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Más allá de ser parte de un hecho policial, el caso de la familia Adorna integra ya la historia de esta ciudad. Si bien hace 20 años Funes no estaba en boca de los vecinos de localidades cercanas ni en medios de comunicación como ahora, que un joven de 17 años haya asesinado de dos disparos certeros a su padre y a uno de sus hermanos, y haya atacado a su madre, a su hermana y a su abuela sucumbió a la ciudad y a la región. En medio de los recuerdos por el cruento hecho que conmovió a la población, el análisis psicológico y psiquiátrico tanto en Tulio Adorna, como en la relación con su padre, fueron cruciales para la determinación de la Justicia y así el joven pudo recuperar su libertad, tal como explicó a InfoFunes Jorge Bedouret, abogado defensor de Adorna.
En realidad Bedouret fue abogado de toda la familia, en el hecho no había nada que investigar, o buscar al culpable. Se supo cómo habían sido los hechos y lo que pretendía la madre de Tulio era la libertad.
“Recuerdo que golpeó la puerta de mi estudio mientras se estaban velando los restos de su esposo y de su hijo en la sala de calle Moreno, entre José Elorza y Sarmiento. Me pidió que buscara a Tulio, pude dar con él según los datos que me dieron algunos de sus amigos y luego de unos minutos de charla pude convencerlo de que se entregue, y así fue”, compartió.
“Él no sabia qué había hecho, tenía una nube, no se acordaba de nada, sólo una idea lejana, estaba enojado con él, con la vida. Yo diría que no se mató de casualidad”, advirtió. Además, sostuvo que el proceso judicial fue “muy duro”: “Con su madre hicimos lo imposible por ayudarlo, su rol fue fundamental, porque ella estaba de ambos lados, fue muy difícil para ella, pero amaba y ama a su hijo, a sus hijos, así que lo ayudó como y con lo que pudo”. Entre los estudios que le realizaron, entre ellos un encefalograma, se supo que Tulio padecía de “una suerte de despoblación neuronal del lado izquierdo, es decir, no estaba en sus cabales y en cualquier estado de excitación podría llegar a perder el control”.
“Esto terminó con un sobreseimiento –continuó- porque con el cuerpo de psicólogos y psiquiatras con el que trabajo en el estudio hicimos algo que trajo repercusiones: se hizo una autopsia psicológica del finado padre, la cual arrojó resultados siniestros. Allí pudimos saber sobre la personalidad del padre, la persecución, lo poco que valoraba a Tulio y cómo lo agredía diciéndole barbaridades y degradándolo, sólo por mencionar algunas agresiones”. Además, destacó: “Esta autopsia fue novedad y lo sigue siendo, y gracias a ello nos aferramos al artículo 34 del Código Penal, en el cual se manifiesta que Tulio no pudo comprender la criminalidad del acto en sí. Aunque se habló mucho, en términos psicológicos, del pasaje al acto. Pero en concreto, cuando uno toma el arma, en su estado, tiene la decisión sólo en el primer disparo y luego ya pierde el control”.
Bedouret comentó a la par que si bien llevaba unos años en la profesión, hasta entonces no le había tocado un caso tan sensible, sí uno que llegó a los medios de comunicación: fue el defensor de Antonio Vanrell por la compra irregular de juguetes en los 90 mientras era vice gobernador de Santa Fe, una condena de cinco años (que cumplió sólo por seis meses) que recibió el funcionario casi un año antes de la terrible noche en la casa de los Adorna.
Desde entonces, y gracias a la innovación que tuvo su equipo de profesionales respecto a la autopsia psicológica, sus servicios fueron demandados en distintos puntos del país, Uruguay, Brasil y Europa.