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A terapia, en un día de «locos»

Se conoce la comedia "Matar al diván", bajo la dirección de Paola Chávez y Romina Tamburello y con las actuaciones de Liliana Gioia, Juan Carlos Abdo, Jorge Ferrucci, Juan Pablo Cabral, Ana Tallei, María Celia Ferrero, Juan Pablo Biselli y Camila Olivé. Este miércoles en Plataforma Lavardén.

La terapia, ese espacio de encuentro (o desencuentro), de dolor y de angustia pero también de liberación, una vez más, copa un escenario. Obsesiones, negaciones, dilaciones, persecuciones y traumas varios están allí, frente a un terapeuta que buscará el camino de salida. Con Matar al diván, la talentosa dramaturga y narradora rosarina, radicada en Buenos Aires Patricia Suárez se mete en un terreno transitado aunque con sus propias coordenadas: el humor y la ironía que marcan en parte su vasta producción dramática.

La pieza, bajo la dirección de Paola Chávez y Romina Tamburello y con las actuaciones de Liliana Gioia, Juan Carlos Abdo, Jorge Ferrucci, Juan Pablo Cabral, Ana Tallei, María Celia Ferrero, Juan Pablo Biselli y Camila Olivé, se conocerá esta noche, a las 21, en la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza), donde también se podrá ver mañana y el domingo 1º en el mismo horario, y viernes y sábado a las 22.

La obra se interroga: “¿Quién no ha tenido algún pasaje, efímero o prolongado, por el diván de un terapeuta para abordar esa cuota de sufrimiento inseparable de la condición humana? ¿Quién no experimenta curiosidad por saber qué ocurre en una terapia individual o de parejas? ¿Quién no se preguntó cómo es la vida íntima de su psicólogo? ¿Qué mejor terapia que abordar estas cuestiones que a través de la mirada redentora del humor?”.

En su devenir, la primera comedia escrita por Patricia Suárez (ver aparte), que aborda la misteriosa relación entre un psicólogo hipocondríaco y divorciado y sus pacientes, en un día de locos, “es una obra donde, con mucho humor, se muestra el mundo del psicoanálisis y la vida de Hugo Kovensky, el psicólogo de esta comedia. Es un día en su vida y no es cualquier día, porque en esa misma jornada muere su propio analista y maestro de toda la vida. Es una situación de mucha presión, porque a pesar de lo que pasa tiene que seguir adelante con su consultorio atendiendo a sus pacientes que de hecho son muy particulares, a lo que suma una asistente entrometida y una madre invasiva, en un contexto en el que se replantea los alcances de su profesión”, adelantó la actriz y directora Paola Chávez.

Respecto del abordaje de una obra cuyo texto es preexistente a los ensayos y que fue escrito por encargo, Chávez analizó: “Si bien hay cosas que fueron aportando los actores, la obra es el texto de Patricia en su totalidad, es su propuesta, y de algún modo también ella, como todos nosotros, se ríe de sus años de diván; trabajó mucho desde ese lugar. Pero, además, hay una clara empatía en la ciudad con este tema, porque en Rosario hay muchos psicoanalistas y muchísima gente que se analiza, y al mismo tiempo hay una gran intriga respecto de qué se trata la terapia para aquellos que nunca han pasado por esa experiencia. Y, claramente, también entra en juego frente a las patologías de estos personajes desde qué lugar se abordan las problemáticas que uno puede llegar a llevar a una terapia”.

Finalmente, respecto del interés que el material puede generar en el público y de la idea de producir obras que sean genuinas, pero al mismo tiempo con un lenguaje accesible para todos, la directora expresó: “Con Romina (Tamburello) venimos trabajando juntas hace muchos años y el público siempre es un tema a tener en cuenta; tener presente quién ve el teatro que producimos, más allá de ser honestos con el deseo de hacer lo que uno tiene ganas o le interesa, tiene que ser una preocupación. En este caso, es una obra que surge de una idea de Liliana Gioia y Juan Carlos Abdo, que es psicoanalista y que hace tiempo que quería reflexionar con humor acerca de su profesión. La obra es inteligente pero tiene un lenguaje simple, accesible a todo el público, tanto para aquellos  que pasaron por la experiencia de la terapia como para los que no”.

“Escribir para los teatreros rosarinos es un sueño cumplido”

Dueña de recursos que parecían olvidados por el teatro argentino, y heredera de un modo de escribir teatro pensando en la estructura narrativa y en sus tiempos sagrados pero sin dejar de lado bellos universos poéticos, muchas veces, vinculados con la historia, Patricia Suárez recordó: “Empecé a estudiar dramaturgia en Rosario, en un seminario que dio Mauricio Kartun, en la Escuela Provincial de Teatro de Alem y Gaboto. Había mucha gente talentosa en el grupo, alguna que se interesó en el teatro de texto, mucha a la que no le interesó, cosa que venía siendo tradición en el teatro rosarino, y mucha de la que no volví a oír. Era el año 99. Rosario, en aquel entonces, se mostraba renuente a la dramaturgia del autor, y estrené mi primera obra, que hablaba de algo tan rosarino como la Chicago Argentina, en Villa Crespo. Al poco tiempo me fui a vivir a Buenos Aires, al porteñísimo barrio de San Telmo, pero mi corazón quedó en Rosario”.

Respecto de la escritura y el montaje de Matar al diván, Suárez rememoró: “Tuve la fortuna de que Lili Gioia y Juan Carlos Abdo, en el verano, se interesaran por que yo les escribiera. La mente brillante detrás era la de Rody Bertol quien, aunque él no lo recuerda, fue el único maestro de teatro que tuve en la única clase de teatro que tomé en la vida, allá en Discepolín. Para mí es uno de los tipos más creativos, inteligentes y descontracturados del teatro de la Pampa Gringa para el sur. Abdo es psicólogo y quería contar una historia de psicólogos; a mí el tema me encanta. Honestamente: me divertí como una mona loca escribiéndola. Sé que ellos la harán mejor que nadie y ninguno, y para mí escribir para los teatreros rosarinos es un sueño cumplido”.

Y completó: “Ojalá me sigan llamando; yo descanso de la locura y la endogamia teatral de Buenos Aires escribiendo para gente de otras partes. Es mi modo de mantenerme saludable como autora. Me gustaría mucho que la gente, que los rosarinos, despertaran de una vez y se dieran cuenta que el teatro no está sólo en Buenos Aires, que la cultura no está sólo en Buenos Aires. Que está en todos los que hacen y que en el teatro, particularmente, los recursos podrán ser discutibles y disputables, pero la calidad es independiente de la geografía donde fue montada una obra. El teatro rosarino tiene la calidad de todo aquello en lo que uno se juega el pellejo; nosotros, en Matar al diván, lo hicimos. Espero que para el público sea el placer que fue para mí escribirla y para los chicos montarla”.

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