La denuncia por abuso sexual contra el actor y conductor Jey Mammon desató una serie de acusaciones públicas contra otros personajes mediáticos por mantener relaciones con jóvenes menores de 18 años. Guido Suller, acusado de abusar de un joven de 17 años, negó los hechos, mientras que Mammon habló de un “vínculo consensuado y de contención”, y se mostró confundido con la edad que tenía el denunciante al momento de los hechos, en una aparente estrategia legal. Más allá del texto de la ley, la salud mental entiende que cualquier acto sexual de un adulto con una niña, niño o adolescente es considerado abuso y genera un impacto para toda la vida. “Preguntarnos por el consentimiento del adolescente es un retroceso en las conquistas de derechos. El planteo de un vínculo de contención es un absurdo. El adolescente no tiene posibilidad de discriminar aquellas manipulaciones que pueda hacer un adulto que de manera perversa está gozando de su cuerpo. Cuando hay una diferencia significativa de edad se habla de abuso sexual”, dijo a El Ciudadano Natalia Amatiello, psicóloga y coordinadora del Centro de Estudios e Investigaciones en violencias y abuso sexual.
Según explicó, una situación abusiva interrumpe el pleno desarrollo de las infancias y adolescencias: “El impacto que deja una situación abusiva es gravísimo y es para toda la vida. No importa si tenía 14 o 16 años. Tiene que ver con la imposibilidad del aparato psíquico del adolescente en pleno momento de constitución subjetiva. Es una etapa fundamental de desarrollo donde todo se revoluciona y se ponen en crisis situaciones vitales. La psiquis y el despertar sexual es un descubrimiento del adolescente en un contexto de libertad adecuado, si hay un adulto manipulando se afecta esa posibilidad de desarrollo”.
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Amatiello destacó la imposibilidad de niñas, niños o adolescentes de consentir un vínculo por la desigualdad de condiciones ante el poder del adulto. “El poder se da en cualquier relación donde hay una diferencia de edad y de conocimiento. El saber del adulto genera poder debido a su mayoría de edad y conocimiento acerca de la sexualidad. Sabe que no puede avanzar ni gozar con el cuerpo de la niña, niño o adolescente porque no está en condiciones de sostener en paridad ese vínculo. Las infancias y adolescencias no tienen la capacidad de consentir y discriminar el tipo de vínculo, que puede ser manipulado por una situación perversa. Afecta la integridad mental y física. Luego, cuando puede lo denuncia como abuso porque lo vivió de esa manera y no se puede discutir qué sintió una víctima”, señaló.
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Romper el silencio
Para la psicóloga, la reacción social ante los casos mediáticos donde se denuncian abusos atentan contra la posibilidad de las víctimas de hablar y romper el silencio. “Las reacciones son patriarcales. Se descree de la víctima y se piensa que se trata de una mentira para ganar espacio público. La sociedad hace un negacionismo de la palabra de la víctima y un negacionismo del abuso. Es peligroso que dudemos de la palabra de una víctima que no habló antes porque no pudo hacerlo hasta la vida adulta”, explicó y habló del costo emocional de la exposición: “Las víctimas que lo hacen mediático tienen mucho costo emocional y suman un pesar, pero de alguna manera es una forma de denunciar y de romper el silencio. Es un proceso muy complejo y cada persona lo hace cuando puede. Hay personas de hasta 70 años que cuentan abusos. El tiempo es subjetivo y contarlo es liberador. Si no hacemos un buen tratamiento de estas situaciones estamos condenando a la víctima al silencio. El mensaje de la sociedad tiene que ser «contalo que te vamos a acompañar»”.
Amatiello resaltó la importancia de la Educación Sexual Integral y de un buen tratamiento mediático de las denuncias públicas. “El abuso estuvo en un eterno presente en la cabeza de la víctima porque la situación traumática no pasó a ser nunca del pasado. Te acompaña toda la vida en paralelo. La víctima puede pensar que no le pasó nada o que lo soñó y, en algún momento, hacer un nexo por el cual aparece el recuerdo y lo puede contar. El abuso es siempre traumático, el impacto es desbastador. Decirlo con un buen acompañamiento es la posibilidad de metabolizarlo y de sanarlo. También de que se haga Justicia”, expresó.
Juicios por la verdad
La denuncia contra Jey Mammon fue desestimada por la Justicia en 2021 porque el hecho había prescripto. Una Justicia que en la letra no contempla los tiempos de las víctimas para hablar. Por eso, se empezó a hablar de los llamados juicios por la verdad como una instancia de resarcimiento para la víctima. Para Amatiello resulta una trampa del sistema que no condena a los abusadores.
“La víctima ya sabe la verdad, la construís con tus recuerdos, en el espacio terapéutico, con familiares. Como sociedad tenemos la responsabilidad de que ese abusador no siga haciendo eso con otros. Corresponde un juicio de verdad, no uno por la verdad. Siempre es reparador que te crean pero es tramposo que la confundamos con la condena de quien cometió el delito. Si se entendiera que los abusos no prescriben, no serían necesarios juicios por la verdad”, señaló.
Y aclaró que las huellas del abuso pueden ser evidenciadas por profesionales de la salud aún con el paso del tiempo. “La sociedad tiene que responder creyendo en los casos de abuso. Las y los profesionales sabemos detectar estas huellas, a través de la forma de contarlo, de inscripciones en el cuerpo, síntomas y marcas que están estandarizadas aunque en cada persona suceden de manera singular. Desde las ciencias médicas es necesario que podamos constatar y sostener en nuestros discursos que se puede ver y saber cuándo una persona sufrió abuso según los indicadores que acompañaron su vida. Es peligroso cuando desde la atención médica y psicológica, sin perspectiva de género y sin formación en infancias, abuso y violencias, se desdibuja lo que se escucha”, concluyó.
Denunciaron a Guido Süller por presunto abuso sexual de un menor de 17 años