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A 30 años del crimen de Bulacio, un festival de rock fue clave para que testigos declaren torturas

“Durante el festival subimos al escenario entre banda y banda para pedir que quienes hubieran estado en Obras se acercaran el lunes siguiente a la puerta del palacio de tribunales para que los pudiéramos ofrecer como testigos", recordó Verdún

 

Un festival de rock en el Parque Centenario realizado a principios de mayo de 1991 sirvió para impulsar la investigación del crimen de Walter Bulacio, del que hoy se cumplen 30 años, luego de que su padre subió al escenario a pedir testigos y así se obtuvieron declaraciones de unos 100 jóvenes, incluidos los que habían sido detenidos por la Policía Federal junto a la víctima. Este festival que contó con varios artistas de la época, se llevó a cabo días después del recital del 19 de abril de aquel año que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota dieron en el microestadio del entonces club Obras Sanitarias y al que Bulacio asistió como parte del público joven que seguía a esta mítica banda.

Ese día, a la salida de dicho show, Bulacio fue detenido y trasladado a la comisaría 35 y murió una semana más tarde a raíz de las heridas sufridas durante su detención.

La familia Bulacio rápidamente comenzó a pedir justicia por Walter, y fue su padre, Víctor, quien se acercó a la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), una organización emblema de la lucha contra la violencia y la represión del Estado que se terminó de conformar tras el crimen del adolescente.

María del Carmen Verdú, abogada de la familia Bulacio y fundadora de Correpi, aseguró a Télam que el festival realizado en Parque Centenario fue “clave” para ubicar a testigos de las torturas que recibió Walter y avanzar en la causa.

“Durante el festival subimos al escenario entre banda y banda para pedir que quienes hubieran estado en Obras se acercaran el lunes siguiente a la puerta del palacio de tribunales para que los pudiéramos ofrecer como testigos. Así los hechos los reconstruimos relativamente rápido, con las declaraciones de cerca de cien pibes y pibas, incluidos los que estuvieron detenidos”, recordó.

A partir de esos testimonios, entre otras pruebas, el 28 de mayo de aquel año, el comisario Miguel Ángel Espósito, titular de la seccional 35 del barrio de Núñez y quien estuvo a cargo del operativo policial en la noche que fue detenido Bulacio, fue procesado por los delitos de “privación ilegal de la libertad, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”.

Durante siete meses se tomaron aproximadamente 200 declaraciones y la causa se mantuvo en “secreto de sumario”, tras lo cual Espósito fue sobreseído.

“Todos los testimonios de los testigos fueron muy fuertes: Uno de los chicos contó que (los policías) le hicieron «puentecito chino»; otro que le cortaron el pelo; un chico mostró los golpes que todavía se veían en su panza y pierna y otro contó cómo trató de escapar de la ventana del colectivo en donde lo subieron y lo corrieron y lo molieron a palos”, relató Verdú.

Entre las declaraciones más sorprendentes -recordó la letrada- está la de un joven que aseguró que cuando detuvieron a una chica, ella dijo que “era la sobrina del comisario Espósito, entonces la dejaron ir y le dieron la entrada que le sacaron a otro chico”.

Mientras que una de las testimoniales más importantes del juicio fue la de un joven que afirmó haber visto a Bulacio a bordo del micro tras ser detenido y haber escuchado en la comisaría a dos policías hablar sobre él.

“(Un testigo) Se acordó de Walter escondido al fondo del colectivo. Cuando (en la comisaría) pidió ir al baño escuchó, mientras orinaba, a un policía diciéndole a otro «dejalo, es muy pibe para cogérselo». Este testigo resumió la naturalización del hecho diciendo «me quedé tranqui y me tiré al piso a dormir»“, sostuvo Verdú.

Y con los años hubo una larga serie de presentaciones en distintas etapas del proceso judicial, entre ellas, la denuncia de la familia Bulacio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en septiembre de 2003 condenó a la Argentina a indemnizar a su familia y a “concluir la investigación” y “sancionar a los responsables” del hecho, luego que el Estado admitiese su responsabilidad en la muerte del joven.

En base al fallo de la CIDH, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió continuar con el proceso judicial que finalmente llegó a juicio oral en 2013, cuando el excomisario Espósito fue condenado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 29 porteño a la pena de tres años y medio de prisión en suspenso, por lo que no fue detenido.

Por su parte, al morir el padre de Walter, la lucha por el pedido de justicia continuó por parte de María Ramona Armas de Bulacio, abuela de Walter, quien estuvo al frente de diversas manifestaciones y homenajes hasta su fallecimiento, en octubre de 2014.

Por su parte, el “Indio” Solari, al cumplirse una década del crimen, en un recital de Los Redonditos de Ricota en Montevideo le dedicó unas palabras a Walter en la previa de las canciones “Juguetes perdidos” y “Nuestro amo juega al esclavo”, y en los últimos shows de su etapa solista, en las ciudades de Tandil y Olavarría, mostró una imagen del adolescente con el pedido de justicia.

A su vez, el pasado lunes, el cantante publicó una foto en sus redes sociales con una ilustración de la cara de Bulacio realizada por un artista local y la frase “Pensando en vos siempre…”.

Por último, Verdú aseguró que “la detención, tortura y muerte de Walter puso sobre la mesa el tema de las detenciones arbitrarias, la tortura y el gatillo fácil, al calor de manifestaciones juveniles multitudinarias que sacudieron el escenario de desmovilización de la época y trajeron al escenario nacional las luchas que veníamos desarrollando en las barriadas populares. Nació un grito colectivo: “Yo sabía que a Walter lo mató la policía” que perdura hoy, tres décadas después.”

 

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