«De lunes a viernes, de 12 a 14, gran sopa solidaria», reza el pizarrón en Presidente Perón y San Nicolás. No es cualquier esquina. Allí, está la histórica cantina bailable del oeste rosarino La Cautiva, que entrega -durante todo agosto- 300 raciones diarias de sopa ante el contexto de crisis que generó la pandemia del coronavirus. El lugar ya no ofrece sus clásicos shows musicales. Por eso, el principal motivo de esta movida «es poder retribuirle a la gente los 40 años de trabajo que me dieron», dijo Luis Demartini, dueño del local.
Todas las mañanas (temprano) llegan a San Nicolás 2256 el trío Demartini: Luis; Romina, su hija (que se ocupa de lo administrativo); y Alberto, su hermano y mano derecha. Sacan el pizarrón a la vereda donde se anuncia el menú y empiezan a ponerle el corazón a las cacerolas para ofrecer más de 300 raciones de sopa diarias. Un rato antes del mediodía llegan los mozos para entregarlas.
Poder dar esa cantidad de raciones por día les lleva unas cuatro horas, y más también. Las verduras, los fideos, el arroz y todo lo necesario para preparar la sopa solidaria lo costea su propio dueño. No recibe ayuda.
«Hacemos distintas clases de sopas, con calabaza, cebolla de verdeo, zapallo, zanahorias, apio y batatas. Después se licúan. En el mundo hay 500 clases de sopas, pero nosotros hacemos las tradicionales de verduras con carne o pollo y se le agregan fideos o arroz», contó Luis, mientras se escucha de fondo a Marcos Castelló, la voz del grupo de cumbia santafesino Kaniche, que desde hace unos años pisó la arena política y es senador por la capital.
https://www.youtube.com/watch?v=EuO0aOc7bwk
El 13 de agosto La Cautiva sopló 40 velitas y para celebrarlo, durante este mes (y tal vez mientras dure el frío) quien desee puede sentarse a tomar la sopa en el local o llevarla a su casa. La cantina está preparada con los protocolos sanitarios correspondientes.
«Estábamos sin hacer nada y no podemos abandonar el negocio. Me gusta mucho la sopa y surgió la idea junto al Distrito Oeste. Siempre hice para el personal y los clientes. Vienen a buscar raciones los del barrio y de otras zonas también. Tuvimos buena repercusión. El que quiere sopa y la necesita acá la tiene», dice Luis, mientras prepara a fuego lento el alimento con sus manos entrenadas. También con la ayuda de su hermano.
El que tiene fe, tiene un remedio más
Luis tiene 69 años y es rosarino. Nació, se crió y vive en barrio Echesortu. Tiene seis hijos. Desde hace 50 años se dedica al rubro gastronómico. En 1972 abrió su primer resturante: Don Mariano y, tiempo después, El Molino.
«Empecé haciendo fiestas en distintas localidades. Tuve muchos restaurantes en Rosario. En calle Pellegrini, San Martín, 25 de Diciembre y Cerrito. En 1980 tuve la oportunidad de comprar este local. Me lo vendieron dos muchachos que no sabían nada de gastronomía y lo inauguramos el 13 de agosto de ese año», rememoró Luis.
El dueño de La Cautiva asegura que todo lo que hicieron fue a conciencia, con fe, siguiendo una línea de trabajo y convencidos de que lo que tenían para ofrecerles a los clientes era lo mejor.
«No fue fácil. Los primeros años fueron duros. Nos costó años llegar a ser un negocio clásico de Rosario, que ahora pesa y lo conoce todo el mundo», dice el dueño de la cantina.
La frase que se inmortalizó
A vos te conozco… Sí, de La Cautiva ¿Quién no bromeó alguna vez con esa expresión?
«Me pasaba siempre que cuando llegaba a un lugar me miraban y me decían «me parece que te conozco» y yo les respondía, sí, de La Cautiva. O estaba haciendo fila en un negocio y me decían, Cautiva, vení que te atiendo», recordó el dueño del local.
Luis era muy amigo de Camilo Servali, uno de los pioneros de la televisión rosarina que tuvo su propio estudio y fundó una agencia de publicidad que llevó su nombre. Y así surgió la idea de hacer la famosa publicidad. Y pegó.
Los actores que la protagonizaron fueron recomendados por el autor, actor y director teatral José Berlén.
Sean eternos Los Palmeras
Luis contó que al grupo Los Palmeras los contrataba desde hace más de 30 años para que actúen en La Cautiva: «Los Palmeras venían cuando todavía no eran tan reconocidos. No tenían la fama que tienen ahora. Yo pensaba que tenían una cumbia pegadiza que otros no tienen. La voz de Cacho es inigualable. Hoy, todos los escuchan».
El dueño de la cantina recordó que al grupo de cumbia santafesina los contrataba una vez al mes. Es decir, que tenían 12 presentaciones al año en la esquina de Presidente Perón y San Nicolás.
«El fin de semana que venían Los Palmeras teníamos que cerrar la puerta porque era una locura. Teníamos una capacidad para 1.200 personas y no entraba nadie más. Entonces tuvimos que empezar a vender entradas anticipadas», recordó.
El jet set autóctono
Por el escenario de La Cautiva pasaron miles de artistas reconocidos y grupos de cumbia: Tita Merello, Rosamel Araya; Raúl Lavié; Cacho Castaña; Alcides; La Contra; Combo 10; Kaniche; Sergio Torres; Los Lirios; La Nueva Luna; El Chanchi y Aclamado Amistad, entre otros.
«Cuando venían a Rosario, al primero que me llamaban para actuar era a mí y después se iban a otros lugares», dijo Luis.
«Cuando actuó Rosamel Araya fue un éxito total. Le dije que se anunciara por el micrófono para volver la semana siguiente. Llegó ese día y vino más gente que el fin de semana anterior. Te hacía poner la piel de gallina cuando cantaba (melódico)», aseguró.
En el nombre de lo gauchesco
Luis, contó que en la época en que compró el local, se acostumbraba a poner nombres gauchescos: «Estaba La Tranquera, El Palenque y La Huella, que todavía está. Se me ocurrió La Cautiva y lo tengo resgistrado».
La luces siguen brillando
Cuando La Cautiva abría sus puertas ofrecía 150 platos de comida, había más de 1.000 sillas y unas 50 personas trabajando entre DJ’s, locutores, personal en los baños, en la playa de estacionamiento, de seguridad, en la boletería, mozos y cocineros. Y una capacidad de 1.200 personas para que le sacaran viruta al piso al ritmo de la cumbia y del 2 x 4.
Ahora hay 530 sillas, respetando el protocolo sanitario, para las personas que quieran sentarse a tomar un plato de sopa.
El lugar está tapizado con fotos (los antiguos cuadritos de madera, como los de los viajes a Bariloche), de Alberto Castillo, Manolo Galván, Jorge Váldez, los hermanos Amadeo, pósters de Sergio Torres, del «Chino» González (que era el cantante de La Nueva Luna).
Hay banderines de colores, un escenario con piso de madera, luces, las tradicionales bolas espejadas que se reflejan en todo el salón y banderas de Argentina. Por ahora, La Cautiva está en un plazo fijo, esperando volver al ruedo. Impecable.
El amor sobre todo distanciamiento social
«La cantina me dio todo lo que tengo. A pesar de trabajar tantos años de noche, me dio satisfacciones. Hice otros negocios, pero no me salieron bien», afirmó el dueño.
Luis confesó que sin La Cautiva no podría vivir, que no va a disolver ese vínculo que sigue respirando historia, que es el amor de su vida y que desde hace 40 años están de luna de miel.