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A 65 años de la primera reacción nuclear en el país, Argentina busca tener listo en 2024 el RA-10

A más de 6 décadas de la primera reacción nuclear controlada de América Latina que se realizó en Argentina con el reactor RA-1, construido por científicos locales y tecnología propia, se está armando un reactor para abastecer y exportar radioisótopos de uso médico, que estará listo a fines de 2024
A 65 años de la primera reacción nuclear controlada de América Latina que se realizó en Argentina con el reactor RA-1 –construido por científicos locales y con tecnología propia-, se trabaja en el armado del RA-10, un reactor para abastecer y exportar radioisótopos de uso médico que estará operativo a finales de 2024.

En noviembre de 1956, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) anunció que la Argentina compraría un reactor nuclear, pero la transacción se demoró y el entonces capitán Oscar Quihillalt consiguió los planos de un pequeño reactor experimental que había sido inaugurado en el Argonne National Laboratory de Chicago y los trajo al país.

El 9 de abril de 1957 se decidió que la CNEA construiría el primer reactor nuclear de investigación argentino en un predio de la Dirección General de Fabricaciones Militares, en Constituyentes y General Paz, en el conurbano bonaerense.

El director del proyecto fue el físico Fidel Alsina Fuentes, jefe de Ingeniería Nuclear de la CNEA, quien formó parte del grupo que viajó a Chicago para recibir formación técnica.

«Al principio no los dejaban participar en los experimentos. Hasta que ellos encontraron un problema en el registro del reactor que estaban probando y a partir de eso sí les permitieron presenciar las prácticas. Y aprendieron muchísimo», contó el ingeniero electrónico Hugo Scolari, que lleva cuatro décadas como jefe del RA-1 en un comunicado difundido por el organismo.

La reacción nuclear en cadena autosostenida alcanzada el 17 de enero de 1958 por los científicos argentinos fue la primera en América Latina
Los científicos argentinos trabajaron de 12 a 18 horas por día para construir el reactor; el proceso duró apenas nueve meses y la primera prueba comenzó el 16 de enero de 1958.

Según relataron los científicos de la época, al principio parecía que no había uranio suficiente para alcanzar la criticidad pero lo solucionaron cambiando de posición los elementos combustibles, colocando los que contenían más uranio en el centro.

Así, la reacción nuclear en cadena autosostenida se alcanzó a las 6.30 del 17 de enero de 1958 y fue la primera en América Latina. Brasil inauguró su reactor cinco días después.

Pero tres días después se realizó la inauguración oficial del reactor que fue bautizado con el nombre de «Enrico Fermi», el científico que desarrolló el primer reactor nuclear artificial del mundo, en 1942.

La CNEA describió que el RA-1 fue utilizado para innumerables experimentos e investigaciones y fue pionero en la producción de radioisótopos nacionales para uso medicinal e industrial (a baja escala).

Aún hoy se lo usa para capacitación de recursos humanos; extensas actividades de divulgación; ensayos por activación neutrónica de materiales; estudios de daños por radiación, por ejemplo, en metales que luego formarán parte de Reactores de Potencia, y el desarrollo de una terapia revolucionaria en medicina nuclear para tratar ciertos tipos de cáncer, llamada BNCT (Terapia por Captura Neutrónica en Boro).

«El RA-1 dio inicio a la carrera nuclear argentina y hoy se encuentra en servicio gracias a las capacidades científicas tecnológicas, humanas y de gestión de nuestro país y su gente; las mismas que hoy permiten desarrollar el RA-10», destacaron desde el Departamento de Reactores de Experimentación y Servicios de CNEA (GRyCN – GAEN), liderado por Fabián Moreira e integrado por Juan Manuel Politano, Florencia Parrino y Agustina González.

Y continuaron: «Esta es la historia entrando en diálogo con el presente, para construir el futuro. El RA-1 es la semilla que se sembró en el 57 y asomó en el 58, dando lugar al actual ecosistema de excelencia nuclear que hoy lidera nuestro país».

El RA-10, que está en construcción, reemplazará al reactor RA-3 (que empezó a funcionar en 1967 y seguirá operando con fines académicos) para abastecer de radioisótopos de uso médico, industrial y agropecuario a Argentina y otros países.

En el país hay alrededor de 300 centros que llevan a cabo estudios de medicina nuclear y reciben los radioisótopos de la CNEA
En efecto, en el país hay alrededor de 300 centros que llevan a cabo estudios de medicina nuclear y reciben los radioisótopos de la CNEA.

El gerente del proyecto de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Herman Blaumann, explicó en mayo pasado que «uno de cada cien argentinos por año requiere un estudio SPECT con una cámara Gamma, como por ejemplo, cuando se hace un centellograma. Estos estudios se realizan con un radioisótopo que se denomina molibdeno que se produce en el reactor RA-3».

Además de asegurar el autoabastecimiento de radioisótopos, se calcula que el RA-10 estará operativo en un momento estratégico de gran demanda a nivel mundial porque en 2025 varios reactores de otros países saldrán de servicio por el fin de su vida útil.

«Tenemos la intención de captar un 20 por ciento del mercado mundial», prevé Blaumann, quien consideró que «se trata de una exportación con un valor agregado alto que podrá reportar alrededor de 50 millones de dólares por año».

La nueva instalación contará con laboratorios para ensayos de combustibles nucleares y para hacer estudios con técnicas neutrónicas en distintas disciplinas como biología, química, paleontología, física, geología, farmacología y ciencia de materiales.

Esto es posible porque el reactor generará neutrones que son partículas cuyas propiedades permiten interrogar la estructura de la materia en forma no invasiva y conocer su estado o características a nivel molecular a través de la difracción de los neutrones.

Uno de esos será el Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN) que contará con 14 instrumentos y la participación de más de 55 instituciones del país, 11 universidades y el Conicet.

Otra de las muchas aplicaciones será en el área de paleontología, ya que en el LAHN se podrán observar los fósiles sin necesidad de retirarlos de la roca o del material que los rodee, lo que ahorra tiempo y minimiza los riesgos de deterioro.

El LAHN tendrá aplicaciones en la industria a través del análisis del desgaste, fisuras y tensiones de, por ejemplo, los rieles de un tren para predecir dónde puede fallar o romper y calcular cuando se debe reemplazar.

En el ámbito científico, dado que en el hemisferio sur hay muy pocos laboratorios de este tipo, el LAHN atraerá a investigadores internacionales, lo que permitirá generar convenios de colaboración científica y el intercambio de instrumentos entre países.

En materia de seguridad, el complejo cumple con los estándares internacionales y las normativas nacionales de la Autoridad Regulatoria Nuclear.

«Este es un reactor experimental de 30 megavatios, su potencia es muchas veces inferior a la de una central que se utiliza para generar energía eléctrica», destacó Blaumann.

En referencia a los plazos, se espera que en marzo concluya la obra civil del RA-10 y un año después esté finalizada la construcción para ponerlo en marcha en diciembre de 2024.

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