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A medio siglo de Woodstock: una epopeya plena de mitos

El festival arrastra un peso cultural significativo, pero luego de rever por décadas su leyenda a través del lente de la nostalgia, el legado de medio millón de jóvenes festejando bajo la lluvia se siente menos como una subcultura revolucionaria y más como un cliché de la cultura pop

Por Maggy Donaldson (AFP)

Una declaración política que definió a una generación, una epifanía de paz, tres caóticos días que alteraron la historia de la música: los símbolos que rodean a Woodstock son muchos, y a veces es difícil separar el mito de la realidad.

El festival arrastra un peso cultural significativo, pero luego de rever por décadas su leyenda a través del lente de la nostalgia, el legado de medio millón de jóvenes festejando bajo la lluvia se siente menos como una subcultura revolucionaria y más como un cliché de la cultura pop.

En 1969, la sociedad estadounidense se estaba recuperando de varios sucesos, entre ellos las protestas contra la guerra de Vietnam, los disturbios raciales y los asesinatos de figuras como Martin Luther King y Robert Kennedy, lo que implícitamente posicionó la paz y el amor de Woodstock como antídoto contra la ira.

“El estado de ánimo en el país era un poco como hoy. Había una sensación de violencia, de verdadero odio y división”, dijo Martha Bayles, académica de música y cultura en el Boston College.

Sin embargo, aunque Woodstock evoca el sentimentalismo para muchos “baby boomers”, a algunas generaciones más jóvenes les puede parecer una simple reiteración del “narcisismo de los años sesenta”, como lo expresó Bayles.

A pesar de la agitación social y política de la década, 1969 también fue la última vez que Estados Unidos estadísticamente registró un superávit presupuestario hasta 1998, en parte gracias a la manufactura vinculada a la guerra.

“Esa fue parte de la esencia de Woodstock en 1969. Ilusoria o no, se dio por sentada cierta abundancia”, escribió Jon Pareles, un crítico de música pop del diario The New York Times que asistió al festival.

“Pensamos absolutamente que éramos el centro del universo”, añadió. “Y luego, alguien más tuvo que limpiar el desorden gigante que dejamos atrás. Sustituye eso por una analogía del calentamiento global”.

¿Influencia política?

A pesar de que Woodstock incluyó canciones de protesta, Bayles descartó la noción popular de que el festival fue político tildándolo de un “malentendido”.

“Ni del movimiento en contra de la guerra, ni del movimiento del poder negro… nadie de ese lado vio Woodstock como algo más que una broma”.

Para los activistas, Woodstock “era un grupo de hippies drogados que no eran serios; que no entendían cuán grave era la situación”, dijo. “Fue visto por la militancia política más dura como algo tonto y autoindulgente”.

La artista más activa políticamente del evento fue la artista folk Joan Baez, quien recuerda a Woodstock como “un festival de alegría”.

Para ella, los tres días “fueron algo importante, pero no fue una revolución”, según le dijo a The New York Times. “Una revolución o incluso un cambio social no suceden sin la voluntad de correr riesgos”.

“Y el único riesgo en Woodstock era no ser invitado”, zanjó.

Hito musical

Bayles considera que Woodstock exhibió un género de rock enraizado en las tradiciones del folk, el blues y el gospel que le dieron a la generación de los sesenta un hilo conductor a pesar de las severas fisuras sociales.

“La música unió a todos los diferentes sectores de esa generación”, dijo la experta.

A pesar de que la comercialización sustenta el circuito de festivales de hoy, aún quedan indicios del espíritu de Woodstock, asegura.

“El poder realmente tenía que ver con la música y la multitud”, dijo. Era “esa ilusión que la gente tenía de que todos estaban siendo arrastrados a algún tipo de experiencia colectiva trascendente”.

El experto Danny Goldberg, que cubrió el festival para Billboard con 19 años, dijo que después de Woodstock se asignaron recursos para promover la música rock de una manera que no se había hecho antes. “Fue un punto de inflexión en la industria”.

El principio del fin

El lanzamiento en 1970 de Woodstock, un documental de más de tres horas que ganó un Oscar, cambió la imagen de un caótico festival en medio del barro a la de un pueblo utópico de paz.

Para el momento en que Jimi Hendrix interpretó su ahora legendaria versión del himno de Estados Unidos el lunes por la mañana, la mayoría de la gente ya se había ido. Pero su lugar central en la película le dio a la actuación un peso simbólico y un trasfondo político, dijo Goldberg.

Aunque el movimiento hippie dejó su influencia en la cultura masiva, como el activismo ambiental o la prevalencia del yoga, Goldberg aseguró que “creció mucho para seguir siendo una subcultura”.

“Se convirtió en un objeto de sátira en lugar de un objeto de idealismo”, dijo.

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