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Absuelven a santafesinos imputados en un homicidio

Para el Tribunal fueguino no hubo pruebas suficientes. Para el hermano de la víctima el fallo fue "una atrocidad".

Por: Carlos Retamal

Todos esperaban una condena, o la gran mayoría, ya que las pruebas parecían concluyentes, había filmaciones, testimonios, cruces de llamados telefónicos y hasta reconocimientos; sin embargo, la Justicia fueguina absolvió a las cuatro personas, entre ellas dos santafesinos, que estaban siendo juzgadas por un homicidio ocurrido en junio del año pasado en el barrio Río Pipo de Ushuaia. La familia de la víctima consideró el fallo como “una atrocidad”. La investigación volvió a foja cero, dejando a la ciudad más austral con el triste saldo de seis crímenes impunes en los últimos 20 años.

La última jornada del juicio oral y público por el homicidio de Claudio Omar Prada, registrado el 19 de junio del año pasado en la ciudad más austral del mundo, comenzó cerca de las 10 del martes pasado, cuando las cuatro personas que están siendo juzgadas, Gustavo Farías y Héctor Caraffa, oriundos de la ciudad de Santa Fe, y los residentes fueguinos Ángel Avanzato y Gustavo Zapata fueron “invitados” a dirigirse por última vez hacia el tribunal. El derecho sólo fue ejercido por Farías, quien dijo que hasta varias semanas después de haber sido atrapado en la ciudad de Santa Fe “no entendió por qué estaba detenido”, pero después vinculó esa situación con su relación con las drogas.

“Me di cuenta de mi error. Durante mucho tiempo fui un mercader del dolor que sólo ocasionó daño a mi familia. La Iglesia y Dios me ayudaron”, sostuvo Farías, haciendo referencia a su relación con el tráfico de estupefacientes, aunque sin admitir participación alguna en el asesinato de Prada.

Los otros tres repitieron la misma frase: “No tengo nada para decir” y agradecieron la tarea llevada a cabo por sus respectivas defensas, algo que llamó la atención de quienes estaban en la sala.

Luego de un cuarto intermedio que duró hasta pasadas las 13, cuando el tribunal compuesto por los jueces Roberto Magraner, Alejandro Pagano Zavalía y Maximiliano García Arpón ingresó en la sala de los Tribunales Provinciales, ubicados en el barrio Monte Gallinero, y dió a conocer su veredicto: absolver de culpa y cargo a los cuatro imputados de cometer el homicidio de Claudio Prada.

Hubo escuchar la sentencia, el hermano de Prada dijo en nombre de la familia que el fallo “fue una atrocidad”. “Esperábamos un acto de justicia. Sabemos quiénes son los homicidas. Puede faltar alguna que otra prueba pero estos hechos son así. Cuando hay un crimen por encargo, los jueces tienen que evaluar la dificultad probatoria. Es una barbaridad lo que ha pasado”, expresó el hermano de la víctima a El Diario del Fin del Mundo.

“Es un golpe fuerte para todos los habitantes de Tierra del Fuego saber que ingresa gente con documentos falsos, que puede cometer delitos y volverse a su lugar de origen en avión”, agregó Cristian Prada.

“Con esta postura de los jueces es muy difícil que se resuelvan los problemas de seguridad. No hay otra hipótesis para investigar. Mi hermano no tenía más que este problema con esta gente. Me llama la atención que el Tribunal no lo haya entendido”, sostuvo Prada, quien adelantó que apelará el fallo aunque dijo tener “pocas expectativas” respecto del resultado de ese procedimiento.

El cuerpo de Claudio Prada, de 41 años, quien se ganaba la vida como instructor de esquí en los centros invernales fueguinos, fue encontrado el domingo 21 por la tarde (entre 20 y 36 horas después del homicidio) en la planta alta del dúplex que habitaba en Almanza al 1000 del barrio Río Pipo de Ushuaia.

El hallazgo lo hizo un amigo que fue a buscarlo a su casa ya que no podía localizarlo. Esa persona, de 49 años, estuvo detenida durante tres días, hasta que fue liberado por falta de mérito. Si bien el lugar estaba todo revuelto, los pesquisas encontraron en la vivienda y a simple vista una importante suma de dinero, señal que les dio la pista de que el móvil del hecho no había sido un robo.

