el escribiente- van desde su aparición en la actual La Pampa hasta su muerte y rendición de su hijo Manuel Namuncurá el 3 de junio de 1873.

Cinco años después, durante la llamada Conquista del Desierto, su tumba fue profanada y su cráneo, entonces robado, permanece hasta la actualidad en el Museo de La Plata, pese al pedido de restitución a su tierra de distintas comunidades mapuches.

El investigador y escritor Omar Lobos dialogó con Télam

-¿Cómo podría definirse la figura del cacique Calfucurá en la historia argentina?

-«Calfucurá fue un líder latinoamericano, indígena, pero sin dudas también un líder político que tuvo una centralidad política que duró 40 años. Creo que nadie en el siglo XIX tuvo una centralidad tan duradera como la tuvo Calfucurá. Es destacable la doble relación que tuvo hacia adentro del pueblo mapuche y hacia afuera, en un momento en el que lo que hoy es Argentina estaba en construcción. Estábamos organizando el país y Calfucurá fue uno de los que durante cuatro décadas terció en esas tribulaciones».

-¿Cómo llega Calfucurá, nacido en el actual Chile, a las pampas?

-«Llega en un momento que hay una gran crisis política, porque ha ocurrido el fusilamiento de (el coronel Manuel) Dorrego, (Juan Manuel de) Rosas asume el poder pero se retira cuando no le renuevan las facultades extraordinarias y se va a hacer su campaña a los llanos. Allí es donde presumiblemente traba contacto con Calfucurá, que siempre dijo que vino porque el gobernador Rosas lo mandó a llamar. Llega de su mano pero enseguida comienza a hacer su propia estrategia. Calfucurá abraza desde entonces la causa federal porque ve que el federalismo lucha por las autonomías regionales».

-¿Qué es lo que se desprende de las correspondencias que el libro recopila?

-«El libro busca que Calfucurá haga oír su voz lo más puramente posible. Las cartas reflejan los esfuerzos de cancillería que hizo para tratar de que lo entendieran y que fue central porque dialogó con todos los gobiernos, todos los líderes políticos desde Urquiza hasta unitarios como los Sarmiento y Mitre. Trató de llegar a acuerdos en medio de las luchas por un modelo de país, por una determinada configuración que incluía a algunos y excluía a otros».

-¿Qué podría destacar de la dimensión política de Calfucurá desde nuestra historia presente?

-«Calfucurá quería ser parte, y lo fue, de la discusión por la configuración del país, que eligió configurarse como un país blanco, más europeo y borrar una realidad que es nuestra sangre indígena. Calfucurá nos sigue interpelando porque tenemos cosas irresueltas con esa historia. Entonces se trata de recuperar nuestra propia historia y la que nos compete a todos como argentinos, no a los mapuches únicamente. Hoy estamos siendo víctimas de los mismos modelos que construyeron sobre las tierras de los indios. Eso todavía está vivo y por eso no gusta mucho, molesta sacar este tema».

-Pese a la relevancia que tuvo Calfucurá, aún hay cierto desconocimiento general respecto a su figura.

-«Lo cierto es que Calfucurá fue también un líder guerrero, porque cuando fracasaron las negociaciones, iban a las armas. Entonces queda la imagen del cacique como un «bárbaro». Pero no se trataba de «los malones y depredadores», la furia de los elementos sin razones, no era barbarie y civilización. Lo cierto es que eran discusiones calientes que pasaba las más de las veces por las armas».

-«Entonces su reivindicación es difícil porque hay un contradiscurso muy consolidado, pero creo que es importante exponer una figura como la de Calfucurá y hacerla participar de los discursos históricos que se enseñan, por ejemplo, en las escuelas. Poder recuperar esa memoria porque sino seguimos en la desmemoria que escribieron los victimarios de siempre».

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