A los 76 años murió este miércoles la reconocida artista plástica Noemí Escandell. Sufrió una descompensación cardíaca en un vuelo que la llevaba a Oslo, Noruega. Nació en Cañada de Gómez pero desarrolló su formación como docente y creadora en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Querida, incansable y eterna militante del arte y la pasión, supo generar vínculos intensos entre sus alumnos de la Escuela de Bellas Artes; entre sus obras y el espectador y entre el universo casi mágico de sus pinturas, puestas en escena y exhibiciones.
Simplemente Mimí, como le gustaba que la llamaran, recibió el año pasado el Premio a la Trayectoria en el Salón Nacional de Artes Visuales. Trabajó y creó hasta el último día. Fue coautora de “Tucumán Arde”, la emblemática producción colectiva de vanguardia que funcionó como foco de resistencia cultural a la dictadura de Onganía, en 1968.
“Antes de eso hice Estructuras primarias –contó a El Ciudadano en 2013– guardé esas piezas en la casa de un colega pero en 1977 la patota de Feced me la hizo mierda”. Felizmente, algo de esas “Estructuras primarias” logró salvarse de la destrucción completa y formó parte de la muestra “Antológica” que, con curaduría de Roberto Echen, se exhibió hace seis años en el primer piso del Museo Castagnino.
Casi desafiante y trasgresora, sin dejar de producir, durante la última dictadura cívico militar prefirió mantener un perfil bajo. “Tenía hijos, una familia, por eso elegí seguir pintando pero veía lo que le pasaba a otros artistas y busqué mi manera de resistir sin dejar de crear”, había confesado a este medio cuando “Antológica” se presentó en el Castagnino y sus obras, que se caracterizaron por su tamaño y formas enormes, coparon el primer piso del museo de Pellgrini y Oroño.
Por casi 60 años, Mimí trabajó para modificar, interpelar y transformar la realidad con cada una de sus esculturas, intervenciones y pinturas. Fue una de las artistas plásticas más importantes del país y, a diferencia de otros de sus colegas que emigraron a Buenos Aires o a Europa, ella eligió quedarse en la ciudad. Fue docente de la Escuela de Bellas Artes de la UNR desde 1964 hasta 2007 pero no descansó y dictó clases hasta sus últimos días en el atelier de su casa de barrio Pichincha.
“Mimí pertenece a la historia del arte de Rosario y a la historia del arte argentino y, por otro lado, está aquí y ahora con una obra que sigue manteniendo la vigencia de lo contemporáneo”, dijo sobre la producción de Escandell el artista Roberto Echen, quien ofició de curador de Antológica en 2013.
Caminos con historia
El recorrido de “Antológica”, que reunió la producción más emblemática de Mimí, comenzaba con una ficha clínica de un enfermo de SIDA. Fechada a finales de la década del ’80, la artista la exhibió por partes enmarcadas y colocadas una al lado de otra sobre la pared. Esa es la forma con que Escandell retrató una “tragedia”. “Habla sobre la cultura del hombre, de todo lo que el hombre hace en el dominio de la naturaleza y de cómo descubre que lo único que no puede dominar es su propia muerte”, había referido la autora.
El paciente al que hace alusión Escandell no superó la enfermedad y es por eso que la obra siguiente se llama “Puerta al paraíso perdido”, casi como una continuidad de la anterior pero que busca, posiblemente, la salida hacia un mundo mejor. La historia clínica pertenece a “Currículum vitae de los hombres y mujeres de la multitud”, una serie de trabajos que realizó durante los años 90, inspirado en las nuevas problemáticas sociales que surgían en vísperas del siglo XXI y el HIV era uno de los principales flagelos.
Cada una de las producciones de Escandell está perfectamente enmarcada dentro de un contexto social, histórico y político determinado: la realidad no le es ajena como tampoco lo son sus obras a la realidad. “El material con el que se construye su obra es la vivencia cotidiana, el aquí y ahora, más allá de si es óleo, bronce o madera. Esa cosa que tiene que ver con los medios de comunicación, con la información y con lo que ella experimenta en su propio tiempo”, aseguró Echen.
Otra de sus obras más recordadas es “Desaparecido”, tal vez una de las que más impacto social provocó. Se trata de la intervención de una fotografía de “La Piedad”, de Miguel Ángel Buonarotti, a la que le borró la cara a Jesús y le puso un pañuelo blanco a la Virgen. Así, nuevamente el compromiso con el entorno envuelve el arte de Escandell. Pero la lista sigue: entre 1977 y 1986 pintó un carro tirado por un caballo. “Este trabajo me llevó diez años de discusión”, aseguró a El Ciudadano hace unos años. Pero en realidad fue creado en un contexto en que las medidas económicas implementadas a partir del Golpe de Estado del 76 obligaron a los trabajadores rurales a emigrar a la ciudad junto a sus principales símbolos de pertenencia como son, justamente, el caballo y el carro.
Coherente con su militancia del arte Mimí no expuso durante la última dictadura y volvió a hacerlo después de 1983. Sus obras también se exhibieron en Estados Unidos, Suecia y Brasil. Además, participó de las bienales y encuentros más importantes del mundo.
Todas sus creaciones son sorprendentes, pero cuando se le preguntó qué período de su producción le gustó más dijo: “El de ahora, sin dudarlo. Porque estoy madura. Porque sé lo que sé. Porque también sé lo que no sé”.