La investigación ordenada por la jueza de Instrucción 2ª de Ushuaia, María Cristina Barrionuevo, llevó a los investigadores a buscar datos en cualquier sitio, hasta que pudieron, con “rumores levantados de la calle”, dar con las personas que supuestamente concretaron el homicidio. Fue así que cotejaron las caras de dos personas, tanto en los aeropuertos Malvinas Argentinas, de Ushuaia, como en Aeroparque Jorge Newbery y en la terminal de ómnibus de Retiro, en Buenos Aires. Esos dos hombres, que llegaron hasta Tierra del Fuego bajo identidades falsas, son los buscados como presuntos autores del asesinato.

Según la instrucción eran Gustavo Farías y Héctor Caraffa, ambos domiciliados en la ciudad de Santa Fe, donde fueron detenidos meses después durante operativos conjuntos entre las policías de Santa Fe y Tierra del Fuego. Un tercer santafesino, hermano del primero, se encuentra prófugo. Los otros dos involucrados en el crimen fueron los fueguinos Avanzato y Zapata, como quienes les otorgaron a los santafesinos la logística para moverse en la ciudad más austral del mundo. Una sexta persona, conocida como Diente, fue apuntado desde el primer momento como el autor intelectual del homicidio, y también está prófugo.

Durante el juicio, la fiscal Karina Echazú había mencionado a Diego P., alias Diente, como el autor intelectual del crimen. Él fue, a criterio de la fiscal, quien contrató a Gustavo Farías, su hermano y Caraffa, para que viajaran a Ushuaia a cometer el asesinato.

Entre los testigos estuvo Mauricio Fontana, el capitán del velero mencionado en la causa, quien contó que hace un par de años fue contratado por su condición de capitán de barcos por una persona del norte del país para que trasladara una embarcación desde Buenos Aires hasta España. Al parecer quien adquirió la embarcación residía en la península ibérica o tenía lazos comerciales en esa zona. Fontana señaló que como era amigo de Prada éste lo acompañó en el viaje de navegación.

Luego mencionó que sobre las costas de Brasil, Fontana y Prada descubrieron una falsa pared que no habían visto a la salida de Buenos Aires porque estaba tapada con los bidones de combustible que iban usando y al revisar encontraron un cargamento de cocaína.

Con la embarcación averiada y la mercancía encima, dijo que ambos tuvieron temor y decidieron ocultar la carga en una playa de Brasil, en un lugar “ubicable mediante sistema GPS”.

Fontana dijo que luego contactó por teléfono satelital a quien lo había contratado y que, tras varias conversaciones, esa persona (cuyo nombre no mencionó) dejó de atenderlo. Ante esto decidió regresar a Argentina, dejando el velero en un puerto de Brasil.

Meses después, Prada le comentó que había iniciado conversaciones con Diente, un ushuaiense que decía tener contactos en Brasil, para comercializar la cocaína. Ante dicha circunstancia Fontana, quien en varios pasajes dijo que no era narcotraficante, le dijo a Prada que no se metiera con ese tema e intentó disuadirlo para desistiera de su actitud. Además admitió que desde que descubrieron el cargamento íntimamente pensó que “era hombre muerto” y dejó entrever que no entendía cómo podía estar vivo y declarando en el juicio.

Otro de los elementos de prueba usados en el juicio fueron las filmaciones en los aeropuertos (Aeroparque y Ushuaia) que certificaron que los santafesinos llegaron a Ushuaia el 12 de junio de 2009, mientras que otras pruebas indican que lo hicieron con nombres y documentos falsos.

Caraffa en su momento negó haber estado en la ciudad, y para ello mencionó que estaba internado en un hospital de Santa Fe, hecho que fue descartado por las autoridades del centro asistencial santafesino. En tanto, Farías dijo que vino a concretar un negocio de drogas que se frustró a último momento.

Otra prueba fue el cruce de llamados telefónicos y mensajes de texto intercambiados entre los cuatro juzgados y el hermano de Farías (prófugo). Según la pesquisa, Gustavo Farías llamó cuatro veces a Zapata y le mandó once mensajes de texto, a la vez que llamó ocho veces a Caraffa y le mandó treinta y dos mensajes de texto.

El ingeniero en comunicaciones de la Policía que declaró como testigo en el juicio situó a los sospechosos en un mismo radio de acción, a pocos metros de la vivienda donde Prada fue asesinado, pero no pudo demostrar el lugar exacto en que se encontraban.

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