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A juicio por un homicidio

El principal acusado es un joven que al momento del crimen tenía 17 años, por lo que su identidad se mantiene en reserva. Además serán juzgados otros tres muchachos por el delito de encubrimiento.

Un joven acusado de la muerte de Johnatan Kaprof, un murguero de 17 años que fue atacado de un balazo en un departamento del barrio porteño de Núñez en 2005, comenzará a ser juzgado mañana. En tanto, tres amigos del principal sospechoso deberán responder como encubridores del hecho.

El abogado de la familia de la víctima, Roberto Damboriana, informó a la agencia Télam que el debate será realizado a puertas cerradas por el Tribunal Oral de Menores (TOM) 3 porteño, en una sala de la planta baja del edificio de Comodoro Py 2002, de Retiro.

El principal acusado es un joven que al momento del hecho tenía 17 años, cuya identidad se preserva por cuestiones legales, quien llega a juicio acusado del delito de “homicido culposo”, es decir sin intención, por parte del fiscal Claudio Di Paola, y de “homicidio simple”, con dolo, por parte de la querella. También se le imputa portación ilegal de arma de guerra.

Por su parte, Lucas Iscaro, Raúl Gilbert y Alan Goldstein, de 23, 22 y 18 años al momento del hecho, están acusados de encubrir el crimen por presuntamente destrozar y ocultar el arma, un revólver calibre 38 que nunca fue hallado.

“Ahora en el juicio tienen la oportunidad de decir lo que pasó, en nombre de la amistad que tenían con Johnatan. En principio confabularon una mentira y dijeron que todo había sido un robo, pero luego se fue rompiendo el código de silencio”, dijo Marcelo Kaprof, padre de la víctima.

Los cuatro jóvenes serán juzgados por el tribunal integrado por los magistrados Gustavo González Ferrari, Sergio Real y Mónica Rodríguez Eiriz, quienes en principio realizarán dos audiencias, una prevista para mañana y otra para el 22, ambas a las 10.

En la primera jornada se escuchará a cinco testigos –un policía y cuatro allegados a los jóvenes–, quienes aportarían datos sobre el encubrimiento, en tanto que la segunda se dedicará a los alegatos y podría conocerse el veredicto.

El hecho que se va a juzgar ocurrió el 21 noviembre de 2005 a las 17, en un departamento ubicado en el séptimo piso de la calle Grecia 4720 del barrio porteño de Núñez, donde Kaprof se encontraba junto a algunos de sus compañeros de la murga Dragones del Bajo Núñez.

A este grupo se lo relacionaba con la barrabrava del club Defensores del Belgrano, equipo de la Primera B metropolitana, al que se conoce como El Dragón.

Kaprof había ido a buscar los bombos para practicar cuando, dentro del departamento, recibió un disparo que le impactó en el estómago y que, según la acusación, fue realizado por el principal sospechoso.

La víctima fue llevada por los jóvenes hasta una plaza cercana donde fue auxiliado primero por un policía y luego por médicos que arribaron en una ambulancia.

Sin embargo, la primera versión que dieron a los efectivos fue que un ladrón había entrado al departamento y disparado contra Kaprof, pero cuando los uniformados inspeccionaron el departamento se habían borrado los rastros de sangre, lo que despertó sospechas.

Luego de ser asistido, Kaprof fue trasladado al Hospital Pirovano, donde estuvo internado en terapia intensiva hasta que finalmente murió casi cinco meses después, el 11 de abril de 2006.

Según la elevación a juicio efectuada por la querella, el menor reconoció que realizó el disparo, pero aseguró que fue “un accidente” y que jamás fue su intención matar a su amigo.

“Se requiere mucha precisión para disparar esa arma y para mi no existe la posibilidad del accidente, pero como nunca se encontró el revólver no se pudieron hacer los peritajes”, opinó Damboriana.

En tanto, se da por acreditado que la mayoría de los jóvenes bajaron a Kaprof posiblemente desmayado por el ascensor, lo llevaron a la plaza y uno de ellos fue quien descartó el arma para evitar su incautación por parte de la Policía.

Según el padre de la victima, “el principal acusado reconoció que el director de la murga, Gilbert, era quien compraba las armas y ordenaba llevarlas a cada actividad por posibles enfrentamientos con otras barras, en especial la del club Excursionistas”, clásico rival de Defensores de Belgrano.

En 2009, la defensa de los jóvenes acusados de encubrimiento había pedido que se los sometiera a una “probation”, pero el pedido no prosperó debido a la gravedad del hecho.

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