“Tenemos que hablar de la transición”, propuso el visitante. “Mauricio, la transición está establecida en la Constitución y hay que regirse por el procedimiento que se indica ahí. Tiene que hacerse en el ámbito del Congreso. No podemos cambiar lo que indica la Constitución”, le respondió la presidenta. Este comienzo del diálogo corto que tuvieron en la noche del martes Cristina de Kirchner y Mauricio Macri marcó el tono del resto de una cita que el nuevo presidente calificó minutos después de inútil y que no tuvo ninguna utilidad.
El tono le hizo decidir a Macri no comunicar ese día los detalles que relató el miércoles la presidenta a varios de los muchos visitantes que pasaron por Olivos, desde los diputados del bloque oficialista casi completo (con alguna ausencia notable, como la de Carlos Kunkel) a los gobernadores Jorge Capitanich y Gildo Insfrán. Si él, que se sintió agraviado por el trato, se convertía en el comunicador del hecho, hubiera ampliado el menoscabo de la investidura que todavía no asumió.
El diálogo siguió con un comentario sobre las fechas de la transición. “Es el 9 de diciembre y desde el 10 te hacés cargo de todo”. Macri disparó, rudo, una cuestión odiosa: “Estoy pensando en la remoción de dos funcionarios, Alejandro Vanoli en el Central y de Sabbatella en el Afsca”. “Mauricio –le respondió– eso se hace de dos maneras, o por renuncia o por remoción. Cuando me vaya voy a dejarte las renuncias de todos los ministros. Si ellos renuncian, será así. Pero ellos están designados por normas que hay que respetar, y si hay remoción, tiene que seguirse un procedimiento”.
Según el relato que escucharon varios el miércoles, Cristina dice haberlo notado a Macri “nervioso, angustiado”. “Es por la responsabilidad que le toca…”, dice ella haber imaginado para explicar ese ánimo. “Con decir que estaba desorientado al salir, no sabía por dónde ir, fue a una puerta que no corresponde y tuvo que volver y salir del túnel”. Lo dijo ante los diputados con un aire gracioso que levantó algunas risas, algo que no suena mucho en estas horas en Olivos.
Para amortiguar ese ánimo, Cristina redobló: “Pero créanme, fue una reunión tranquila, amable, aunque repito, lo ví muy tenso. Lo entiendo. No saben lo que es estar acá…”.
En esa reunión no salió el nombre de Lino Barañao, que recién anteayer por la mañana apareció en la agenda de Olivos, cuando habló con la presidenta de una oferta de Macri para que siguiera en el Ministerio de Ciencia. “Si querés, aceptá, porque es reconocer que la ciencia es una política de Estado. Pero tenés que poner tres condiciones, que te van a respetar al equipo, que vas a tener la misma libertad que has tenido con nosotros y que le van a respetar el presupuesto que está aprobado”.
Apenas escuchó esta respuesta, Barañao se apresuró a comunicarse con Macri con el sí. La decisión prolonga una tradición criolla: la corporación científica la integran profesionales con estabilidad laboral que se autogobiernan y van adaptando su piel a los gobiernos que pasan. Su universo es complejo y hermético –como el de los militares y los curas– que es incomprensible para quienes lo miran desde afuera.
Cristina habló horas y horas en Olivos este miércoles. Lo más interesante lo charló a solas con Capitanich e Insfrán, bastoneros de un plan de captura del Partido Justicialista cuya legalidad está floja y debe estabilizarse cuanto antes. En estas horas, su apoderado, Jorge Landau, será notificado de un fallo de la Cámara Nacional Electoral que pone como límite para la normalización del partido el 30 de junio. Esa decisión, aprobada por los jueces hace más de un mes, se demoró en la firma en la intención de no perturbar el proceso electoral. Es un expediente que inició Eduardo Duhalde antes de las Paso y cuestiona la legalidad de la actual conducción de Eduardo Fellner. Ese fallo le da algo de razón a Duhalde y ordena que antes de esa fecha haya elecciones internas.
La reunión del miércoles despejó una incógnita: si Eduardo Fellner, perdedor en Jujuy, renunciará a la conducción. No lo hará y seguirá a cargo del proceso de normalización.
“¿Vas a ser candidata a presidir el partido?”, le preguntaron. “¡Nooooo! –se rió Cristina– Ni ahí… Ya saben que soy muy reacia a presidir ese tipo de organizaciones. Ocúpense ustedes de eso…”. Pero continuó el repaso de la situación de los distritos como si fuera a postularse. De candidaturas tampoco habló, algo que esperaban tanto los gobernadores como los legisladores que estuvieron anteayer, que ya están en conocimiento del armado que ensaya el peronismo bonaerense para lanzar en marzo la candidatura de Daniel Scioli para el Senado de Buenos Aires en 2017.
Se interesó también en la propuesta de Capitanich de avanzar después de junio en una reforma de la carta orgánica del partido para “federalizar” la conducción. El proyecto que se analizó en Olivos consiste en asignar congresales por distritos pero no en función de la población como hoy, sino mediante una fórmula que le ponga a ese reparto un límite a los distritos grandes y una ponderación en más a los distritos chicos. Es para que la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, y otros grandes distritos no sean los que controlen el partido. Una señal para el plan Scioli de promover su regreso con el acorazado bonaerense, del cual siempre han tenido recelos el resto de las provincias y explica el karma de los gobernadores de Buenos Aires que nunca llegan a la Casa Rosada.
Para quienes aman las paradojas: cuando el radicalismo intenta reformar su carta orgánica para eliminar la elección indirecta de la conducción mediante delegados al Comité nacional, para federalizar el partido, los peronistas buscan lo mismo por el camino contrario, la elección indirecta.