Paulo Menotti
Especial para El Ciudadano
Hace exactamente 18 años el agua irrumpió dramáticamente en la ciudad de Santa Fe, dejando decenas de muertes y pérdidas millonarias. Las advertencias habían sido dadas sobre las obras que se estaban desplegando porque que iban a complicar a la ciudad y, tras la tragedia hubo interés en estudiar la historia del agua. Sin embargo, nadie se dirigió en ese camino. El historiador Pablo Suárez desde hace mucho tiempo tiene esa idea en la cabeza y trazó los primeros lineamientos para una investigación de este tipo. El primer paso lo constituye su libro “Documentos para la historia del agua en Santa Fe 1528-1996”, un texto que reúne fuentes históricas que van desde los escritos de Luis Ramírez, tripulante de la expedición de Sebastián Gaboto de 1526, hasta la ley 11.220 de privatización de la Dirección Provincial de Obras Sanitarias (Dipos) de 1994. En el medio se pueden los documentos que reflejan los problemas y proyectos que sortearon los europeos en la conquista y colonización del territorio hasta las iniciativas provinciales y del Estado nacional en los siglos XIX y XX. También ofrece elementos curiosos, como la crónica de una batalla naval frente a San Lorenzo en 1846, los registros de Charles Darwin o noticias de inundaciones. Justamente, cuando las aguas taparon gran parte de barrio Ludueña, el autor sufrió sus consecuencias en carne propia, quizás otro motivo que lo llevó a indagar en este tema.
—¿Qué es la historia del agua?
—Es una disciplina que si bien tiene mucho arraigo y trayectoria en otras partes del mundo, en Argentina se ha desarrollado con fuerza solamente en la provincia de Mendoza, que tiene una gran tradición en estos temas Seguramente se debe al problema de la escasez del recurso, que desde los tiempos de los huarpes hizo que en esa región se realizaran intervenciones en el espacio para optimizarlo. La historia del agua estudia la relación entre el hombre y el agua, las formas en que interactúan, y las estrategias que la sociedad se da para disponer del recurso, en sus múltiples aspectos: logístico, productivo, recreativo, sanitario, por mencionar algunos. En Santa Fe, quizás porque la actitud ha sido ver solamente “lo que anda mal” es que existe en la ciudad de Santa Fe un importante desarrollo de los estudios sobre el agua, pero más bien asociados a la ingeniería, seguramente por las recurrentes inundaciones. Ojo, en la provincia también hay problemas de sequía, por ejemplo en regiones como los Bajos Submeridionales, que tiene un régimen de aguas propio con períodos de sequía alternados con ciclos húmedos de inundación. Hasta hoy no ha habido obras que corrijan ese problema y se corre el riesgo de que, si se realizan sin planificación o criterio, terminen empeorando la situación alterando el ritmo de la naturaleza para “poner en producción” algunos miles de hectáreas.
—¿Por qué estudiar el pasado del agua?
—Con la historia del agua ocurre algo parecido a lo que ocurría hace unos años con la historia de las mujeres. Era una presencia invisible. Estaba ahí, pero poca gente se dedicaba a poner la mirada en eso. En ese sentido estamos bastante atrasados aquí en Santa Fe. Pero con apenas estudiar cualquier proceso territorial que haya tenido como escenario esta provincia, te encontrás con la historia del agua. Si se analiza la expansión ganadera, dependía de las aguadas para nutrir al ganado y también como límites naturales antes de la existencia del alambrado. Sobre la fundación de colonias agrícolas, dependían del régimen de lluvia. La instalación de líneas ferroviarias dependía de la disponibilidad de agua dulce para las locomotoras. También al Cordón Industrial del norte de Rosario, la cercanía con el río aseguraba un desagote para sus desechos. Incluso la empresa La Forestal, en el medio del monte chaqueño, requería enormes cantidades de agua para la producción del tanino. Además, tengamos en cuenta que el río y los puertos cercanos estimularon el desarrollo de industrias para la exportación, con el consiguiente ahorro logístico. Entonces vemos que en el diagrama territorial de la provincia, el agua tiene una importancia fundamental para habilitar determinados tipos de ocupación del espacio. También es muy importante pensarlo desde el punto de vista de la salud, y estoy pensando no sólo en la contaminación sino también en el acceso a servicios de agua y saneamiento. Siguiendo con el ejemplo que utilizábamos de la historia de las mujeres, podríamos decir que para medir el grado de igualdad que hay en una sociedad, podemos analizar los niveles de acceso al agua de que disponen las distintas clases sociales, y ahí encontraremos un buen rasero.
—¿De dónde tomó esas fuentes? ¿Y qué criterio eligió para tomarlas y ordenarlas?
—Como decía, la historia del agua está oculta en otras historias “generales”. Algunos temas estaban sobre-trabajados, pero nunca desde esta óptica. Por ejemplo las crónicas de los primeros viajeros, o las memorias del misionero Florián Paucke, que nos dice mucho sobre las costumbres de los mocovíes y su estrecha relación con el agua. O de repente te encontrás con un proyecto de navegación del río Salado, que apenas se había mencionado. O el texto de Estanislao Zeballos, La región del trigo, que está todo el tiempo hablando de los ríos, arroyos y lagunas para ponerlas en función productiva. A partir del siglo XX y la creación de la empresa Obras Sanitarias de la Nación, la cosa se simplifica porque hay toda una política del Estado nacional que se propone llevar agua a todo el país. Toda esa información está en el Boletín Oficial del Poder Ejecutivo Nacional. Luego traté de buscar algunas cosas raras o poco vistas. Lamentablemente tuve que dejar de lado testimonios artísticos –literatura, música, artes plásticas– pero bueno, no se puede compendiar ese universo en un solo volumen.
—¿Cuál es la importancia de un material de este tipo?
—Mi esperanza es que el libro muestre la enorme diversidad de problemáticas que se despliegan para quien encare este tema. La presencia del agua es tan diversa que a quienes les interese la historia urbana, por ejemplo, podrán encontrar en la especialidad una buena veta; para la historia de la tecnología, la de los derechos, la militar, la de la marginación, en fin… Un montón de temas y procesos históricos que han sido muy estudiados ya, pero que ganarían bastante si les sumamos una mirada que incorpore lo espacial y lo ambiental. Y el agua es una parte muy importante de este aspecto. Mi propósito es que el libro logre arrimar a algunos historiadores al tema, pues será una gran alegría para mí. Sentiría que el trabajo tuvo más sentido.
Un tema profundo
Pablo Suárez (1968) es licenciado en Historia UNR y trabaha como redactor publicitario. Ha publicado un libro de crónicas «Rosario, ciudad ocupada» (Baltasara) y desde hace años investiga sobre historia del agua en Santa Fe, tema sobre el cual ha publicado en periódicos y revistas académicas. Acaba de editar una recopilación de documentos sobre el tema con la editorial Prohistoria.