Julio Manuel “Pupi” Solaro vio entrar a su asesino al estrecho pasillo de Tablada. Había salido de su casa cinco minutos antes y tomaba una gaseosa rodeado de vecinos, a metros de un quiosquito donde diez pibes hacían cola. Apenas caía la noche en el Día del Trabajador cuando un hombre encapuchado le gritó: “Esto es por culpa de tu hermano que mató a mi mamá”. A los dos tiros fatales en su cabeza le siguió una lluvia de plomos sin control. A dos metros, un nene de 11 años y otro de 18 caían heridos. El más chico pelea por su vida en terapia intensiva y el más grande quedó internado en estado grave.
Los plomos fueron atribuidos a una venganza por la muerte de Mariela Miranda, asesinada el 11 de marzo en el marco de una disputa entre dos familias. “Julio no tenía nada que ver pero acá a los pibes los matan como perros y nunca nadie va preso”, dijeron los vecinos. Por el hecho, un joven de 20 años quedó demorado, pero fue liberado por falta de pruebas y, según los testigos, no fue el autor de los disparos. La pelea fue vinculada a una banda de barrio Municipal relacionada a los Camino.
Pupi Solaro tenía 26 años y, según sus hermanas, ante todo era un fanático de Central.
Viajaba a todos los partidos y pasaba los días entre el barrio y el club. Por una discapacidad en la cadera, no podía hacer trabajos de fuerza y ayudaba a un abogado consiguiendo clientes. Casi como una prueba de su pasión por Central, son las paredes azules y amarrillas de la casa en la que se crió en la cortada Esperanto al 300, donde ayer decenas de amigos y familiares esperaban para velarlo.
“Estábamos en mi casa. Mi hermano se había levantado un ratito antes porque había ido al baile la noche anterior. Le compré chizitos, se comió un par y se fue. A los cinco minutos vinieron corriendo a avisarme que le habían disparado”, contó una de sus hermanas.
Pupi había salido alrededor de las 20 en dirección al pasillo ubicado en Ayacucho al 4300, a menos de 100 metros de su casa. En el centro de la manzana dividida por estrechos caminos internos, se sentó a tomar una gaseosa con amigos del barrio. A dos metros de su grupo, una cola de unas diez personas se armaba frente a un quiosquito. Era el Día del Trabajador y el pasillo estaba lleno de vecinos.
En medio de la oscuridad llegó un joven encapuchado. Tenía el rostro “desencajado” y empezó a gritar. “Esto es por culpa de tu hermano que mató a mi mamá”, decía. Según un testigo, Pupi no entendió a quién le hablaba. Cuando se agachó para tomar un trago de gaseosa el hombre sacó el arma y le disparó dos veces. Pupi cayó de rodillas al piso, sin vida, mientras los vecinos empezaban a correr para salvarse de los plomos. El tirador puso la pistola en automático y siguió disparando, sin control. Dos balas impactaron en el cuerpo de Pupi, en el abdomen y el tórax. Otras dos llegaron a la espalda de Julián, un niño de 11 años que estaba a punto de comprar algo en el quiosco. Y otra impactó en el abdomen Mauricio David R, un chico de 18 años primo del nene herido.
“Habíamos salido con toda la familia a pasear y cuando volvimos Juli salió porque quería algo para merendar. Yo escuché los tiros y cuando salgo lo veo agarradito de los barrotes del quiosco. Estaba pálido y cuando lo toqué tenía dos tiros en el costado de la espalda”, contó Ramón, el papá del nene.
Junto con otros vecinos subieron a Julián y a Mauricio a un auto y los llevaron al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca). El nene fue operado y trasladado al Hospital de Niños Vilela, donde volvió a ser intervenido y quedó internado en terapia intensiva. Ayer, desde el hospital se solicitaron dadores de sangre del grupo cero negativo, que pueden presentarse entre las 8 y las 10. En tanto, Mauricio también pasó por el quirófano y, si bien estaba estable, su estado de salud era grave.
Poco después de la feroz balacera, la Policía detuvo en Uriburu y Ayacucho a Ulises F., un joven de 20 años que atendía una gomería. Los uniformados llegaron a ese lugar por el relato de testigos que señalaban a la familia F. como la responsable de lo ocurrido. Sin embargo, Ulises quedó en libertad por falta de pruebas en su contra y los vecinos sostuvieron que el verdadero autor de los disparos no fue él, si no uno de sus hermanos.
Según una fuente, los tiros de anteanoche en Tablada fueron una venganza contra un familiar de Pupi, que vive en barrio Municipal, por la muerte de Mariela Miranda, una mujer de 35 años asesinada el 11 de marzo en Ayacucho y Uriburu.
Miranda era la mujer de Jorge F., un hombre de 43 años apodado Gordo con quien tenía varios hijos La familia se mudó hace poco a Tablada buscando un nuevo refugio tras abandonar barrio Municipal por problemas con la familia Caminos, herederos del Pimpi.
De hecho, cuando ocurrió el crimen un viejo pesquisa vinculó a su hijo Alexis con este homicidio.
“Pupi y los pibes heridos no tenían nada que ver con las broncas entre estas dos familias. Él la ligó de arriba, nunca estuvo en problemas. Pero estos pasillos son tierra de nadie: a los pibes los matan como perros y nunca nadie va preso”, dijeron los vecinos.