Ana Beluscio / Conicet
Para Aaron Ciechanover, la medicina personalizada es un cambio de paradigma en relación con cómo entendemos los tratamientos y la llama “la tercera revolución de la medicina”. Durante su paso por el Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires (IBioBA, Conicet – Partner of the Max Planck Society), como miembro del Comité Científico Asesor (SAB) que evaluó al Instituto, contó durante la entrevista que la primera revolución fue la de los descubrimientos accidentales, como los casos de la penicilina o la aspirina (1900-1950). La segunda se basó en el análisis masivo de grandes bibliotecas de compuestos químicos (1970 – 2000) para ver si alguno tenía efectos terapéuticos. Y la tercera comenzó con la secuenciación del genoma y condujo al desarrollo de la medicina personalizada.
Se trata, a grandes rasgos, de adaptar los tratamientos médicos a las características de cada paciente. “Debemos impulsar el desarrollo de la medicina personalizada. Va a ser un tratamiento específico, va a curar a más personas, tendrá menos efectos secundarios. Tomemos el caso de las mujeres con cáncer de mama: se someten a mastectomías, quimioterapia, radioterapia. Estamos disparando con grandes cañones a pequeñas moscas”, dijo.
La medicina personalizada es un procedimiento mucho más moderado, que va directamente al problema. “Ya está acá, pero tiene un precio y debemos entender qué significa desde un punto de vista moral, ético, religioso, cultural e histórico”, agregó Ciechanover, quien recibió en 2004, junto a Irwin Rose y Avram Hershko, el premio Nobel de Química por el descubrimiento de la degradación de proteínas mediada por la ubiquitina.
—¿Cuáles son las principales características de la medicina personalizada?
—Se la identifica como las cuatro P: personal, predictiva, preventiva y participativa. Es personal, pero también es predictiva porque podemos predecir la aparición de ciertas enfermedades. Y como es predictiva también es preventiva, porque si sé que algo va a ocurrir en el futuro entonces puedo tomar acciones para tratar de evitarlo. Por ejemplo, si me entero que tengo un gen que me lleva a producir demasiado colesterol, puedo comenzar a tomar tempranamente medicamentos para reducirlo, o puedo evitar ciertos alimentos. Y, finalmente, es participativa: los pacientes deben ser parte del proceso de toma de decisiones.
—¿Cómo pueden hacerlo?
—Cuando yo comencé a estudiar medicina, el médico era una autoridad, era Dios. Ahora, los pacientes hacen más preguntas, investigan online, saben qué consultar. No debemos subestimar la sabiduría, experiencia e inteligencia de los pacientes, no hace falta ser un graduado universitario para comprender la situación. Entonces el médico pasó de ser Dios a ser un profesional, un consultor. Ya no le puede decir a la mujer que se quite el pecho, porque es una decisión muy personal. Lo que puede hacer es explicarle las probabilidades, presentar los riesgos y las estadísticas, pero la decisión la toma el paciente junto a sus seres queridos.
—¿Qué papel juegan las estadísticas? Ahora podemos decir que alguien tiene X porcentaje de desarrollar una determinada condición, pero no se le puede dar una certeza del ciento por ciento.
—El tema de la probabilidad se va a resolver porque son estadísticas. Ahora todo es muy nuevo y no tenemos una gran cantidad de muestras y datos. Pero, cuando los tengamos, la probabilidad se va a volver cada vez más una certeza y las distancias se van a acortar.
—¿Cuáles cree que son los debates que pueden surgir en relación con la medicina personalizada?
—A medida que avanza el conocimiento las estadísticas se van volviendo más significativas en relación a la significancia de cada mutación, y este es un tema de bioética muy importante. Imaginemos dos personas que se conocen de casualidad en un bar y se enamoran. En un futuro quizás van a querer conocer más acerca del otro, saber cómo van a ser sus hijos, y quizás quieran testear genéticamente a su pareja. O quizás el día de mañana un gobierno quiera tener un ejército más fuerte. O incluso pensemos en el interés que puede despertar en las compañías aseguradoras, que podrían decir: “A las personas que tienen tal condición no las vamos a asegurar”. Esto sacude nuestra forma de vida a diferentes niveles, desde el matrimonio al empleo, pasando por las aseguradoras, el gobierno, todo.
—¿Y en relación con la detección fetal de enfermedades?
—Ahí surge otro tema: la edición de genes. CRISPR (tecnología usada para editar genes). Uno puede decir: “Ok, si hay un defecto corrijámoslo”. Entonces, ¿hemos llegado al punto de editar bebés o embriones? Yo opino que esto habría que prohibirlo, no deberíamos hacerlo. Pero no se trata solamente de enfermedades. Supongamos que una madre quiere ayudar a su hijo a que sea un jugador de básquet, o quiere que sea como Diego Maradona o Pelé. ¿Va a pedir que se le editen los genes para que sea más alto o más rápido? En definitiva, esta pregunta es un tema moral, determinar si la madre puede decidir sobre el futuro del hijo o si alguien puede decidir sobre otra persona.
—Pero, como sociedad, ya estamos dando esos debates. El año pasado hubo una discusión muy importante por la publicación de un caso de edición genética de un embrión en China.
—Sí, y hubo grandes protestas contra eso. Hay muchas formas de evitar la edición genética en bebés: simplemente no hay que hacerlo. Si existe una enfermedad severa la podemos manejar de otras formas, pero una vez que empezamos a hacer edición genética en embriones, el cielo es el límite. Si una madre piensa que el pelo negro en su hijo es un defecto, entonces quizás quiera editarlo para que sea rubio, porque para ella el cabello oscuro es insoportable. O quizás quiera editar defectos menores, que en realidad no tienen importancia. Entonces termina quedando a criterio de cada uno, porque una vez que cruzamos ese límite es un camino resbaladizo.
—¿Cree que como sociedad tenemos la madurez necesaria para dar este debate?
—Si no podemos discutir estos temas, entonces ¿quién va a hacerlo por nosotros? ¿Quién va a discutir nuestro futuro si no nosotros mismos? Si la gente no entiende cómo se usa la herramienta, entonces hay que explicarlo. Creo firmemente que la sociedad debe controlar su destino. Ya hacemos screening de pacientes para ver si hay mutaciones en oncogenes y definir tratamientos. El problema es que la sociedad espera, de alguna manera, que los científicos y los médicos resuelvan este debate pero ellos son sólo profesionales, pueden dar consejos pero no están aquí para solucionar esto. Es un tema que tiene que ser abordado por la sociedad entera a través de un referendum, de una discusión que involucre a políticos, sociólogos, psicólogos, filósofos, escritores, gente del clero, etc. Creo que tenemos que apurarnos, porque la ciencia no espera y, si no hay una regulación por parte de la sociedad, entonces podemos esperar más casos como el de la edición de genes en el embrión de China.