Emmanuel Bonforti *
El contexto del decreto 33.302 de diciembre de 1945 conocido como la disposición administrativa que instala el aguinaldo obligatorio por primera vez en nuestra historia fue movido.
Pensar el peronismo a partir del 17 de octubre es recortar en parte la rica historia de lucha de nuestro pueblo, consideramos que es imposible pensar la gesta de octubre sin analizar el paso de Perón por la Secretaría de Trabajo y Previsión, esta oficina que tenía la apariencia de ser una repartición burocrática fue la llave del futuro político de Perón y de nuestras masas.
Parte del elenco gobernante atraído por la sensibilidad de la vieja Argentina consideraba que Perón no podría resolver el conflicto social del período y que con su demagogia su política transitaría el rumbo del fracaso. La oposición hija de la Década Infame se encargaba de mostrar una Argenta fascista y clerical ante las agencias de propaganda de los imperios democráticos.
El período va a coincidir con un proceso de transición al interior del movimiento obrero, donde aparecen socialistas que muestran vocación de comprensión de la nueva coyuntura, Ángel Borlenghi, Juan Atilio Bramuglia son ejemplos de un nuevo período en la relación entre lo gremial y el Estado. Ese nuevo dialogo se explica por los dotes de conductor de Juan Domingo Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión.
“El malón peronista que azotó al país
A medida que avanzaba la influencia y el trabajo político de Perón sobre el movimiento obrero, sectores burocráticos se volvían más feroces para cuidar sus privilegios semicoloniales no analizando la batería de políticas sociales que por primera vez tenían como destinatarios al movimiento obrero en su totalidad.
Entre los sectores mencionados figuran los dirigentes del Partido Comunista, quienes aducían que la lucha más urgente era la liberación del fascismo en Argentina responsabilizando de esto a Perón. Los días previos al 17 de octubre este espacio político se manifestará a favor de un gobierno de la Corte Suprema, lo cual significaba la suspensión de la política obrera que se venía gestando desde la asunción de Perón como Secretario de Trabajo y Previsión.
El 17 de octubre será un duro golpe de realidad para estos sectores que fueron testigos de una movilización popular sin precedentes, lo que estaba en juego era la realidad efectiva y urgente de la clase obrera a la que la izquierda liberal no supo comprender.
El Partido Comunista en su órgano de prensa dirá: “El malón peronista con protección oficial y asesoramiento policial que azotó al país”. Esa caracterización se sostuvo más allá del éxito político y social que obtuvo Perón luego de su liberación de Martín García. El Secretario General del PC, Vittorio Codovilla, dirá que la tarea más urgente es batir al nazi-peronismo y abrir la libertad y el progreso.
Además sostenía que el nazi peronismo era víctima de la debilidad de las minorías, formada por un conglomerado sin principios y heterogéneos. Como dice Jorge Abelardo Ramos, la aplastante derrota electoral de febrero de 1946 demostró que Codovilla no estaba en condiciones ni de guiar una sociedad vecinal.
Un año atrás el dirigente comunista se había pronunciado en contra de la sanción del Estatuto del Peón Rural, argumentando que iba en contra de los campesinos, confundiendo realidades, su libreto teórico anclado en Europa vinculaba campesinos como sujeto de cambio que sacudían los estamentos de la sociedad medieval.
En Argentina los campesinos son categoría capitalista insertada en la dinámica de la producción que tienen a su cargo peones, éstos eran al momento de la sanción del Estatuto los asalariados que sufrían las desigualdades.
En setiembre de 1945 la reacción había tenido capacidad de movilización convocando a la Marcha de la Constitución y la Libertad, movilización que aglutinó a lo que a posteriori fue la Unión Democrática en la que confluían desde conservadores, pasando por radicales alvearistas, hasta el PC y el partido Socialista, detrás de este agrupamiento se encontraba la mano del embajador norteamericano Spruille Braden.
El 8 de diciembre de ese año este espacio convocaba a una nueva marcha bajo el lema “Por la libertad, contra el nazismo”. El himno de estas convocatorias era la Marsellesa y en la iconografía del escenario figuraban cinco grandes retratos, Franklin Roosevelt, Harry Truman, José Stalin, Clement Attlee y Winston Churchill, muchas de esas figuras pertenecientes a imperios que subyugaban nuestra nacionalidad.
Uno de los oradores del cierre fue Alfredo Palacios quien apuntaba hacia el nazismo del “candidato imposible” haciendo referencia a Perón. El cierre de esta marcha será con enfrentamientos, heridos, muertos, así un clima de violencia política azotaba a Argentina.
“El bombo que anuncia la venganza y es símbolo de tumulto y desorden”
El 14 de diciembre Perón responde con una fuerte convocatoria. En su discurso el conductor de la nueva Argentina repasaba el legado de Yrigoyen, así jugaba a la interna del radicalismo, sosteniendo el deseo de convertir la revolución en evolución, un concepto propio de este período.
Ese discurso será el que inmortalizará la analogía entre la figura del descamisado y el peronismo, Perón se saca el saco y se arremanga la camisa y dirá: “Nosotros no nos deshonramos por ser descamisados, nos deshonramos por ser fraudulentos o ladrones”. La imagen de los símbolos no se reduce a los descamisados, un año después un opositor dirá: “El símbolo del peronismo es el bombo que anuncia la venganza y es símbolo tumulto y desorden”.
Durante esos días la Fuerza de Orientación Radica de la Joven Argentina (Forja) anunciaba su disolución para acompañar al flamante peronismo. El 20 de diciembre de 1945 el arco reaccionario jugaba sus últimas fichas con fuerte vocación violenta.
El peronismo redoblaba la apuesta y fue desde un espacio vinculado a la Secretaría Trabajo y Previsión a través del Instituto de Remuneraciones que se estableció el decreto ley que sancionaba el aguinaldo por primera vez.
Con esto queremos decir que el aguinaldo nace en un contexto político adverso y que está medida supone un profundo convencimiento de que en la nueva Argentina los trabajadores ocupan un lugar central.
La reacción fue inmediata, algunos como Borges ironizaban la medida diciendo “resulta que el año ahora tiene trece meses”. Las fuerzas vivas como la Unión Industrial, la Bolsa de Comercio rechazan la medida y se convocaba a un lock out patronal. El PC se unía porque lo consideraba como una forma de enfrentar al nazismo, acusando a la medida de corporativista.
Lo cierto es que a los trabajadores poco les importaban estas especulaciones alejadas de la realidad material de la mesa navideña. La sanción del aguinaldo provocó el último intento destituyente por parte de la reacción, Codovilla sostenía que en el caso de triunfar el peronismo, las Naciones Unidas deberían prohibir que el nazismo haga su cabeza de playa en Argentina.
Félix Luna dirá que se empieza a correr el rumor de una invasión de Aliados en Argentina. Sin embargo, en el Departamento de Estado al parecer no existía un único criterio, y en el juego de halcones y palomas, el más radical era Braden que sostenía que la acción armada era la única manera de frenar la marea peronista.
Mientras del lado del movimiento obrero se iba consolidando un sentir y una experiencia, vinculados a la espontaneidad y la autoconciencia. El reconocimiento por primera vez de que sus integrantes podían ser sujetos de derechos en la nueva Argentina. Pero también la sensación de que se abría un nuevo período donde el movimiento obrero sería protagonista.
*Columnista de «Mundo Gremial». Docente de Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús