Esteban Guida
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
Desde hace un tiempo, la frase “hace 70 años”, se viene utilizando intencionadamente para hacer referencia a un pasado negativo que originó los males actuales de la Argentina. Esto resulta una invitación a recordar qué pasó hace siete décadas, puesto que la ignorancia sobre nuestros propios acontecimientos históricos es tierra fértil para que germinen las zonceras que nos mantienen oprimidos, sin rumbo e infelices.
El 9 de abril de 1949, en un acto llevado a cabo en el Teatro Independencia, de Mendoza, el presidente Juan Domingo Perón clausuró las deliberaciones del Primer Congreso Nacional de Filosofía. El hecho debe analizarse en su debido alcance y contexto. Del evento participaron los filósofos más importantes del mundo de aquel momento, como Martin Heidegger, Karl Jaspers o Bertrand Russell; entre los argentinos estaban Carlos Astrada, Nimio de Anquín y Carlos Cossio, entre un centenar de destacados pensadores del todo el mundo.
Pero el Congreso no sólo fue de gran relevancia por la calidad de sus asistentes sino por el significado que revestía la invitación de repensar un mundo alternativo al que estaban imponiendo las dos potencias dominantes victoriosas de la Segunda Guerra Mundial. En su discurso, el presidente Perón realizó una profunda crítica a la civilización occidental, desnudando las falencias del individualismo deshumanizado que encarnaba el capitalismo, y del colectivismo asfixiante que significaba el comunismo. Como alternativa expuso la tercera posición justicialista, no sólo como una mera propuesta teórica sino compartiendo los resultados y la experiencia práctica de la acción de gobierno desarrollada bajo el gobierno democrático durante el período 1945-1949.
En este discurso nace formalmente la Comunidad Organizada, fundamento filosófico del pensamiento justicialista, cuya importancia resulta trascendente en un contexto actual de la Argentina en el que muchos se llaman a sí mismos “peronistas” pero pocos respetan, conocen o persiguen sus principios y valores esenciales.
Al referir a “comunidad”, el énfasis estaba puesto en lo común, aquello que es compartido por todos y sobre lo cual se fundamenta la unidad, en contraposición del concepto de “sociedad”, que vincula a las personas como socios que se ponen de acuerdo en algún tema en particular, generalmente asociado al lucro. Una historia común, una lengua común, valores trascendentes comunes, una misión y una vocación común de Patria Grande.
En cuanto al aspecto de “organizada”, refiere al equilibrio entre los intereses individuales y los de la comunidad, lo que implica la armonización de fuerzas entre elementos distintos, que en el plano sociológico son los diferentes sectores sociales.
En la concepción de esta tercera posición, la persona humana es principio y fin de la Comunidad Organizada; en otras palabras, la vida humana está por sobre todo, incluso sobre la propiedad privada y los deseos y ambiciones personales. Siendo la felicidad del pueblo su mayor pretensión, se contrapone a los movimientos fascistas que se caracterizaron por sacrificar a las personas ante el altar del Estado nacionalista.
La misión, el objetivo central de la Comunidad Organizada, es la liberación de la persona humana de cualquier tipo de dominación, para su realización plena en comunidad. Por eso supera la instancia material, ponderando los aspectos morales y espirituales del ser humano para restablecer el vínculo con la Divinidad. Por eso todas las personas valen por igual, pero no solamente por los derechos que éstas tienen sino por el aporte que tienen y deben realizar para y por la comunidad. En este concepto subyace la idea de cuerpo (humano) en el que todos sus miembros, a pesar de ser distintos y de diversa utilidad, pertenecen a un mismo cuerpo, conservan su vida solamente en vinculación a él y cumplen un rol irremplazable en la salud y bienestar del conjunto.
La Comunidad Organizada no es un capricho intelectual ni una medida económica del gobierno peronista; es, antes que nada, un rasgo visible en nuestra historia fundacional y el ADN de un pueblo que aun anhela su liberación y pretender recobrar su merecido protagonismo histórico. Por este motivo la Argentina nunca se pudo explicar totalmente con conceptos importados de pensadores foráneos; no se puede comprender nuestra realidad desde el concepto de “clases”, ni mirándola desde la motivación individual de sus integrantes. Las categorías sociológicas liberales o marxistas no dan cuenta de los fenómenos americanos, puesto que lo social y económico está profundamente imbricado en elementos culturales, étnicos e históricos.
Es que en la Comunidad Organizada los distintos elementos provienen genéticamente de verdaderas diferencias, y no de la síntesis de opuestos antagónicos y complementarios que no son sino escisiones de lo mismo. Por ello constituye un espacio de síntesis no dialéctica y de síntesis originaria, esto es, que no proviene ni deviene de un proceso sino que surge desde ya como poder de síntesis.
La libertad de la persona es central en este pensamiento, pero integrada en su comunidad al sentirla como propia; una persona que viva en la libre convicción de que no hay diferencia entre sus principios individuales y los que alientan su Patria.
Por lo tanto, el tipo de democracia que plantea la Comunidad Organizada es muy diferente a la actual democracia liberal, en la que las personas sólo participan mediante el voto (que en la práctica sólo elige candidatos que terminan haciendo lo que bien les parece). La Democracia Social, como alternativa, es “social” porque permite a la comunidad tomar decisiones por sí misma en cuestiones fundamentales como sus objetivos, las formas y responsabilidades para llevarlas a cabo. Es “orgánica”, porque se realiza en comunidad organizada y porque en ella participan todos los grupos políticos y sociales, integrando en el proceso nacional a todas las fuerzas representativas de los distintos sectores del quehacer argentino. Asimismo, procura el bien común y lo persigue a través del “desarrollo social del país”.
Por último, la Comunidad Organizada se nutre en una ética social, esencialmente cristiana, que supera la ética individualista, al mismo tiempo que preserva la dignidad del valor humano trascendiendo los límites de grupos particulares para extenderse a la concepción de una ética nacional y, luego, integrarse paulatinamente en una ética universal. Esta ética es la que permitirá la reconstrucción de las mujeres y los hombres argentinos.
En buena hora que la historia nos reclama volver a ella para observar lo que hemos sido capaces de ser y de reflejar a todo el mundo. Ante lo bajo y chiquito de la propuesta política y filosófica actual, la Comunidad Organizada vuelve a ser un faro en alto que alumbra el intrincado y sinuoso camino que conduce a la liberación de los pueblos.
(*) fundacion@pueblosdelsur.org