Fracci se mantuvo activa mientras tuvo fuerzas y hasta hace muy poco, cuando el francés Manuel Legris, director artístico del ballet del Teatro alla Scala, la invitó a impartir unas lecciones magistrales a sus bailarines sobre su más estilizado rol romántico: Giselle, con coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli.
Antes, en 2014, en la Plaza Antigua de la Catedral de la comuna de Oria, había encarnado el dramático personaje de Artemisia Gentileschi en un largo ballet experimental en el que demostró no solo estar en una espléndida forma física sino su voluntad de aceptar comprometidos retos nuevos.
Siempre se mostró orgullosa de sus orígenes humildes, como hija de un conductor de tranvías que amaba la música: Carla y su hermana tuvieron todas las facilidades para estudiar ballet y música en los tiempos ásperos posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Se diplomó en 1954 en la Escuela del Teatro alla Scala, cuando encarnó a La Dama de El espectro de la rosa de Michel Fokine, y siendo apenas una solista de fila, en 1956, sustituyó a Violette Verdy en La Cenicienta, y en el verano siguiente fue elegida para participar en el Festival de Nervi, junto a divas consagradas como Alicia Markova.
El crítico del diario The New York Times, Clive Barnes, la apodó “La Eleonora Duse de la danza”, y cuando el realizador italiano Renato Castellani filmó para la televisión la vida de Giuseppe Verdi, llamó a Carla para el papel de Giuseppina Strepponi. En tanto, el estadounidense Hebert Ross decidió que fuera su estrella en el film Nijinski de 1980.
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