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A 42 años del primer partido de la selección en el Mundial de 1978

El combinado nacional al mando del Flaco Menotti se impuso 2-1 en el Monumental sobre Hungría con goles de Leopoldo Luque y Daniel Bertoni en el inicio de un certamen lleno de presiones en plena dictadura militar

Jorge Olguín, Alberto Tarantini, Américo Rubén Gallego, Leopoldo Jacinto Luque y Mario Alberto Kempes, cinco de los titulares que puso César Menotti para el debut en el Mundial 78 ante Hungría también habían estado entre los once en el triunfo amistoso 2-1 sobre Polonia. Ese partido se jugó en Chorzow, el 24 de marzo de 1976. El día del golpe.
“Argentina derrotó a Polonia», tituló Clarín al pie de su tapa del día siguiente. Y más arriba: “Total normalidad. Las Fuerzas Armadas ejercen el gobierno”. Aquel partido en Polonia fue televisado por Canal 7 luego de una autorización especial de la Junta, que había cancelado toda la programación habitual, y tuvo relatos de Fernando Niembro.
Política y fútbol se cruzan siempre. Mussolini ordenando “hay que ganar” a sus jugadores en Italia 34. Francisco Franco prohibiendo que el seleccionado de España jugara ante la Unión Soviética en la Eurocopa del 60. El jeque de Kuwait, Fahid Al-Ahmad Al-Sabah, interrumpiendo un partido de su equipo en el Mundial 82.
Como definió el mensuario español Panenka: ninguna selección se explica sin su pasado. El esquema diseñado por Menotti en 1974 para reconstruir el equipo nacional fue atravesado por el golpe cívico militar. A la presión de la localía –una oportunidad para demostrar, finalmente, el talento de los futbolistas argentinos-, se sumaban los objetivos del proceso: para afuera, mostrar un país en paz; para adentro, disimular el genocidio con un triunfo largamente esperado por el pueblo.
Una semana antes del debut, Emilio Massera bajó en helicóptero a la concentración del seleccionado en José C. Paz: “He venido como un ciudadano más a darle aliento a este equipo –dijo ante los medios-. Vamos a estar los 24 millones de argentinos detrás de ellos y vamos a ganar, no tengo dudas”.
Más enfático fue Jorge Rafael Videla dos días después, cuando recibió al plantel y al cuerpo técnico en Casa Rosada. Ya no estaba Diego Maradona, con Humberto Bravo y Víctor Bottaniz, los tres jugadores a los que Menotti desafectó antes del certamen.
“Así como el comandante arenga a su tropa antes del combate (…) así he querido hoy frente a ustedes, a través de esta visita, a exhortarlos a que se sientan y sean realmente ganadores del torneo. A que sean expresión justa y acabada de lo que es la calidad humana del hombre argentino”, les habló Videla.
La presión sobre los jugadores estaba a la vista. “Esa noche fue tremenda (…) Los nervios y la ansiedad que uno tiene. Son tres o cuatro horas que se duerme y no seguidas. Me desperté diez veces”, confió Luis Galván, defensor cordobés que armó dupla con Daniel Passarella.
“Desde que salimos de la concentración en José C. Paz no me senté en el micro. No me entraba un alfiler en el culo”, recuerda Leopoldo Luque, quien ese 2 de junio anotó el primer gol argentino del Mundial.
“Supe que estaban muy nerviosos cuando íbamos por el túnel. Los vi callados, miraban el piso. Yo no podía hacer nada: estaba como ellos”, confió el Flaco Menotti. Y agregó: “El gol de Hungría fue como un piñazo en el mentón”.
“Fue tremendo, de acá no nos vamos más, pensé”, recordó alguna vez el Loco Houseman, en coincidencia con Luque, quien rememoró: “Cuando nos hicieron el gol se escuchó el silencio imponente del Monumental. Se me pasaron un montón de cosas por la cabeza”.
Con un Monumental repleto, el gol de Karoly Csapo que puso al frente a Hungría a los 10 minutos fue un mazazo inesperado. El rápido empate de Leopoldo Luque, cinco minutos más tarde, trajo algo de alivio. Kempes ejecutó con potencia un tiro libre, el arquero Gujdar dio rebote y Luque metió de arremetida para el 1-1. Pero la igualdad se hizo larga y los nervios jugaron fuerte.
Al final, el alivio llegó desde el banco. Menotti puso en cancha a Daniel Bertoni y Norberto Alonso, y a seis minutos del final llegó el delirio. Pelotazo de Passarella, Luque la bajó de pecho para Alonso y el Beto se la devolvió de taco, para que el delantero la tocara antes de que llegara el arquero y Bertoni, con el arco vacío, pusiera el 2-1. Fue tal la explosión por el gol, que la trasmisión televisiva no pudo registrar al autor, y enfocó a Alonso, que tenía la camiseta “1” (los números eran por orden alfabético) como si hubiera anotado él.
“Ría, ría y ría, le ganamos a Hungría”, tituló Crónica. “Triunfó Argentina”, fue la tapa de Clarín. Aunque la sensación que había en la prensa internacional era otra. En su crónica para The Washington Post, el periodista Brian Glanville se acordó de algunas quejas previas del DT de Hungría y escribió: “El portugués Garrido (árbitro) confirmó lo que muchos habían temido durante tanto tiempo: que los árbitros que se hagan cargo de los juegos de Argentina simplemente no los controlen adecuadamente”.
Ese mismo día, por la mañana. Marta Moreira de Alconada, identificada como otras tantas madres con el pañuelo blanco en la cabeza y sus caminatas pidiendo por sus hijos por Plaza de Mayo, se paró frente al periodista holandés Jan Van der Putten y sacó a la luz otro partido que se jugaba paralelo al Mundial. “Solamente queremos saber dónde están nuestros hijos, vivos o muertos (…) Nosotras, que somos argentinas, que vivimos en la Argentina, les podemos asegurar que miles de hogares están sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación, dolor y tristeza porque no nos dicen dónde están nuestros hijos”, fueron las palabras de Marta.
Fútbol y política transitaban desde ese día dos páginas muy distintas de la vida argentina. El inicio del celebrado primer título mundial para Argentina, y el dolor de un país donde muchos no tenían motivos para festejar.

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