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A diez años del conflicto agrario, nada que celebrar

Un conflicto que se extendió hacia toda la sociedad argentina entre aquellos que respaldaban el modelo oficial y los que defendían el modelo agroexportador.

Mónica Polidoro

Inmediatamente después de la presentación de la Resolución 125/08 del gobierno nacional en 2008, la conducción de la Federación Agraria Argentina (FAA), decidió manifestarse en las puertas de Dreyfus.

Quién escribe, hacía menos de tres meses que había sido designada como Coordinadora Nacional de Mujeres Federadas Argentinas (CNMFA).

Así, presencié el momento en que el ex presidente de FAA recibía el llamado del titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA), para coordinar acciones ante una medida que afectaba a los productores.

A partir de ese momento, comenzaba una de las pocas batallas perdidas por el kirchnerismo.

Un conflicto que se extendió hacia toda la sociedad argentina entre aquellos que respaldaban el modelo oficial y los que defendían el modelo agroexportador, y, en esa vorágine de las disputas de poder quedaron invisibilizados  los verdaderos perjudicados: los pertenecientes a la franja de producción en pequeña escala.

Digo disputas de poder con el diario del lunes y un tiempo más que prolongado para reflexionar y analizar sobre aquellos 129 días de vértigo, movilizaciones, tumultos, verborragias, escenarios mediáticos y cortes de rutas.

Hoy debemos preguntarnos quién o quiénes se beneficiaron con semejante movilización.

La respuesta es tan dolorosa, que tratando de entender semejante torpeza dirigencial, o no, me permito compartir algunas experiencias vividas.

Fuimos las mujeres las que en algunos cortes, evitábamos, o tratábamos de hacerlo, situaciones que lindaban con la violencia. En el corte de las rutas 50 y 8 por ejemplo, cuando no dejaban pasar un colectivo porque llevaba como pasajero a un periodista que no acordaba con el paro y alguno que otro desordenado mental insistía en poner armas de fuego sobre la ruta, generó el planteo de una compañera: ¿“A quién defendemos nosotros? ¿Qué tenemos que ver con toda esta gente que de lo que menos habla es de la agricultura familiar? Perdón, no cuentes conmigo para esto”.

También fueron las mujeres quienes se reunieron con Agustín Rossi, titular del bloque del Frente para Victoria, para pedir que la medida no alcanzara a quienes producen en pequeña escala. La respuesta siempre fue positiva, y nos decían que haciendo algunas modificaciones seguramente se podía lograr.

En varias oportunidades fue tema de discusión en el consejo directivo central de FAA, para que nuestra entidad acepte la entrevista con el gobierno nacional, pero la conducción se mantenía firme en que debía asistir con la Mesa de Enlace o nada.

Esa insistencia es lo que provocó, a mi criterio, el desmembramiento de la FAA.

La mujeres federadas nunca participábamos en las decisiones políticas de la entidad, pero sí planteábamos su postura.

En todas las actas está reflejado nuestro pedido de abandonar la mesa de enlace, de la que jamás debimos haber formado parte, y siempre levantamos nuestra voz ante semejante incoherencia.

Hay que escuchar al enemigo, era el mensaje en aquel momento, porque había que  contrarrestar la embestida oficial.

Y así lo hice. Comencé a escuchar discursos, cadenas televisivas, programas políticos y, en cada palabra, en cada frase, encontraba el contenido de nuestros históricos reclamos.

Siempre pertenecimos al Campo Nacional y Popular, ¿por qué corrernos ahora?

Sin embargo, se insistía en que la unidad era producto del espanto. Dispares expresiones de dirigentes que decían provenir del socialismo y fracciones de izquierda permanecían amarrados a quienes históricamente estuvieron en las antípodas, no sólo de nuestra entidad, sino de los espacios políticos a los que decían pertenecer.

Fuimos las mujeres las que nos organizamos para solicitar una audiencia a la ex presidenta Cristina Fernández, convencidas de que con el diálogo de mujer a mujer podíamos ponerle fin a semejante discusión estéril. La entrevista fue concedida, pero, por supuesto, la conducción de FAA respondió que no era el momento para hacerlo.

La misma situación se registró en 2011.

El poder fue y sigue siendo patriarcal, las Mujeres Federadas Argentinas (MFA) nunca formamos parte de las decisiones, pero hicimos un esfuerzo enorme para contribuir en la solución de un conflicto que no benefició en nada  a los pequeños productores.

El año 2013 fue el límite de la lucha interna para seguir la batalla contra la mesa de enlace, produciéndose la primera ruptura de MFA, cuando algunas asociaciones decidimos formar nuestra propia organización.

Así nació Asociación de Mujeres Rurales Argentinas Federal (Amraf) para seguir el camino de la defensa de los agricultores federados que la FAA había abandonado.

Después de diez años se pueden desmenuzar los hechos para concluir entre tantas aseveraciones, que fue la única movilización de tal magnitud en el mundo, que surgida desde el campo popular, benefició a sus enemigos históricos.

Sin temor a equivocarnos, la movilización agraria de 2008 fue el comienzo de una campaña política partidaria que terminó llevando a la Casa Rosada las ideas conservadoras que combatieron aquellos que fundaron Federación Agracia.

Ex Coordinadora nacional de Mujeres Federadas Argentinas, presidenta de la Asociación de Mujeres Rurales Argentinas Federal (Amraf).

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